MARATÓN

Los secretos del aguador de Kipchoge que dio la vuelta al mundo: "Sus botellas no tienen agua"

El alemán Claus-Henning Schulke atiende a Relevo tras entregarle al keniano los 12 bidones con los que destrozó el récord del mundo en la maratón en Berlín.

Claus-Henning Schulke entrega un bidón a Kipchoge en la maratón de Berlín de 2018. /GETTY
Claus-Henning Schulke entrega un bidón a Kipchoge en la maratón de Berlín de 2018. GETTY
Daniel Arribas

Daniel Arribas

Tres semanas después de hacer historia, Claus-Henning Schulke acaba de cruzar la meta de la Atlas Mountain Race, una carrera ciclista de 1.167 kilómetros por el desierto del Sáhara. "Estoy muy cansado, apenas he podido dormir en los últimos días", dice a Relevo por videollamada, todavía con brillo en los ojos. El motivo no es solo físico. Lejos de Marruecos, en su Berlín natal, este ingeniero de 56 años, voluntario de la maratón más rápida del planeta desde hace un cuarto de siglo, fue el encargado de entregar las botellas con las que Eliud Kipchoge rompió en mil pedazos el récord del mundo de la larga distancia el pasado 25 de septiembre: 2 horas, 1 minuto y 9 segundos.

"Nunca imaginé que pudiera formar parte de algo así", reconoce en un inglés con marcado acento germano. Sin embargo, Bottle Claus, como ya le ha bautizado el mundo del atletismo tras su enérgico desempeño junto a Kipchoge, sabe que la suerte no siempre sonríe a quienes buscan la gloria. En sus 25 años como aguador de las estrellas lo ha visto todo. En 2011, cuando Haile Gebrselassie buscaba su quinto oro en Berlín, una inflamación en los bronquios mermó al pequeño Jefe de la larga distancia, que tuvo que abandonar. "El año pasado, sin ir más lejos, asistí a Kenenisa Bekele y no tuvo su mejor día", dice. El etíope, maratoniano más rápido de la historia de no ser por Kipchoge, además de dos veces campeón olímpico en los 10.000 metros y una en los 5.000, naufragó en la última edición de la carrera y quedó muy lejos del triunfo.

"Después de toda una vida de entrenamiento, esfuerzo y dedicación, para ganar aquí tienen que encajar todas las piezas del puzle en el momento exacto. Y eso es muy difícil", dice Claus, que estableció una gran relación con Kipchoge en 2018, cuando el keniano logró junto a él su, hasta ahora, último récord de maratón (2:01:39). Tras aquel éxito, Kipchoge se quedó con ganas de repetir. Y no olvidó a Claus.

Un mes antes de la prueba de este año, el voluntario alemán, sonrisa perpetua, pelo cano y gafas de pasta, recibió una llamada inesperada. Era Mark Milde, director de la maratón de Berlín, una de las seis majors junto a Chicago, Londres, Tokio, Boston y Nueva York. "He hablado con el equipo de Eliud y quieren repetir contigo este año", le informó. Claus, claro, no tardó en aceptar. "No me lo esperaba", revela con una sonrisa orgullosa.

Kipchoge y Claus, días antes de la maratón de 2022 en Berlín.  CLAUS-HENNING SCHULKE
Kipchoge y Claus, días antes de la maratón de 2022 en Berlín. CLAUS-HENNING SCHULKE

Tres semanas más tarde, a cinco noches del gran día, Kipchoge y su equipo aterrizaron en Berlín tras casi 48 horas de viaje en diferentes escalas. Ebrio de emoción, como un niño en la mañana de Reyes, Claus fue a recibir a su colega al aeropuerto: "No nos habíamos visto en cuatro años, pero se acordaba de mí perfectamente. Eliud es una persona amable, tranquila y con los pies en el suelo, muy lejos de lo que entendemos por una superestrella. Es un tío al que le encanta bromear para crear buen ambiente a su alrededor".

Claus, siempre hospitalario, llegó al aeropuerto con un ramillete de girasoles para recibir a Kipchoge. Era martes, pero la carrera del domingo ya estaba muy presente. "Eliud tenía el récord del mundo entre ceja y ceja. Se le notaba en la mirada", cuenta el voluntario al otro lado de la pantalla. Había que ponerse manos a la obra.

Reuniones y botellas

Kipchoge y su equipo se hospedaron en un hotel céntrico, junto al Tiergarten, pulmón verde de la capital por el que transcurre la maratón cada mes de septiembre. Tras dejar las maletas en su habitación, el plusmarquista salió a soltar las piernas por las calles de Berlín. "Entrenamiento suave", cuenta Claus. Fue el único que pudo completar hasta el domingo. "En los días previos al evento, todo el mundo le pide fotos, incluidos los atletas de otros países. No sé cómo puede vivir con tantas interrupciones".

Kipchoge lo acepta como parte del juego. La gente le adora y quiere acercarse. Él cede. Siempre lo ha hecho. Eso sí, cuando la expectación amenazó con trastocar su preparación, se recluyó en el hotel. Allí, en su habitación, dedicó la mayor del tiempo a los estiramientos musculares y al descanso.

Mientras, Claus se encargó de perfilar la estrategia del domingo con Valentijn Trouw y Patrick Sang, entrenadores del keniano: "Nos reunimos cuatro veces antes de la carrera. Compartimos información detallada sobre las entregas —no pueden salirse de la línea marcada ni lanzar los bidones, tienen que ser los atletas quienes los cojan—, preparamos la señalización y debatimos cuáles eran los puntos ideales para hacerlas". Normalmente son ocho, pero Kipchoge y su equipo decidieron hacer más en 2017 y desde entonces les ha ido bien. "Ahora quieren que las tres primeras sean cada cinco kilómetros. Luego, un bidón cada 2,5 kilómetros. Es decir, 5, 10, 15, 17'5, 20, 22'5… En total, 13 puntos de avituallamiento", cuenta Claus mientras acompaña el cálculo con las manos.

Claus entrega un bidón a Kipchoge en la maratón de 2022.  CLAUSS-HENNING SCHULKE
Claus entrega un bidón a Kipchoge en la maratón de 2022. CLAUSS-HENNING SCHULKE

Lo que poca gente sabe es que las botellas del plusmarquista no llevan agua. "Le preparan una bebida especial con carbohidratos que mantiene su metabolismo a tono durante el esfuerzo", explica. El líquido en cuestión tiene dos ingredientes clave, la pectina y el alginato de sodio, elementos que procesan rápidamente los nutrientes, mantienen la sangre activa durante la actividad física y reducen la sensación de hinchazón o malestar estomacal.

Durante la carrera, más de dos horas a una velocidad media de 21 kilómetros por hora, ritmo de 2:52 el kilómetro —prueben en sus casas—, Kipchoge puede llegar a beber hasta dos litros del concentrado. "Da unos 39 tragos por carrera, tres por cada punto de avituallamiento", dice Claus. "Él y su equipo lo tienen todo estudiado al milímetro".

Flotar sobre el asfalto

Domingo. Cielos despejados y temperatura agradable en Berlín. Todo sopla a favor, pero Claus no se fía. "No pude pegar ojo en toda la noche. Pueden salir tantas cosas mal…". Horas antes del pistoletazo inicial, a modo de tradición, el voluntario completó en bicicleta los 15 kilómetros que separan su casa de la salida. En el trayecto, todavía de noche, pasó por la puerta del hotel de Kipchoge. "A esas horas, en el Tiergarten la tensión ya se siente a cada paso".

En la salida, junto a la emblemática Puerta de Brandeburgo, esperó al keniano con más de una hora de antelación. Kipchoge llegó minutos antes de la carrera. Allí, cinco días después de su último encuentro, se reencontró con su sombra. "Cuando bajó del autobús, me miró y sonreímos. Nos fundimos en un abrazo muy sentido", recuerda. "Su cabeza, eso sí, ya solo pensaba en la carrera".

A las nueve en punto de la mañana, la alcaldesa de Berlín, Franziska Giffey, dio el pistoletazo de salida. Kipchoge, en primera línea, pulsó su cronómetro y echó a correr. La historia, al igual que Claus, le estaba esperando.

En el quinto kilómetro, primer punto de avituallamiento de la carrera, todavía con muchos atletas en cabeza, Claus entregó la primera botella al keniano. Aunque no sin complicaciones: "El marcador del ritmo, que iba justo por delante de él, intentó coger mi botella. Casi me da algo. Eché el brazo rápido para atrás y pude dársela a Eliud. Es un signo más de que en una carrera pueden salir muchas cosas mal".

Por eso, Claus celebró cada entrega con una euforia desmedida. Aunque fuera efímero, quería saborearlo. Palmada, grito de rabia y a seguir. Había que pedalear a toda velocidad hasta el siguiente avituallamiento: "Es fundamental llegar a cada punto de entrega dos minutos antes que el atleta. Y no es fácil, más aún en las estaciones cortas, separadas por tan solo dos kilómetros y medio. Tenemos que adelantar a los propios corredores, a los coches, a las motos que marcan los tiempos… Hay mucho tráfico y tenemos que ser puntuales. No hay tiempo para pensar".

Para diferenciarse del resto de aguadores, Claus tomó medidas antes de la carrera. "Lo primero que hago siempre es gritar el nombre del atleta, pero a veces no es suficiente para evitar confusiones. Esta vez, para facilitar el contacto visual, me puse mangas amarillas y un cartel en el brazo, casi a modo de escudo, con el dorsal de Kipchoge. También instalé una luz en la parte trasera de mi bicicleta con forma de estrella, para que Eliud se pudiera ir fijando. El objetivo es que tenga muchos estímulos, auditivos y visuales, y no pierda ni un segundo buscándome".

La comunicación con el equipo del atleta también es clave durante el transcurso de la carrera. En el kilómetro 22'5, pasado el ecuador, Patrick Sang llamó a Claus desde la moto de la organización en la que seguía a su pupilo. "En la próxima estación pasará de largo, puedes ir directo a la siguiente", espetó. Dicho y hecho. Kipchoge, ritmo infernal hacia la meta, se saltó uno de los 13 avituallamientos acordados en los días previos. Claus no lo podía creer. "Hizo una primera mitad tan increíble —bajó de la hora en la media maratón— que tuvo que bajar en la segunda parte para aguantar el ritmo hasta el final".

Entre tanto, Kipchoge, el maratoniano más rápido de todos los tiempos, atleta sin igual, recibía correcciones por parte de sus técnicos. "En torno al kilómetro 30, le dijeron que llevaba los brazos y el cuello demasiado rígidos", dice Claus, replicando las indicaciones con gestos. Cuidado con las piernas. No estés rígido. Mantén tu estilo. Corre fácil. "La realidad es que vuela", admite, todavía con asombro. "Tiene tan poco contacto con el suelo que la sensación es que flota sobre el asfalto".

La gloria reta a los mejores

Tras casi dos horas de concentración extrema, el voluntario entregó la duodécima botella al doble campeón olímpico de maratón en el kilómetro 40, último punto de avituallamiento. Allí, justo antes de la recta final, sus caminos se separaron. Pero quedaba lo mejor. "Me perdí el momento en el que Eliud cruzó la meta. Intenté poner la señal en el móvil, pero no funcionaba Internet. No sabía el resultado ni qué tiempo había hecho. Fue un amigo el que vino y me dio la noticia: "¡Eres el asistente del nuevo récord del mundo!". En la soledad del anonimato, entre una multitud de vuelta a casa, Claus saltó de alegría.

"Si alguien piensa que puedo tener una millonésima parte de culpa de este récord, sería un honor incalculable", dice, tímido. Su desempeño durante la carrera pudo tener mucho peso en el tiempo del plusmarquista keniano, que superó su anterior récord por tan solo medio minuto. "Según mis cálculos, por cada punto de avituallamiento exitoso puedes ahorrarle dos segundos al corredor", explica desde el otro lado de la pantalla. Con esa estimación, Claus pudo rebajar la marca de Kipchoge en 24 segundos.

El lunes, después de recuperar varias horas de sueño, el alemán quiso despedirse de su pareja de baile. "Fui al hotel antes de que salieran hacia el aeropuerto esa misma tarde, pero Eliud estaba durmiendo". Vacío tras la carrera, Kipchoge, sabedor de que podía no volver a ver a Claus, le dejó un regalo. "Sus entrenadores agradecieron mi entrega durante la carrera y me dieron el dorsal de Eliud, que estaba firmado". No human is limited. Together we can make this world a running world. O lo que es lo mismo: "El ser humano no tiene límites. Juntos, podemos hacer de este mundo un mundo de corredores".

El dorsal que Kipchoge le dedicó a Claus.  CLAUS-HENNING SCHULKE
El dorsal que Kipchoge le dedicó a Claus. CLAUS-HENNING SCHULKE

Ya en 2018, cuando Kipchoge batió el récord del mundo de maratón de aquel entonces en Berlín, el keniano se rindió a Claus: "Sin su ayuda no hubiera sido posible". Él, cauto, prefiere mantenerse en segundo plano: "La base de todo está en los miles de kilómetros que ha hecho, en el trabajo duro que ha realizado durante todos estos años. Sin eso, no haces un récord del mundo".

El reto ahora —en realidad siempre— está en saber si el keniano, mito absoluto de la larga distancia, es capaz de bajar, por fin, de las dos horas en una maratón. "En Berlín lo tenía en la cabeza, pero no se pudo dar", lamenta Claus. Y añade: "Al final, su marca se quedó a 69 segundos de conseguirlo. Si calculas, eso es un segundo y medio por kilómetro. Quien corra un mínimo sabe que eso puede resultar un mundo". Aún así, con el gesto serio por primera vez en toda la entrevista, sentencia: "Creo que se bajará de las dos horas en la maratón. Y si alguien lo puede hacer, ese es Eliud Kipchoge".