La Copa del técnico más joven y los 44 puntos de Mark Davis: "No paraba de decir que quería una foto con el Rey"
El 13 de febrero de 1990 el CAI ganó en Las Palmas su segundo título con la mayoría de jugadores de la casa, una media de edad de 22 años y el acierto incontenible de su americano.
![Mark Davis, en su etapa como jugador del CAI Zaragoza. /ARCHIVO](http://s3.sportstatics.com/relevo/www/multimedia/202502/11/media/cortadas/mark%20davis-Ru7IFjiDQ1FPbhA0XUIfu3J-1200x648@Relevo.jpg)
El 13 de febrero de 1990, el CAI Zaragoza se proclamó campeón de la Copa del Rey por segunda vez en su historia. La primera, en diciembre de 1983, esculpió el nombre de Kevin Magee en el mármol de las leyendas, cambió el rumbo de la ACB y abrió camino a un equipo que durante años se situó a la altura de los tradicionales dominadores del baloncesto español y los tuteó a todos. En 1990, el modelo alcanzó su culminación en el torneo jugado en Las Palmas, dejando en los anales de la historia algunos récords aún vigentes: los 44 puntos de Mark Davis en la final contra el Joventut, el triunfo de un entrenador de 24 años como Chuchi Carrera y la consagración de un grupo cuya media de edad no pasaba de los 22 años.
La Copa de los prodigios encumbró hace hoy 35 años justos a un equipo construido con los materiales tradicionales del CAI Zaragoza: una potente base de jugadores de casa, con varias generaciones alimentadas a los pechos del CB Zaragoza de José Luis Rubio: el patriarcal Fernando Arcega y su hermano Pepe, los entonces ya clásicos Paco Zapata, Quique Andreu y Joaquín Ruiz Lorente; y, a su alrededor, la energía de un grupo de chicos que fueron brotando como juniors en años sucesivos: Santi Aldama, Fran Murcia, José Miguel Hernández, Alberto Angulo y Dani Álvarez.
Aquella talentosa bisoñez, tan bien mezclada, la sostenían dos extranjeros disímiles, que encajaban como las piezas exactas de un puzle: el estadounidense Mark Davis, jugador atlético, intuitivo en las decisiones y veloz de ejecución; anotador serial, pese a no ser un especialista puro del tiro. Y en el interior, el bregado Alexander Belostenny, ucraniano de nacimiento pero, en lo formal, expresión clásica de la escuela soviética más reconocible.
Si el plantel era joven, casi tanto como ellos lo eran sus dos entrenadores zaragozanos: Chuchi Carrera y José Luis Oliete. Ambos de 24 años. Ambos educados en las canchas del mismo CBZ y, de hecho, crecidos de la mano de una buena parte de los jóvenes jugadores que aquella tarde de martes iban a saltar la banca en el Centro Insular de Las Palmas. Porque, sí, aquella final entre el RAM Joventut y el CAI Zaragoza se jugó en martes. Y 13. Otra nota de anacrónico exotismo para la mirada actual.
El CAI Zaragoza celebraba en 1990 su victoria en la Copa del Rey de baloncesto frente al Joventut de Badalona. Entrenaba Chuchi Carrera con 24 años y jugaban los hermanos Arcega, Mark Davis, Belostenny, Zapata, Alberto Angulo, Fran Murcia, etc. Lo que fuimos y lo que somos… pic.twitter.com/3bHK3awLtS
— Luis Gil (@lagillopez) March 13, 2022
La realidad es que nadie, ni siquiera en el corazón del vestuario del propio equipo aragonés, pudo llegar a suponer de antemano que la isla de Gran Canaria reservase algún tipo de tesoro para un equipo que pasó la temporada de bache en bache: "Nadie nos daba como favoritos y ni siquiera nosotros mismos podíamos pensar que llegaríamos tan lejos. El que diga otra cosa miente: llegamos a la Copa con todo en contra", resume José Miguel Hernández, un alero de corte clásico, cuyo precoz desarrollo lo había situado en el entorno del primer equipo ya la campaña anterior, con Ranko Zeravika al mando.
Esa impresión de sorpresa a la que se refiere Hernández está basada en lo ocurrido en toda la primera parte de la temporada y en la propia antesala del torneo. El equipo lo dirigía el veterano Moncho Monsalve hasta el mes de noviembre, cuando una derrota en la Copa Korac en la pista del Cholet por 18 puntos y algunas desavenencias internas dispusieron al presidente José Luis Rubio al cambio. Lo sorprendente no fue tanto la destitución como la elección de su relevo: Chuchi Carrera, secundado por Oliete. "Podría haber traído a un técnico de renombre, pero pensé que nadie podía conocer mejor a la plantilla y la filosofía del club que ellos", ha subrayado en alguna ocasión el histórico presidente del CB Zaragoza.
Chuchi tomó el equipo a su cargo con 24 años. Lo excepcional de que un técnico levante un título a esa edad lo constata el hecho de que nunca más ha ocurrido. Pero Carrera lo pone en contexto: "Ese año había una tendencia de entrenadores muy jóvenes que habían asumido banquillos importantes: Javier Imbroda, Pedro Martínez, Alfred Julbe...". En realidad, la arriesgada decisión de Rubio contaba con un factor de proximidad que funcionó bien: Chuchi ya llevaba tiempo en la dinámica del grupo, conocía de sobra a todos los jugadores, el funcionamiento interno y los códigos del vestuario: "Estuve de segundo con tres grandes como Manel Comas, Ranko Zeravika y Moncho Monsalve. Habían sido cuatro años y medio con el primer equipo; y, además, José Luis Rubio siempre tuvo la cantera como bandera del proyecto".
"Nadie nos daba como favoritos y ninguno de nosotros pensó que pudiéramos llegar tan lejos. El que diga otra cosa, miente. Llegamos a la Copa con todo en contra"
Ex jugador del CAI ZaragozaLa apuesta tenía sus ventajas, pero también conllevaba riesgos, porque el equipo no acabó de arrancar en todo el año. Ni antes ni después de la Copa: "Veníamos de ser eliminados de la Copa Korac en Livorno. Aquello fue un golpe: teníamos una ventaja de 24 puntos del partido de ida y perdimos por 25 con aquel tiro final de Fantozzi, que no se te olvida nunca", recuerda Santiago Aldama, el primero de esa generación de jugadores nacidos entre 1968 y 1971 en jugar con los mayores. Chuchi Carrera corrobora el impacto que la eliminación europea tuvo en el bloque: "El final fue muy controvertido, hubo un campo atrás que no existió y perdimos en la última jugada: desde ahí viajamos directamente a Canarias para la Copa. En la Liga ACB tampoco íbamos bien. Y, además, teníamos a Pepe Arcega recién salido de una lesión. Demasiados problemas", cuenta el ex técnico.
El base zaragozano participó a medias en el desastre de Livorno, pero estaba aún recuperándose de la operación de tobillo a la que se había sometido: "Me dieron el alta médica para jugar la Copa cuando me vieron por televisión", apunta divertido. "Teníamos que reservarle los minutos que pudiéramos. Montar una rotación con Joaquín y con Dani para darle cobertura a Pepe", cuenta Carrera. Joaquín Ruiz Lorente llevaba ya unos cuantos años como segundo base del CAI. O tercero un par de años antes, cuando José Luis Llorente se incorporó al equipo. Y Dani Álvarez, el más joven de todos, completaba la terna de directores de juego.
Que cuando jugaba Belostenny en el CAI ZARAGOZA éramos felicespic.twitter.com/sF61ze4v6L
— MarioMartín|||| (@mariodaragon) May 25, 2022
El viaje directo a Las Palmas desde Italia liberó algo al grupo. Chuchi Carrera y Oliete fueron muy conscientes de que el equipo necesitaba compensar emocionalmente su estado para llegar a la Copa en actitud positiva: "Priorizamos el descanso a los entrenamientos —revela el que fuera entrenador del CAI—. En contra de lo que hacían el resto de participantes, nosotros les dimos mucho tiempo libre". Los jugadores recuerdan irse de excursión a recorrer la isla el día antes de la final. Un ambiente de descompresión que favorecía a un grupo muy próximo por la dinámica interna de sus componentes: "Para nosotros era jugar entre amigos: los que no éramos de Zaragoza habíamos jugado en las categorías inferiores del club. Y los más veteranos se contagiaban de ese ambiente".
Chuchi siempre recuerda al capitán Fernando Arcega repitiéndole su mantra a lo largo de esos meses: "Continuamente me decía: 'Chuchi, relájate que estás muy serio'. Y yo: pero cómo quieres que me relaje, con lo que tengo encima", se ríe ahora al acordarse el ex técnico. La familiaridad con los jugadores ayudaba: "A Alberto Angulo lo entrené en infantiles ya, tenía un año más que Dani Álvarez. Esa generación se crio en realidad con José Luis Oliete, estuvo cuatro o cinco años con ellos e hizo un trabajo espectacular", valora Chuchi Carrera.
"Cada dos por tres, Fernando Arcega me decía: 'Chuchi, relájate que estás muy serio'. Y yo le contestaba: pero cómo me voy a relajar, ¿no ves la presión que tengo encima?"
Ex técnico del CAI Zaragoza"Habíamos llegado casi todos al club a los 12 o 13 años en la Operación Altura, y fuimos jugando juntos y manteniendo la relación incluso con la gente que se fue quedando", cuenta José Miguel Hernández. "Con José Luis Oliete fuimos campeones de España junior en Badajoz ese mismo año de la Copa. Debuté en el primer equipo siendo juvenil con Ranko, no sé si tendría los 17, y Chuchi ya era segundo", precisa Hernández.
Ahí coincidió con Santi Aldama, cuyo caso era algo distinto. Nacido en La Rioja, su 2,13 llamó la atención del CAI: "Llegué a Zaragoza en edad juvenil y sin haber jugado nunca al baloncesto: el primer año casi ni entraba en los partidos, me lo pasé en el gimnasio con el preparador físico", cuenta el padre de la actual estrella de los Memphis Grizzlies. "Chuchi había sido entrenador mío en junior. Los dos eran súper jóvenes y con poco bagaje, pero todos los conocíamos y nos volcamos con ellos", aporta Aldama.
Aunque la temporada no fue buena antes de la Copa ni lo sería después —el CAI no llegaría ese año a clasificarse para los playoffs y Belostenny sería cortado para la llegada de Pete Myers—, el vestuario encontró la química adecuada en el momento oportuno. Y, contra lo que muchas veces ocurría en aquellos años con los jugadores extranjeros, su integración favoreció mucho el rendimiento general: "Mark Davis era muy buena gente, un tío muy normal y un currante nato —recuerda José Miguel Hernández de la estrella de aquella fase final—. Era un especialista que hacía muy bien tres o cuatro cosas, defendía mucho y tenía una relación excelente con toda la plantilla. Cuando se nombra a los mejores americanos que tuvo aquel CAI, Kevin Magee, Turpin, Dennis Hopson, yo siempre incluyo a Mark Davis".
Buenas noches, hace 35 años, días antes de ganar la segunda #CopaACB de la #historiabaloncestozaragoza Aldama, Andreu, Zapata, Ruiz Lorente, Mark Davis #Pisa Febrero 1990 📸 Archivo Luis Melendo pic.twitter.com/u6lguzNTL7
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Formado en la Universidad de Old Dominion, Davis entró en el draft, estuvo a prueba en Cleveland Cavaliers y firmó contratos temporales en Milwaukee y Phoenix. Pero su prestigio se forjó más en diversos equipos de la CBA, particularmente en los LaCrosse Catbirds. José Luis Rubio dio con él en una de sus clásicas visitas a las ligas de verano estadounidenses, una fórmula que explotó durante años en primera persona y le permitió firmar a algunos de los más relevantes jugadores que ha tenido la ACB.
"Aquel año fui con Moncho Monsalve. A Mark Davis lo vimos en la liga de Los Ángeles, después lo seguimos por toda la ruta que llevó en Nueva York y en Miami. Y allí fue donde lo convencimos para fichar", recuerda José Luis Rubio, quien suma una anécdota: "Yo siempre llevaba contratos hechos en los viajes para cuando surgiera la oportunidad. Pero el día que fuimos a ver el partido en el que lo cerramos Moncho, que era un despistado, se había dejado los contratos en el hotel. Y le tuve que decir: "Cógete el coche, tira para el hotel y tráelos".
El otro extranjero fue Aleksander Belosteny, un 2,15 nacido en Odessa que había desfilado a lo largo de los años 80 con la plana mayor del CSKA, el equipo del ejército soviético, y la pléyade de nombres legendarios de la URSS en cancha: bronce olímpico en Moscú 80, oro en Seúl 88, campeón del mundo y tres veces de Europa. El entorno de su contratación fue bien distinto: del denso sur estadounidense a la glacial Kiev.
"A Mark Davis lo seguimos por las ligas de verano en Los Ángeles, Nueva York y Miami, que fue donde lo fichamos. Moncho Monsalve era muy despistado y se dejó los contratos en el hotel... tuve que decirle que volviera y los cogiera para cerrarlo"
Presidente del CB ZaragozaHasta allí llegó Rubio, en tiempos en que el Telón de Acero aún se mantenía en pie. El recuerdo se parece mucho a otros protagonizados por cualquiera que negociase un fichaje en la URSS o en sus países satélite: una vez descorrida la hermética cortina soviética, el presidente zaragozano se vio en medio de una convencional escena de costumbrismo comunista: "Tuvimos que visitar al ministro de Deportes: cuando entré al despacho de aquel hombre, que era inmenso, tenía puesta música de Julio Iglesias", recuerda el presidente del CB Zaragoza. Los mandamases del Budivelnyk aceitaron la negociación con frecuentes raciones de vodka y Rubio, un tipo curtido, mantuvo el tipo: "Era el primer jugador al que permitían salir de la Unión Soviética y nos decían que para ellos era un honor que viniera a jugar a España".
Fallecido en 2010 con sólo 51 años de edad, el gigante ucraniano llegó a la Copa de Las Palmas a apenas dos semanas de cumplir los 31 años. "Era un pedazo de pan, un trabajador nato. Siempre generaba buen ambiente y en muchos sentidos fue el salvavidas que necesitábamos", comenta Santiago Aldama. Y, aunque todos los focos se los quedó Mark Davis, la contribución del pívot ucraniano ha sido siempre considerada decisiva: "Belostenny bloqueando era mucho Belostenny", reconoce Chuchi Carrera. "Teníamos esos sistemas preparados y la verdad es que en la Copa estuvo sembrado en ese trabajo: en la final, la mayoría de los puntos de Davis vinieron de situaciones de bloqueo directo de Belostenny".
Impresionante foto de la selección de la URSS. Los 3 primeros son Tkachenko (campeón de Europa y del Mundo) Belostenny (Oro en Seúl 88) Zharmujamedov (Oro en Múnich 72). Tuve la suerte de jugar contra los 3. pic.twitter.com/A2kqvOM4y8
— Abel Amón (@AbelAmon) July 27, 2019
Antes de medirse con el Joventut, el CAI tuvo que cruzar el Rubicón del Real Madrid en las semifinales. Aquel equipo vivía entonces sumido en el duelo que había dejado el fallecimiento, apenas dos meses atrás, de Fernando Martín: su hermano Antonio, junto a Jou Llorente, Chechu Biriukov y Fernando Romay conformaban el núcleo duro de un equipo de alma desfondada en aquellos días. La semana antes de la Copa en Gran Canaria se incorporó al conjunto de George Karl un ex caísta: el puertorriqueño José Piculín Ortiz. Era, aunque parezca mentira, el séptimo extranjero de la plantilla esa temporada: Drazen Petrovic se presentó antes de largarse a Portland; después pasaron y se fueron Vincent Askew, Mike Anderson, Ben McDonald, Anthony Fredericks y Dennis Nutt.
La semifinal se jugó el domingo 11 de febrero y el partido resultó muy parejo, con alternativas, protagonismos cambiantes y tráfico pesado en la zona. Esa igualdad, sin embargo, no asustaba al CAI: "Muchas veces, y en esa Copa en concreto, aplicábamos lo que Manel Comas llamaba la táctica del conejo —explica Chuchi Carrera—: mantenernos en el partido, pero un poquito por detrás, dejarles que se confíen e ir cambiando canastas para llegar al final igualados y ahí acelerar".
En efecto, el partido llegó empatado a 73 a falta de 58 segundos. Anotó un libre Quique Andreu y en la jugada siguiente, con falta de Fernando Arcega, George Karl desechó el 1+1 y jugó la última posesión blanca con 11 segundos en el reloj. Biriukov forzó una acometida hacia canasta, contenida por la defensa acerada de Belostenny y el tapón decisivo de Andreu. 74-73: el conejo estaba en la final.
Carrera siempre ha considerado que, más allá del indudable impacto de los 44 puntos de Mark Davis, su equipo ya mostró contra el Madrid una solidaridad decisiva: "El acierto de Mark fue providencial, pero creo que esos partidos los ganamos en el trabajo que como equipo hicimos por dentro y en el rebote", explica el técnico. El triunfo sobre el Madrid cambió la perspectiva del CAI, que ya se sintió capaz de todo: "Contra el Madrid ellos no tuvieron un buen día y el nuestro fue muy bueno. Después de las semis sí que nos vimos con posibilidades —reconoce José Miguel Hernández—. No éramos la mejor plantilla, tampoco teníamos la plantilla más larga, pero habíamos demostrado que podíamos ser muy competitivos: en la final se alinearon todos los astros".
"Empapelamos la habitación del hotel con dibujos de todas las situaciones posibles de partido. A Herb Brown le poníamos señuelos: hacíamos una zona antes del tiempo muerto para que se centrara en eso... y luego la cambiábamos a la vuelta"
Ex técnico del CAI ZaragozaLa alusión a ese tipo de fenómenos únicos que a veces determinan un partido memorable encontró justificación en los 44 puntos de Davis, una marca sin parangón en la historia de la Copa. O en realidad, sí, pero no en una final: Leon Wood, jugador del CAI el año anterior, ya anotó esa misma cantidad de puntos en los cuartos de final de la Copa del año 1989, frente al Caja de Ronda. Sólo diez días después de incorporarse a una plantilla en la que formó junto a un ex NBA de tamaño mayor: el inefable Mel Turpin. Los veranos de Rubio eran un filón.
Pero detrás de la explosión de Mark Davis —quien por cierto se proclamaría ganador del Concurso de Triples de la ACB en los dos años que jugó en el CAI— hubo un trabajo meticuloso de la pareja Carrera/Oliete que merece la pena recordar: "El día anterior a la final, con José Luis dibujamos un montón de diagramas de todas las diferentes situaciones de partido que se podían dar y lo que haríamos en cada caso: cada posibilidad se bifurcaba en otras. Empapelamos entera la habitación del hotel con esa simulación", explica el ex técnico.
Además le agregaron un punto de picardía a su enfrentamiento táctico con el veterano y obsesivo Herb Brown, quien dirigía al Joventut: "Sabíamos que era un tío muy especial con la táctica y que se volvía loco, así que intentamos jugar un poco con eso. Antes de los parones a lo mejor metíamos una defensa en zona, para ponérsela como señuelo y que el tiempo muerto se lo pasara hablando de cómo atacar esa defensa. Y luego, cuando volvíamos al partido, no usábamos más la zona y cambiábamos a otra cosa". Aparte, rotó a su equipo de un modo muy inhabitual en aquellos tiempos: "Si un jugador hacía dos personales, lo quitábamos ya en los primeros minutos. Ahora es más común, pero entonces aquello no se estilaba".
"Llegamos a un momento en que lo veíamos tan enchufado que la jugada era dársela a Mark y nosotros facilitarle el tiro: sabíamos que iba a meterla"
Ex jugador del CAI ZaragozaLa guerra de guerrillas estratégica le dio resultado al equipo aragonés. "Preparábamos muy bien los partidos, a conciencia —reconoce José Miguel Hernández—, y en aquellos tiempos no existían los medios de ahora. Dependías de ver los partidos in situ y alguna cinta de VHS, pero nada más". En cualquier caso, las tácticas saltaron por los aires ante la evidencia de que aquella tarde Mark Davis se había untado la muñeca en pan de oro: "Chuchi y José Luis prepararían lo que fuese porque lo hacían a conciencia, pero enseguida nos dimos cuenta de que la consigna era esa: pasársela a Mark".
El empeño del norteamericano por la victoria arrastró al CAI. "Un tío que te mete 44 puntos en un partido así... es un filón. Llegamos a un punto que lo veías tan enchufado que era darle la pelota y facilitarle posibilidad de tirar. Porque la iba a meter. Hay veces en que todo consiste en saber a quién hay que darle la pelota", cuenta Santi Aldama. La fijación de Davis por el triunfo venía alimentada desde que supo que el equipo disputaría la fase final de la Copa del Rey: "Normalmente a los americanos tenías que ponerlos en situación con la Copa —dice Aldama—, pero este era un competidor nato: se pasó semanas repitiendo cada dos por tres: "Chicos, yo quiero una foto con el Rey de España". Lo decía a todas horas. Salíamos de la sesión del vídeo y ya era el cachondeo: "Quiero conocer al Rey de España".
Al Joventut de Herb Brown le gustaba correr y la primera fase del partido marcó el ritmo. El equipo badalonés era favorito después de haber perdido tres finales consecutivas (1985, 1986 y 1987). Pepe Arcega arrancó, como acostumbraba, el motor de explosión del CAI. Durante los cinco primeros minutos, Davis no vio la canasta. Pero a partir de ahí se le encendió la luz: en apenas cuatro minutos encadenó 14 puntos casi sin pausa y puso al CAI por delante y en ventaja. El rebote ofensivo sostenía la embestida aragonesa, con Belostenny en la torre de control y Quique Andreu en su habitual labor de agente doble: a un tiempo duro fajador y, cuando tocaba, fino estilista. El CAI frenó el partido y lo llevó a su lado.
Buenas noches, 35 años de #historiabaloncestozaragoza 13/02/1990 #CopaACB Gran Canaria 📸 Archivo Luís Melendo pic.twitter.com/SmdzEL5flT
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A la vuelta del intermedio, la Penya reaccionó y logró devolver la igualdad. Ahí fue donde comenzó el interminable y glorioso baile de parejas entre Mark Davis, que ya andaba cerca de los 25 puntos, y Aleksander Belostenny. En el largo tramo decisivo del partido, el grande del CAI se convirtió en un muro articulado, que cerraba a los defensores del Joventut como una compuerta. Al otro lado del callejón siempre aparecía Mark Davis, con el arma cargada: un bote, la suspensión característica, el tiro de seda, la penetración o el contraataque. En poco más de cinco minutos, los finales del partido, sumó nada menos que 15 puntos. Fran Murcia añadió apenas dos. Aunque la Penya aún dio un último empujón y se puso a dos puntos (71-69): un tapón de Andreu, una bandeja de Mark Davis y otra de tres del americano pusieron la sentencia.
Davis metió 10 de sus 17 tiros de dos. Hizo seis de nueve en triples (sólo Andy Toolson, con siete triples, rebasó en 1995 esa marca desde más allá del arco... y también con el entonces Amway Zaragoza); desde la línea no falló ni uno solo de sus seis libres. Añadió cinco rebotes y dos asistencias. Su tarjeta sumó 44 de los 76 puntos del CAI aquella noche (sólo Belostenny, con diez, pisó las dobles figuras). Una barbaridad desde cualquier punto de vista. "Habíamos llegado a la final muy justos de fuerzas, pero nuestro deseo era tan grande que nos llevamos la Copa", sintetiza Santi Aldama.
Sólo una persona desapareció de las fotos enloquecidas de la fiesta sobre la cancha: Chuchi Carrera. "Me fui corriendo eufórico al vestuario y me encerré allí a gritar, loco de alegría, soltando toda la tensión. Cuando llevaba cinco minutos ahí solo, dije: pero dónde está todo el mundo". Todos se habían quedado fuera, algo lógico. "Salí y ya me uní al resto, pero en las fotos de la celebración no salgo por eso. Después me fui a la grada, donde Moncho Monsalve estaba haciendo el partido con alguna radio, y le di un abrazo: creo que se lo debía". Abajo, la euforia roja quedó desatada y el nombre de Mark Davis unido para siempre a la historia del equipo más añorado de Aragón. La victoria resumía el viaje improbable de un equipo que era puro CAI Zaragoza, en todos los sentidos: visceral, comprometido, talentoso... y ganador.