El ritual de paz de Chus Mateo para volver a ganar
La gestión de emociones que ha logrado alcanzar el técnico blanco se ha convertido en un aspecto clave para el Real Madrid.

Málaga.- Domingo, 18:20 horas, en el Martín Carpena. Los jugadores de Real Madrid y Barça se meten por la bocana de vestuarios para hacer la presentación de los rosters saliendo desde fuera. En el lado izquierdo de la cancha, todo el staff técnico del equipo blanco está de pie, arengándose entre sí y aplaudiendo a los jugadores mientras son presentados por el speaker, junto a la canasta. Bueno, todos salvo Chus Mateo.
Solo, dando lo que podía decirse que es un paseo por el parqué, el técnico empieza su particular partido. Mucho antes incluso de que el balón se lance al aire. "Intentaba estar tranquilo, porque el partido merecía tener concentración", explicaba Chus Mateo. Y lo cierto es que ese ritual terminó por convertirse en algo clave para conquistar la vigesimonovena Copa del Rey del Real Madrid y la primera de su palmarés particular como primer entrenador.
Cuando antes de la Copa Chus Mateo habló a modo de previa, comentó que la presión con la que iba el equipo blanco a Málaga era la que se había puesto a sí mismo. Pero esta traía consigo un cúmulo de cuestiones. Primero, el hecho de que hace un año el Real Madrid ni siquiera jugase la final del torneo del KO. Después, el pequeño bajón de las últimas jornadas. Y luego, la obligación de ganar y convertir esa gran temporada que el conjunto blanco está firmando en el primer título. Bueno, segundo si se tiene en cuenta la Supercopa.
Chus Mateo sabía que esta vez no valía fallar. Lo sabía él, su cuerpo técnico y los jugadores. Y aquello se vio reflejado en el banquillo y sobre el parqué. Bastaba con fijarse en cómo su segundo, Paco Redondo, era el que más intensidad transmitía desde el banquillo a quienes estaban sobre el parqué. Cómo Lolo Calín controlaba el aspecto más defensivo y hablaba con quienes estaban en el banquillo. Y cómo el técnico blanco, el principal gestor del equipo, era quien finalmente transmitía ese punto de calma que, por ejemplo, en los primeros compases del partido pareció faltarle a un Facundo Campazzo que, finalmente, acabó como MVP del torneo. Un equilibrio de emociones perfecto cuya gestión, precisamente, es la parte más compleja.
Porque en este tipo de duelos, a vida o muerte, saber controlar los nervios es casi tan importante como el sumar canastas o defender ante el rival. Y tras seis finales encargado de dirigir al equipo -una supliendo a Pablo Laso por su baja en las finales de la Liga Endesa de 2022 y el resto ya como primer entrenador (Superliga 2022 y 2023; final de la Euroliga 2023, finales de Liga Endesa 2023 y, ahora, la Copa de Málaga)- este aspecto Chus Mateo ya empieza a dominarlo a la perfección.
De hecho, ni siquiera tras haber levantado el título copero Mateo cambió su temple. Y eso que incluso en el vestuario hubo hasta un problemilla con el techo cuando Edy Tavares trató de saltar mientras celebraba. Pero el porqué de todo esto es tan simple, como complejo hacerlo: controlar esa presión autoimpuesta y evitar que se convierta en un lastre para el juego.
"Nosotros nos ponemos la presión que nos ponemos porque nos gusta hacer las cosas bien. Por nosotros, porque trabajamos mucho para que salgan las cosas bien, pero también por un montón de gente y unas expectativas que hay detrás de nosotros, que hay mucha gente que se alegra de cuando ganamos y se lleva berrinches cuando perdemos", aseguró el técnico en rueda de prensa, que no dudó en hacer partícipe a la afición del éxito logrado.
"Con este título también pensamos mucho en esos que están ahí arriba, los que han venido a acompañarnos, los que venían con la camiseta blanca, se dejan la voz y animan constantemente. Y también es parte de ellos ese MVP de Facu. Estoy encantado con poder haberles dado o haber dado un poquito de mí para que ellos puedan llevarse esta alegría y realmente también esa presión nos la ponemos precisamente porque sabemos que hay muchas expectativas en nosotros", dijo Chus Mateo. Y la realidad es que por "poquito" que el lo llame, esa calma que ganó durante ese ritual en solitario previo al partido terminó por ser absolutamente clave.