Los secretos de Joshua Cheptegei, el atleta destinado a bajar de las dos horas en maratón: "De pequeño jugaba a correr, no al fútbol"
El ugandés, que se prepara en Kapchorwa, a 2.200 metros de altitud, debuta en la emblemática distancia este domingo en Valencia.

Un serpenteante camino de tierra, pedregoso y de color rojizo separa la casa de Joshua Cheptegei y Kapchorwa, la meca del atletismo en Uganda. Allí, entre montañas que convergen a más de dos mil metros de altitud, panorámicas de otro planeta, el campeón olímpico de 5.000 y triple campeón mundial de los 10.000 se mueve como pez en el agua. Es su hábitat. Su hogar. "Es un lugar perfecto para entrenar. Tenemos las condiciones idóneas, la mejor comida y no hay contaminación", asegura cada vez que un micrófono se enciende en cualquier rincón del planeta. Lógico para alguien que, con 27 años, se muestra incapaz de olvidar sus raíces.
"En las distancias cortas, Cheptegei es una persona súper agradable", asegura Xavier Aldekoa, reportero y autor de cuatro libros sobre el continente africano. En 2020 viajó a Kapchorwa, poblado de apenas 12.000 habitantes ubicado en las faldas del Elgon, un volcán a 4.300 metros de altitud que marca la frontera oriental de Uganda. Allí buscaba respuestas. ¿Por qué un país condenado históricamente a vivir a la sombra de Kenia y Etiopía, vecinos más exitosos, puede presumir ahora de los hitos más codiciados del atletismo internacional?
"Todo a su alrededor conspira para que corran", asegura el periodista catalán. "Cheptegei siempre cuenta que cuando era pequeño iba corriendo a misa, a la escuela, a comprar… Es parte de su realidad. Allí los críos juegan a correr, no al fútbol". No es de extrañar, claro, que entre los grupos de atletas que se ven a cada paso por los senderos de tierra, aparezcan grandes campeones. Todos, camino a la pista de atletismo del pueblo, un paraíso de ocho calles elevado sobre las nubes.
Allí, Cheptegei, que financió el tartán actual —antes tierra—, entrena como uno más. "No le paran por la calle porque para ellos, Joshua es su vecino", explica Aldekoa al otro lado del teléfono. "Hablan de él con orgullo, le admiran y los chiquillos corretean a su alrededor, pero nada parecido a la cultura del ídolo que tenemos aquí".
Él pudo comprobarlo de primera mano. Al saber de su visita, Cheptegei acudió al hotel del catalán para invitarle a comer con toda su familia. "Es una persona tímida, incluso diría que parca en palabras, pero amabilísima con todo el que le rodea. En absoluto alguien endiosado. No por nada todos hablan maravillas de él", cuenta el periodista. "Allí, en las casas que ha levantado para él y su familia en la montaña, a una hora de Kapchorwa, estuve con sus padres, hermanos, primos, vecinos y amigos. Éramos muchísimos porque invitaba a todo el mundo. Comimos ugali, una especie de pasta blanca [elaborada con harina de maíz] que es el plato nacional, mucha carne, espinacas... Era la definición perfecta de su alimentación, proteica y muy baja en grasas. Eso sí, todos tomaban bebidas azucaradas. Todos menos Cheptegei, que bebía agua".
Él, 167 centímetros de altura y apenas 52 kilos de peso, pertenece a los sabiny, una etnia extremadamente religiosa, ligada aún a ciertas tradiciones ancestrales y con una complexión física que bien podría haber surgido de cualquier laboratorio: espigados, con mucha fibra y músculos pequeños. Nacidos para correr, vaya.

El asalto de Cheptegei a la maratón, este domingo en Valencia
En los primeros compases del año, Marc Roig fue quien habló con el equipo de Cheptegei para concretar el asalto a la maratón. "Fue cosa de ambas partes, porque el debut de Joshua en la distancia estaba al caer", revela el fisioterapeuta catalán, director deportivo de la maratón de Valencia desde mayo de 2019. "El acuerdo fue mutuo enseguida".
El año pasado ya trataron de convencerlo para la prueba de media maratón, pero el calendario frustró el intento. Sí resultó dos años antes, en 2020, cuando Cheptegei reventó en la ciudad del Turia el récord del mundo de 10.000 metros, logrado por Kenenisa Bekele en 2005, y estableció el nuevo listón en 26:11:00. "Siempre hemos intentado traerle porque tenemos buena relación con su equipo", apunta Roig. "Ahora todo encajaba a la perfección porque estamos en año preolímpico y, al mismo tiempo, alejados de su principal objetivo del curso, que era el Campeonato del Mundo de Budapest".
Cheptegei, ansioso por ver qué le depara el asfalto, se ha preparado en Kapchorwa entre lluvias incesantes y con un kilometraje sorprendentemente corto: entre 140 y 160 kilómetros a la semana, lejos de los más de 200 que completan otros maratonianos de élite. "Él sabe que tiene el talento y se esmera en nutrirlo como debe", añade Roig. "Ha tenido caídas importantes, como la que sufrió en su propia casa durante el Mundial de cross, con una pájara tremenda, pero siempre se ha levantado para volver a ganar. Tiene un saber hacer increíble. Sabe explotar su talento".
El techo, en cualquier caso, no lo conoce nadie. Tampoco el propio Cheptegei, que dice conformarse con un podio en Valencia, sin importar el tiempo. "Decir dónde está su límite es muy difícil, casi imposible. Es algo que depende de muchos factores", sentencia Roig por teléfono. Batir la marca de Kelvin Kiptum (2:00:35) queda, de momento, en el horizonte. Bajar de las dos horas, también. La cuenta atrás ya ha comenzado.