EUROPEOS DE ATLETISMO

Quique Llopis graba un final feliz para su película de "El tío con más mala suerte del mundo"

El valenciano deja atrás un sinfín de pesadillas en los grandes días y se cuelga la medalla de plata en el Europeo de Roma.

Quique Llopis, a la salida del estadio tras proclamarse subcampeón de Europa. /RFEA
Quique Llopis, a la salida del estadio tras proclamarse subcampeón de Europa. RFEA
José M. Amorós

José M. Amorós

Si hay que elegir un solo deportista español que ha pasado por mil sinsabores, todo le iba en contra y hasta llegó a parecer que una maldición le perseguía ese era, hasta este sábado, Quique Llopis. La mejor definición de las competiciones del valenciano desde su salto a la élite la hizo su padre lo definía en Relevo hace 15 meses: "Con su historial, podrían hacer una película del tío con más mala suerte del mundo y la gente no se creería que es algo real".

Pero todas las historias y todas las películas merecen un final feliz, sobre todo cuando hablamos de un chaval de inmejorable trato, mejor educación y que no se inmuta ante nada ni nadie. Así también ha demostrado en la victoria, cuando nada más terminar la prueba, al salir su nombre en el videomarcador como segundo clasificado de la gran final de los 100 metros vallas en medio de un Stadio Olímpico que se caía ante la victoria de su compatriota Simonelli. Ni una mueca de felicidad, solo una mirada perdida.

¿Qué le pasaba a Llopis? En realidad, nada más allá de lo que haría cualquier otro día de competición. "Estaba buscando a mis padres, pero no les veía porque había mucha gente", confesaba a Relevo nada más terminar. Justo en ese momento, su padre nos escribía que llevaban una hora buscándole. El encuentro, después de todo lo pasado, será el más bonito que hayan vivido.

Cuando se le habla de la mala suerte del pasado y si esta plata cierra toda la película de su pasado, Llopis nos rectifica a nosotros y a su padre: "Yo no creo en la mala suerte. Si ha habido cagadas en el pasado han sido culpa mía, desde la caída de Estambul — donde toda la pista se silenció al verlo inherte sobre el tartán de la pista — a cualquiera de las otras cosas. Al final, es porque no llevas bien los nervios y en las vallas cualquier traspiés te deja fuera".

Tras todos esos episodios, la mentalidad de Quique ha cambiado con la ayuda de su entrenador Toni Puig. "Psicológicamente estamos mejor que nunca, estamos saliendo a disfrutar y a correr, y así es como están saliendo los resultados".

Lo que nadie se acordará es de que Llopis estuvo muy cerca de volver a no tener opción de soñar. En la semifinal, se movió en los tacos y el detector de los tacos que tantas veces echa a los atletas con billete a casa ha avisado a los jueces. Pero, a diferencia de otras ocasiones, el árbitro principal de la prueba sacó una amarilla y no una roja permitiendo una segunda oportunidad.

Pero ahí no terminó la historia. En esa segunda oportunidad, Llopis que afirma que "no iba a salir hasta escuchar el disparo para no jugármela" marcó un tiempo de reacción de 0.102 siendo 0.100 el límite permitido. De milagro. Parecía que todos los planetas que se alinearon en el pasado para fastidiarle, hoy iban a su favor. El karma lo llaman algunos.

Llopis es una de esas personas que son buenas. Mientras hablaba con los medios españoles desplazados a Roma, su amigo Asier Martínez lloraba abrazado a su entrenador tras quedarse con la miel en los labios de la cuarta plaza. "Algún día, los dos estaremos en el podio", decía. "El atletismo nos debe que ambos estemos juntos con una medalla cada uno. Un trozo de mi medalla es suyo".

Quique es Quique, en la victoria y en la derrota. "No tengo palabras", nos cuenta mientras se encoge de hombros. "A ver cómo me levanto mañana y a ver cómo lo asimilo".