ATLETISMO

Andy Díaz reta a Jordan sin olvidar lo conseguido hasta ahora: "Soy humilde; vine sin nada… Sigo sin tenerlo aún"

El atleta italiano charla con Relevo desde Roma. En su conversación analiza su carrera, el futuro de la misma y mide el pulso de la profesión.

Andy Díaz, posa para Relevo desde Roma. /RELEVO / JULIO OCAMPO
Andy Díaz, posa para Relevo desde Roma. RELEVO / JULIO OCAMPO
Julio Ocampo

Julio Ocampo

La cita es en el barrio Infernetto de Roma, próximo al mar, donde vive y entrena (concretamente en la estructura atlética de Castelporziano). Media hora de caminata con la primavera que ya ha arribado. Sobrevuelan gaviotas, y ya piden de nuevo la vez los famosos pinos marítimos de la Via Cristoforo Colombo. El decorado es atractivo para recibir a Andy Díaz, quien atiende a Relevo tras haberse colgado al pecho dos medallas en un par de semanas. Su figura es imponente, y aunque lleva gafas de sol la gente se detiene para ver de quién se trata.

El italiano, de origen cubano (nació en La Habana en 1995), se acaba de proclamar campeón del mundo de pista cubierta en Nanjing (China). Un triple salto de 17,80 metros. Días antes había hecho lo propio -en el campeonato de Europa- bajo el techo de Apeldoorn (Países Bajos). En ninguna de las citas -por lesión- estaba Jordan, vigente campeón olímpico. Precisamente por aquí comienza la conversación con este talento que abraza a Italia, pero no olvida a Cuba.

La humedad aprieta, y el olor de las mimosas ya dejan paso al de la sal, la marisma. La playa de Ostia está justo ahí. Despuntan dunas, y crece una vegetación frondosa y espontánea que pretende frenar el cemento, arma de la atroz especulación inmobiliaria en la capital. "¿Por qué me quieres entrevistar a mí y no a Jordan?", inquiere antes de comenzar el paseo.

Así quedó el podio triplista en los pasados Juegos de París: Jordan Díaz (español de Cuba) fue oro con un salto de 17,86. Le siguieron, respectivamente, otros tótems también nacidos en la isla caribeña, como el nacionalizado portugués -Pedro Pichardo (marca de 17,84)- y tú, con 17,64. Fue la primera medalla de siempre para ti. ¿Qué pensaste ahí? Imagino que demasiados sentimientos y emociones, incluso contradictorias.

Mi medalla más importante, la que me abrió las puertas a todo. Curiosamente, en la primera competición defendiendo la maglia azzurra. Era importante para mí, porque son muchos los años en que ambos -Italia y yo- estuvimos luchando para lograr la ansiada nacionalidad.

Cuéntanos tu historia. Desde el inicio.

Llegué con una maleta, sin casa ni nada. Transcurridas algunas semanas comencé un proceso para solicitar asilo político. La suerte es que me topé con una persona estupenda -Fabrizio Donato (histórico de la disciplina)- que hoy es mi entrenador. Me llevó a su casa, y lo primero que hablamos no fue de deporte. No, le pedí ayuda para arreglar mi vida como ser humano. Lo más urgente era ponerme las vacunas para el covid. Fue duro, pero lindo. Luego, mucho después, comenzamos a pensar en entrenamientos, en resultados, pero antes tocaba agilizar temas vitales. Son muchas las personas que, en realidad, me han ayudado en Italia para tener documentos, y después poder encontrar un club. La Libertas Unicusano Livorno, que sigue siendo incluso hoy. En nuestra primera competición salté 17,64.

Andy Díaz, durante su charla con Relevo.
Andy Díaz, durante su charla con Relevo.

Hablemos del tema humano más en profundidad. La soledad, incertidumbre, la crudeza de la calle -a la intemperie- mientras tratabas de obtener los permisos de residencia en Italia. Luego, las hazañas deportivas…

En 2022 Italia, por méritos deportivos, ya quería darme la nacionalidad. Sí, gané dos años seguidos la Diamond League (ediciones '22 y '23), y estaba entre los mejores del mundo. Podía haber participado en el Mundial como refugiado político -después te explicaré mejor esto- pero dije que no. Estaba en forma y muy motivado, pero sólo quería hacerlo con la bandera italiana. Por ética y respeto. Fue una decisión dura, pero no me arrepiento. En febrero de 2023 obtuve la ansiada nacionalidad. El problema que se presentaba entonces era que debía esperar tres años por ley. Ya sabes, en Tokio'21 competí en los Juegos con Cuba. Había que aguantar hasta agosto'24.

Imagino que no lo pasaste bien en los europeos de Roma el año pasado, justo antes de los Juegos. Jordan (18,18) y Pichardo fueron primero y segundo, respectivamente. El tercero fue el francés Thomas Gogoi. No habían pasado aún esos tres años de rigor por ley.

La impotencia fue grande, porque yo también estaba a ese nivel. El 1 de agosto expiró, entonces ya podía representar a Italia. El 7 tenía la clasificación. Entré el último, porque tenía muchas emociones contrapuestas. Quería demostrar que yo valía, que podía. Esos pensamientos me jugaron una mala pasada. Dos días después fue la final… Ahí comencé a reconocerme. Ya en el podio tuve una pequeña bajada de tensión. La temporada no había sido fácil, ya que también estuve lesionado. Una pubalgia me dejó out varios meses. Mi último salto fue de 17,64. Bronce olímpico representando por vez primera a Italia. Por delante, Pichardo y Jordan. Esas marcas no son imposibles para mí, ni mucho menos. Lo estoy demostrando.

¿La presión era porque te sentías en deuda con Italia?

Sí, claro. Lo que ha hecho conmigo es para agradecerlo toda la vida. El país, su gente… Me tratan como uno más. Bueno, ahora lo soy, pero antes no lo era. Repito que mucha gente ha participado para que en ningún momento me sintiera un extraño aquí. Es mi casa. Esta deuda eterna, poco a poco, se la estoy pagando. Todos mis éxitos y medallas quiero dedicarlas al pueblo italiano. A la gente, a mi entrenador, a mi madre, a mi familia en Cuba…

¿Cómo están?

No los abandoné, pero… Es difícil. Quería perseguir mis sueños, mis objetivos. Mi madre ahora se ha venido a vivir aquí conmigo, pero el resto están allí.

Háblame de tu infancia-adolescencia allí, y cuándo decides emprender el homérico viaje a Europa. Los motivos que te impulsaron.

Tengo recuerdos lindos de La Habana. Allí somos naturales, espontáneos. Estamos siempre en la calle, corriendo y saltando. Con mucha energía… Mi madre rápidamente se percató de mi potencial. Me llevó a una pista de atletismo. No fue sencillo, porque quería que fuera músico. Tenía nueve años. Comencé a correr y saltar con mis coetáneos. No estaba el nivel de los demás, y fueron pocos los entrenadores que confiaron en mí. Algunos me dijeron que no tenía talento para ser deportista. Nunca dejé de creer; mi madre tampoco. Recuerdo que participé en un campeonato juvenil disputado en Oregón. Era 2014, y quedo cuarto. Al año siguiente entro en el equipo nacional. Me entrenaba Yoelbi Quesada (campeón del mundo y medallista olímpico), pero muchos dirigentes u otros técnicos insistían con que no tenía talento para saltar, que no era bueno ni llegaría nunca a nada. Que el deporte no era lo mío. Se equivocaban, lógicamente. Tuve problemas con la Federación, así que decidí salir. No me sentí valorado. Yo quería ganar una medalla olímpica con Cuba, mi país. Una satisfacción como atleta, sobre todo porque estaba rodeado de medallistas olímpicos y mundiales. Sí, quería pertenecer a ese grupo tan selecto. Sabía que allí sería difícil, que tenía que comenzar de cero. Lejos, muy lejos.

Una cosa no me ha quedado clara. Tú participas en los Juegos de Tokio con Cuba. ¿O me equivoco?

Vamos a ver… Fui, pero al momento de participar dije que no lo haría. Cuba me había inscrito pese a estar lesionado… El caso es que acudo, inicialmente con la intención de competir porque si hacía lo contrario me mandaban de vuelta enseguida. Llega el día, y digo que no puedo.

¿No lo hiciste porque no podías o porque no querías? Lógicamente la tensión ya se palpaba. La relación estaba rota.

Vamos a ver, tú en un Juegos puedes participar incluso si estás lesionado. Aprietas los dientes, y no pasa nada. Yo lo he hecho otras veces. Mi caso era complejo. No quería y no podía, en realidad. Es mejor dejarlo ahí, sin añadir más. Es que ya tenía pensado venir a Europa, y conocía la reglas de la World Athletic.

Sí, lo de esperar tres años para representar otro país en certámenes deportivos.

Exacto. Yo ya sabía que me iba. Rechazando Tokio, podía haber llegado -por ejemplo- a los europeos de Roma. También al Mundial. El problema es que Cuba me inscribió, así que es como si hubiera participado.

Andy Díaz posa con su medalla del campeonato mundial.  CEDIDA
Andy Díaz posa con su medalla del campeonato mundial. CEDIDA

La fricción era grande ¿Por qué elegiste Italia?

País lindo, lleno de cultura. Italia es el lugar más latino de Europa. Tiene algo de Cuba. Mi madre ya la conocía, y siempre me hablaba de ella. Me contaba historias, me explicaba el Coliseo, me detallaba la comida, la cercanía de la gente. Me enamoré de esta tierra antes de venir. Lo hice por vez primera en 2019 (una prueba de atletismo), y ya dije entonces que me habría gustado vivir aquí alguna vez.

Volvamos al inicio. Llegas en 2021, tras esos fatídicos Juegos.

Sí, vengo solo, aunque primero a España. Estoy una o dos semanas simplemente pensando y meditando qué había hecho con mi vida. No es fácil abandonar un país. No sabía si era acertado todo lo que estaba haciendo. Mi madre, mi familia y yo… Todos llorando. Entonces pensé que ya no había vuelta atrás. No podía volver a Cuba en ocho años.

¿Por qué? ¿Te planteaste nacionalizarte español?

La ley dice que si tú abandonas la delegación del país no puedes entrar en ocho años. Sobre lo de España, la verdad es que solo quería Italia. Ya aquí, con mi maleta, hablo con algunos conocidos para asesorarme de varias cosas. Sí, pedí ayuda a algunos amigos. Sugerencias, consejos para ver por dónde tirar. Tenía un conocido ya instalado aquí… Sabía de él desde los tiempos de Cuba. Por otro lado, conocía perfectamente que llegaba a un lugar del área Schengen, y el visado -sin trabajo ni documentos o permisos- caducaba pronto. La situación así no se podía alargar mucho.

Necesitabas documentos. Todos.

Sí. Se me acababa el tiempo, que había empleado en recorrer todo el país, de norte a sur. Buscaba soluciones. En mi maleta estaba la ropa, las zapatillas y mis decisiones. Necesitaba algo urgentemente que me cambiara la vida. Entonces, llegué a Roma. Fue cuando llamé a Fabrizio, a quien conocí en 2018. Coincidimos en un mundial indoor en Birmingham. Él era la historia. Se retiró con 42 años, compitió con los mejores y ganó medallas sin parar. El más grande.

¿Qué sucedió?

Le llamé, pero yo no hablaba italiano. Mi interlocutor era un amigo. Le pedí ayuda. Lógicamente él a mí no me conocía, porque yo no era nadie entonces. Se informó, y me dijo que lo primero era el tema de los documentos en las oficinas de inmigración. Después se hablaría de deporte.

Eso hiciste, incluso dormiste en la calle.

Solicité asilo político. Comenzó un largo proceso burocrático que, mientras lo estudiaban, me permitía permanecer en el país. Estaba autorizado… Y sí, dormí en la calle varias veces para entrar de los primeros por la mañana. Las colas allí son interminables, kilométricas. Era mi oportunidad; no podía desaprovecharla. Lo pienso ahora y me emociono. Había inmigrantes arribados de todas las partes del mundo. Yo tenía mi pasaporte oficial cubano, que solo disponemos los atletas. Es decir, que no es el ordinario. Me lo piden, y comienzo a rellenar documentos. Se inician los trámites para ser refugiado político. Todo eso se lo enseño después a Fabrizio, quien vino a buscarme para llevarme a su casa.

Te lo concedieron. Imagino el alivio ¿Qué alegaste?

Es siempre tras un tiempo. El que emplean en comprobar, verificar ciertas cosas sobre ti. Fueron muchas citas; esa que te expliqué significó solo la primera. Tardaron ocho meses en concederme asilo político, pero no te puedo decir los motivos por los que me lo dieron. Es algo muy reservado. No puedo hablar de esto.

Fabrizio Donato te acoge en su casa como un padre.

Sí, estuve varias semanas allí. Me ayudó a encontrar un club. Confiaban en él, y en mí. Comprendieron enseguida mi lado humano, que no soy un delincuente ni nada por el estilo. Yo vine solo para cumplir mi sueño. Quería ser un atleta de nivel mundial. Así pues, me buqué un piso de alquiler. Después comenzamos a entrenar, y luego llegaron los primeros resultados. Estaba tranquilo, porque ya habíamos resuelto un problema importante. El favor que me hizo Fabrizio… Me incluyó en su vida: íbamos a hacer la compra, a por sus hijas al colegio, me ayudó con el italiano, comía en su casa, dormía, me adaptaba a sus ritmos. Un padre, y todavía lo es.

Quiero volver a la primera pregunta. Ese podio olímpico de tres cubanos que ninguno representaba el país natal. No sé si es más motivo de orgullo o pena para esa Cuba sujeta al comunismo, tradicionalmente en simbiosis con los Juegos y, a su vez, siempre tan reñida con el profesionalismo.

Es difícil, sí. Espero que los directivos se dieron cuenta lo que perdieron. Es una lástima, pero no me arrepiento de nada. Incluso aunque no hubieran salido bien las cosas a nivel deportivo. Tres cubanos allí, y el mérito va para otros países que confiaron más que el suyo propio. Una alegría, pero qué pena para el país. En mi caso, feliz por darle esa medalla a Italia.

Jordan Díaz. ¿Ves factible su marca?

Un deportista con mucho talento. No de ahora. Le conozco desde pequeño. Sus primeros pasos en Cuba... Nos entrenábamos en la misma pista, aunque con diferentes entrenadores. Se veía que iba a explotar. También te digo que, en general, en el deporte no basta solo con el talento. Se requiere constancia, disciplina, determinación. A mí siempre me dijeron -yo también lo creo- que no soy talento, sino trabajo. Ojalá hubiera tenido algo más de esa habilidad genética. Volviendo a Jordan, puede saltar mucho más, pero yo también. Fíjate qué prestaciones en los últimos Juegos, quizás los más difíciles de la historia en nuestra prueba… El noveno saltó más de 17,20. Algo insólito. En mi caso, vengo de ganar dos medallas con buenas marcas… Sí, se presenta un futuro aguerrido deportivamente hablando. Muy prometedor.

¿Le retas?

Sí, claro. Es campeón olímpico. Yo solo puedo retar a los dos que me ganaron allí en Francia. Jordan y Pichardo están en la mira, aunque mis objetivos van más allá. Saltar, mejorar mis prestaciones, crecer, seguir ganando… La competencia me ayuda mucho. Además, soy humilde. En el fondo, vine sin nada y no he conseguido nada. Quiero verlo así para seguir creciendo.

Formas parte de le Fiamme Gialle. Una ayuda económica importante. Tú ya eres deportista de élite, pero hay otros que pertenecen a grupos militares sin serlo aún. Claro, ahí se esconde en parte la impresionante imagen que da siempre Italia cada vez que se asoma a los cinco aros.

Gracias a ellos podemos dedicarnos solo al deporte a nivel profesional. Nos pagan por entrenar, descansar y competir. No estamos obligados a trabajar para tener una vida normal.

¿Cuándo vuelves a Cuba?

No puedo. Tengo que esperar cuatro o cinco años aún. Echo de menos a mi familia. Mi padre, mi abuela, mis primos, mis tíos… Soy muy familiar. No veo la hora de volver, pero solamente para verlos. Me contaron que los vecinos, tras las medallas, fueron a mi casa allí para felicitar a mi abuela. Le dijeron que hice muy bien en salir. Me llena de orgullo todo eso.