Así se fichaba cuando no había internet, entre revistas, contactos y veranos en EEUU: "A algunos había que enseñarles un mapa de Europa y señalar España"
José Luis Rubio, histórico presidente del CB Zaragoza, recuerda una vida entera dedicada al baloncesto, la exitosa irrupción del CAI y las reuniones "casi clandestinas" para fundar la ACB.

José Luis Rubio ya fundaba equipos de baloncesto con apenas doce o trece años. Fue pionero en irse a Estados Unidos a fichar americanos en los años 70, armado con medios rudimentarios, pero tocado por un olfato finísimo. Y, desde luego, impulsó de manera decisiva las dos grandes obras de su vida, ambas hijas de una fabulosa intuición: la asociación profesional de clubes, que sería la ACB; y, por supuesto, el Club Baloncesto Zaragoza: el club que, bajo la emblemática denominación de CAI Zaragoza, protagonizó algunas de las páginas más memorables en un periodo mágico del baloncesto español.
En esta primera parte de su entrevista con Relevo, Rubio repasa los primeros días de una vida casi entera dedicada al deporte de la canasta. Fue uno de los impulsores fundamentales de la transformación del baloncesto nacional a principios de los años 80. Y también un directivo con un marcadísimo estilo, exigente, personalista y ambicioso. Siempre con una visión avanzada de cómo debía ser la relación entre el baloncesto y la sociedad: el básquet concebido como espectáculo que atrajese al público pero —de manera fundamental también— a los poderes políticos y al mundo económico. La industria del deporte, en suma.
¿Es capaz de definir qué ha significado el baloncesto en su vida?
Diría que la vida. La vida en sí. Desde los 12 o 13 años fui socio de Helios y allí empecé a ver jugar al equipo de baloncesto del club, que tenía un prestigio, militaban en Primera División con un grupo de jugadores que despertaron la afición en mí. Tanto que, con trece o catorce años, ya empecé a crear un equipo con algunos chicos de mi edad que jugábamos allí, como podíamos, en la pista mítica de Helios. Monté un equipo de amigos y le llamamos Los piratas.
El dato me parece fascinante y no sé si es muy conocido: a los 14 años José Luis Rubio ya creaba equipos de baloncesto.
No era un equipo de Helios, sino de amigos que jugábamos juntos al baloncesto por nuestra cuenta. Cuando quisimos inscribirlo para competir, Helios nos dijo: "No, no... haced un equipo, pero jugad con el nombre de Helios". Y en ese momento el veneno se me metió dentro. Seguí jugando en el club hasta que llegué al primer equipo y llegué a ser el capitán. Aquel equipo se retiró dos veces por problemas económicos. La segunda vez nos lo dijeron el día antes de ir a jugar a Badalona con el Juventud: "No podéis viajar porque económicamente el club no lo puede afrontar". Perdimos la categoría. Y pasé un tiempo jugando en varios equipos: en la Hípica, en el Tenis, en el Stadium Casablanca... Hasta que volvió a haber baloncesto en Helios.
Sospecho que José Luis Rubio tuvo algo que ver en ese regreso.
Fue una iniciativa del presidente de la sección entonces, un poco impulsado por mí, que le insistía en que teníamos que solucionar ese tema. Helios había sufrido una sanción de diez años, que era demasiado, por su retirada. Así que fuimos a la Federación Española de Baloncesto, expusimos la situación, el prestigio del club en el baloncesto... y levantaron la sanción. Volví a Helios, recogí a diversos jugadores que nos habíamos desperdigado, y el club volvió a tener un equipo en lo que entonces era la Tercera División. Llegado un momento, pasando etapas, me nombraron delegado de la sección de baloncesto. Habíamos subido a Segunda, pero hubo una reestructuración, con unas eliminatorias que nos volvieron a mandar a Tercera. Y ahí fue cuando se me ocurrió decir: tenemos que hacer un equipo para subir y para eso necesitamos fichar un americano, que entonces no los había en esas categorías, aunque podían jugar. Y me fui a Estados Unidos, yo solo, a buscar el americano.
"El veneno del baloncesto se me metió dentro muy pronto, en Helios. A los 13 o 14 años ya formé un equipo, al margen del club, con varios amigos que jugábamos allí por nuestra cuenta"
Presidente del CB Zaragoza¿Tenía ya contactos allí en ese momento?
Entonces ya tenía amistad con Antonio Díaz Miguel, le pregunté a él y me recomendó que me fuera a la Liga de Verano de Los Ángeles y me pusiera en contacto con el responsable de esa liga. Y allí fue donde fiché a Webb Williams: el primer americano que tuvimos en Helios, que además vivía en el camping de Helios.
El 'camping' tenía, además del terreno para acampar, una serie de habitaciones en un edificio contiguo de una planta. ¿Cómo lo convenció para venir a Zaragoza?
Williams era un grandísimo jugador. Y en Helios jugábamos en pistas descubiertas. Recuerdo que se quejaba porque él era un gran tirador y no podía tirar porque el sol le daba en la cara. Pero estuvo varios años con nosotros. Con él ascendimos a Segunda y en tres años llegamos a Primera División, lo que ahora sería la ACB. Pero un año se prohibió tener extranjeros, una cosa que decidió Raimundo Saporta porque él tenía un equipo en el Real Madrid con todos los chicos del club y no le convenía. Así que a Webb Williams se lo cedí al Baskonia, con el cual quedó mejor jugador de la liga y máximo encestador. Después lo recuperamos. Al final tuvo que dejar de jugar por una lesión muy importante y nosotros fuimos incorporando otros americanos.
Aquel fichaje transformó a Helios como equipo de baloncesto, hasta la creación del Club Baloncesto Zaragoza.
Primero pasamos a jugar al pabellón Salduba. Intenté impulsar la construcción de un pabellón en Helios, que casi me expulsan del club por meter unas máquinas en la pista. Más adelante pasaríamos al pabellón de la Caja... Pero en esos años yo ya cada verano me fui a Estados Unidos.
Esta es una de las preguntas clásicas a José Luis Rubio. ¿Cómo se las arreglaba para encontrar tan buenos americanos, sin los medios técnicos, de contacto, de información que existen ahora?
Date cuenta de que en esos tiempos no existía ni la informática, siquiera. Tenías que guiarte por las revistas de baloncesto, para empezar. Yo estaba suscrito a revistas italianas, porque entonces la Lega italiana era más fuerte que la española. De Estados Unidos, los contactos que ya me había ido haciendo me enviaban también las publicaciones que hacían las universidades: un tomo cada año, en el que incluían un chequeo de los jugadores más destacados de la temporada. Y además había también un libro de la CBA, que era la segunda competición de la NBA, con referencias a muchísimos equipos y jugadores. Con todo eso, de algún modo, te hacías una lista de jugadores que entendías que destacaban. Un poco por los números.
Y con esa información, cada verano iba a Estados Unidos.
Todos los años iba a la Liga de Verano de Los Ángeles. Después empecé a ir ya a otras, a Nueva York, a Miami, a las más importantes. Al principio iba solo y, más adelante, también con el entrenador y con un intérprete, porque yo no dominaba el inglés. De intérprete hacía un chaval que jugaba con nosotros en uno de los equipos del club y que era hijo de dos americanos de la Base de Zaragoza.
¿Todo esto era común en los clubes españoles de entonces? ¿Lo hacían otros presidentes?
No, no, no. Te digo que al principio no iba más que yo. Luego sí que empezaron a ir, sobre todo entrenadores: Aíto García Reneses, recuerdo, muchas veces veía a León Najnudel, que también fue entrenador nuestro... Más tarde aparecieron los primeros agentes, o gente aficionada que trapicheaba con los jugadores.
¿Y cómo encontraba al jugador deseado?
Veía como ocho partidos cada día. Cada equipo llevaba unos 25 jugadores y a lo mejor alguno suyo del draft, nunca primeras opciones; más algún otro que querían probar, una mezcla de jugadores de la CBA y otros europeos que estaban jugando en Europa y volvían en verano para intentar hacerse un hueco allí. Allí te daban un roster con todos los jugadores. ¿Cuál era el trabajo? Cogías el roster e igual al 80% no los conocías. Pero con los nombres, yo consultaba lo que tenía anotado de las revistas, veía dónde jugaba... Si destacaba porque era buen reboteador, pasador, lo que fuera, ya me lo señalaba. Y luego en el hotel me hacía una selección con los 20 de los que tenía referencias. Alguno que me hubiera gustado al verlo... Y veía si a alguno lo podía fichar. Me buscaba la vida para hablar con el entrenador y tener referencias personales, cómo era la familia, si era buen chaval, etc. E intentaba hablar con ellos.
"Yo estaba suscrito a revistas italianas, me mandaban cada año el libro que hacía cada universidad con los mejores jugadores, otro de la CBA: y con eso me empecé a ir a la Liga de Verano de Los Ángeles. Entonces no iba nadie más"
Presidente del CB Zaragoza¿Hubo algún fichaje notable hecho de esa manera?
Pocas veces ocurría que sólo de estar allí en esos días pudieras traerte a uno fichado. Pero sí que los agentes americanos o los que había entonces ya en España, como Arturo Ortega, estaban al tanto y luego surgía. Había entonces un agente italiano muy conocido, Capiccione, que traía combinados de americanos a jugar a Europa. Y Arturo Ortega dirigía a esos equipos. Entonces, cuando por medio de un agente o tal me venía la referencia de alguno de esos jugadores que yo había visto en Estados Unidos, se producía la oportunidad.
¿Cómo los convencía para venir a un baloncesto como el español de entonces y a una ciudad como Zaragoza?
A veces, y esto es verídico, tenías que enseñarles un mapa y decirles: mira, que España está aquí... ¿Ves Europa? Esto es París y aquí, España. "Base americana". Lo de la Base en Zaragoza era una forma de engancharlos.
¿Kevin Magee fue, si exceptuamos la época de Helios, su primer gran fichaje? Y el principio de todo...
A Magee ya lo había visto jugar. Sabía cuáles eran sus intangibles, lo que no se ve en las estadísticas: era un pívot pequeño pero peleón, con mucho carácter... Como en octubre o noviembre, con la temporada ya empezada, me llamó Miguel Ángel Paniagua y me dijo: "José Luis, tengo a Kevin Magee". "¡No me digas!". "Pero si te interesa me lo tienes que decir ya, porque están interesados, y te lo digo de verdad, el Madrid y el Barcelona". Le dije: "No, no, ya está fichado". "Pero si tú tienes un jugador americano ya en la plantilla...". No tenía uno, tenía dos. Pero ya le dije: no te preocupes, que me lo arreglo. Y así fue. Le rescindimos el contrato a Harry Davis. Y a Paniagua le dije: "Trae ya mismo a Magee".
Fue el americano que definió el primer título de Copa del CAI Zaragoza, en 1983. El otro sería Mark Davis, en 1990.
A Mark Davis fui a verlo con Moncho Monsalve, en la Liga de Los Ángeles. Después su equipo saltó a Nueva York y luego a Miami. Le seguimos toda la ruta y lo convencimos en Miami. Yo llevaba siempre contratos preparados. Recuerdo que fuimos a ver el partido decisivo y Moncho, que era un despistado, se había dejado los contratos en el hotel. Le tuve que decir: "Cógete el coche y ve al hotel a por los contratos". Y lo fichamos. Después fuimos a Kiev, a por Belosteny. Fue el primer jugador ucraniano, cuando ya tenían la independencia, que pudo salir a jugar a Europa.
¿Cómo era fichar en el entorno soviético en aquellos años?
A Belosteny lo conocíamos porque lo habíamos visto durante muchos años con la selección rusa (de la Unión Soviética, aún entonces). Hablamos con el equipo y lo convencimos. Nos invitaron a ir y tuvimos que ver no sé si al ministro de deportes o a quién era, en un edificio oficial. Nos recibió en un despacho enorme y cuando entramos tenía puesta música de Julio Iglesias. La había puesto por nosotros y nos dijo que para ellos era un lujo que viniera a jugar a Europa, porque lo tomaban como un embajador del país.
De un modo u otro quedó ya para siempre esa etiqueta de la capacidad del CAI, y obviamente de José Luis Rubio, para fichar grandes americanos.
Bueno, fuimos acertando en los jugadores, porque teníamos de ellos una visión no por un vídeo que te mandan, sino porque los habías visto allí. A veces no podías traerlos porque les salía alguna oportunidad. Leon Wood, por ejemplo, estaba jugando en la NBA. Otras veces, con los billetes ya sacados, se echaban atrás porque les surgía alguna posibilidad.
El reverso es que muchas veces se les 'cortaba': fueron y vinieron muchos jugadores. ¿Demasiados?
Americanos no tantos. Dependía de cada situación. Leon Wood, por ejemplo, cuando lo fichamos tuvimos que cortar a Pete Myers, porque no le gustaba a Ranko (Zeravika). Y después Myers jugó en los Knicks. Bobby Phills, por ejemplo, había sido el mejor triplista en la universidad. Vino aquí y llevábamos unos cuantos partidos perdiendo. Acabamos echando a Mario Pesquera... pero Phills vino a mi despacho y me dijo que se quería marchar. Que no había problema económico y él lo solucionaba con su agente, pero que un tirador como él no podía estar aquí jugando a tirar en el segundo 29.
"A mí me gustaba liderar y pensar en el baloncesto a futuro. Me hicieron representante de los equipos de Segunda División y convencí a Saporta de que no se podía llamar así: si ibas a un patrocinador y le decías Segunda División... sonaba mal. Y se cambió"
Presidente del CB ZaragozaAdemás de fundar el CB Zaragoza, usted tuvo mucho protagonismo en la creación de la ACB. ¿Cómo fue aquel proceso?
A mí me gustaba liderar y pensar en el baloncesto a futuro. Tuve la suerte de que me bendijo Paco Díez, del Águilas de Bilbao, cuando yo estaba en Segunda. También José Antonio Gasca. Ellos estaban muy introducidos en la Federación Española, Díez era muy amigo de Saporta y me metió mucho en la Federación. En un momento dado me nombraron representante de los equipos de Segunda División. Había una especie de junta directiva paralela a la oficial y nos reuníamos en Madrid los domingos por la mañana. Ahí había gente como Juan Fernández, de Ferrol, o José María Alberich, del Barcelona. Y lideramos las reivindicaciones de los clubes de Segunda División. Por ejemplo, yo decía que no se le podía llamar Segunda División, que era mejor Primera B. Porque cuando ibas a buscar patrocinadores, si decías que era para Segunda División... sonaba mal. Convencí a Raimundo Saporta, al que también le entré por el ojito derecho, y se cambió. Ahora vuelve a llamarse igual.
En algunos de esos nombres, desde luego en el de José Antonio Gasca, estaba el germen de lo que iba a ser la ACB.
Gasca era un entrenador mítico en aquella época. Hacía entrenar a sus jugadores con un balón de rugby para que no lo botaran. Era una especie de Julio Verne. No sé si Julio Verne, pero desde luego alguien que veía más allá. Decía que la liga estaba mal repartida, tal y cual. Él tenía el pensamiento de hacer una liga profesional y se creó un movimiento de clubes en esa dirección. Y nos reuníamos no te voy a decir que en la clandestinidad, pero sí bajo el impulso de Gasca para ver cómo lo podríamos hacer. Hasta alguna vez nos reunimos en Helios. Yo tengo toda aquella documentación. Tengo más documentación que la propia ACB, porque guardo todas las actas de juntas y asambleas. Gasca luego se desvió un poco, decía algunas cosas que yo creo que eran excesivas. Pero aquello adquirió cuerpo y la idea de hacer una liga profesional fue ganando fuerza, hasta que en una asamblea de la federación en el Cuartel de la Montaña, en Madrid, firmamos la primera acta de lo que luego sería la ACB.
En el libro 'Forjadores de la ACB' se considera aquella reunión, el 24 de julio de 1981, el momento trascendental para que tomara forma lo que entonces se llamaba ACEB.
A partir de ahí el proceso de formalizarlo todo fue duro. La lucha con la federación para legalizar aquello, recursos hasta llegar a los tribunales más altos, porque no querían siquiera darnos de alta como asociación... Llevó un proceso largo hasta que se consiguió organizar la primera Liga ACB, en la temporada 1983-84. Que fue también el año que el CAI ganamos la primera Copa aquí en Zaragoza.
En ese mismo libro, a usted se le considera el gran 'aglutinador' del grupo que modernizó el baloncesto en España.
Había tres presidentes en aquel grupo que daban mucho impulso. Novoa, de Granollers, que sería el primer presidente de hecho de la ACB. Estuvo entre él y yo, pero preferí que fuera él, porque era mayor. Juan Fernández, de Ferrol, también era muy peleón. Y yo... aunque evidentemente hubo también muchos otros que nos apoyaron, porque entraron todos. El Madrid y el Barcelona primero dijeron que sí, pero luego se echaron atrás: decían que al ser clubes de fútbol no podían admitir que en los estatutos de la ACB hubiera una serie de condicionamientos de publicidad, con televisión, etc. José Luis Núñez llegó a venir a alguna reunión y no se le dejó entrar. Después las cosas se arreglaron. Todo esto se cuenta en el libro que has nombrado.
Ha mencionado antes la primera Copa del CAI en 1983 pero, ¿cómo nació el Club Baloncesto Zaragoza, que era el club nodriza?
Llegó un momento en que Helios no podía correr con los gastos de la competición y fue cuando fundamos el CBZ, en el año 80, con una parte importante de la gente que ya formaba parte de la sección. Yo llevaba la sección como si realmente fuera un club en sí mismo. Teníamos incluso una revista propia, que sacábamos cada año. Buscamos patrocinadores y apareció Skol, porque yo entonces tenía cinco hamburgueserías en Zaragoza. Los de la directiva hacíamos de todo: poníamos las sillas en el pabellón de la Caja, las mujeres hacían tortillas y bocadillos para el bar, con el fin de conseguir ingresos... Así se gestó todo el principio.
¿Y cómo fue aquel crecimiento fulgurante?
El pabellón de la Caja enseguida se quedó pequeño. Hubo que hacer unas gradas de hierro que fueron pioneras a nivel mundial: se recogían y se sacaban, una serie de tíos las empujaban para guardarlas y después las sacaban. Creamos para las localidades de pie una especie de escalones de madera con tres filas para que estuvieran ahí los espectadores... Cuando pasamos al Huevo (el nombre con el que siempre se ha conocido popularmente al Palacio de los Deportes de Zaragoza) nos encontramos con la oposición de los del atletismo, porque era un pabellón para atletismo en pista cubierta. Tuve que hablar con el alcalde y al final encontraron la solución, pero ahí había sólo gradas en un lado, hubo que montar también metálicas al otro lado.
¿Qué importancia tuvo la alianza con CAI?
El acuerdo de patrocinio con la CAI (la Caja de Ahorros de la Inmaculada) fue lo que cambió todo. Las primeras gestiones en realidad se hicieron con lo que entonces era Ibercaja. El proyecto había pasado todos los filtros, pero al final el gran jefe, Sancho Dronda, se lo cargó: me dijo que cómo podía ser que un día apareciera un marcador que pusiera Real Madrid, 80-Ibercaja, 70. Digo: esto es deporte. Acabé en la CAI por una relación que tenía yo. Les tuve que vender lo que era el baloncesto, lo que suponía el patrocinio... que no era fácil. Pero al parecer les convencí.
Creó una marca muy perdurable en el baloncesto nacional.
En esos momentos ellos estaban estudiando un cambio de nombre, y entendieron que el baloncesto les podía ayudar a potenciar el nombre de CAI y darlo a conocer. Firmamos un contrato bastante importante, dentro de lo que entonces era el baloncesto. Y besaron el santo: firmamos, se organizó la Copa del Rey aquí, nos clasificamos —tuvimos que ganar en Hospitalet para entrar—, y después fuimos campeones.
"El patrocinio de CAI lo cambió todo, pero al principio nadie nos llamaba así: fiché a Manolo el del Bombo para que fuera por las gradas gritando ¡CAAAAI, CAAAAI!... Cuando íbamos fuera, nadie sabía que era una entidad bancaria"
Presidente del CB Zaragoza¿Hasta qué punto cambió ese título la historia del CAI y del baloncesto en Zaragoza?
No es que cambiara la historia del club, sino que cambió la historia de la ACB. La asociación acababa de nacer, organizaba la primera Copa del Rey con el nuevo formato, pabellón lleno, éxito total. Pero que, además, un equipo de los que no eran favoritos consiguiera el título, contra aquel Barcelona... aquello fue un bombazo: lo que le llegó a la gente fue que David podía vencer a Goliat, que cualquier equipo podía ser campeón. Para nosotros, lograrlo en casa y con un equipo que al 80% estaba formado por jugadores de la cantera, con dos americanos emblemáticos como Magee y Jimmy Allen... eso lo cambió todo. ¿Recuerdas cómo empezó la gente a llamar CAI al equipo?
Sinceramente no, José Luis...
La gente no nos llamaba por ese nombre. Fue Manolo el del Bombo: lo fiché para que viniera al baloncesto y fuera por la pista y por cada una de las gradas, con el bombo, gritando CAAAI, CAAAI. Y a base de darle al bombo y al martillo aquel, la gente empezó a llamarnos CAI. Antes decían pues como en el fútbol, ¡Za-ra-gooo-za!... y cosas de éstas. Eso también fue importante, un sonido corto, resonante, fácil de recordar. Mucha gente, cuando ibas a jugar fuera, no sabían lo que era CAI. Pensaban que era el nombre del club: Club de Amigos de lo que sea... No sabían que era una entidad bancaria. Y por ahí empezaron a entrar otras en el baloncesto, como la propia Unicaja, que entonces era Caja de Ronda: llamaban a la CAI para preguntar cómo había sido la apuesta por el baloncesto.
Aquella fue una historia fugaz, vista con la perspectiva del tiempo, pero con un éxito que no se ha olvidado...
Estábamos todos los años en la Copa del Rey, acabamos terceros o cuartos en la liga varios años, nos metíamos en playoffs, un año fuimos primeros de la liga regular... Tuvimos la fatalidad de que nos eliminara el Tau, que había sido cuarto, y no pudimos acceder a la Liga Europea. El club desapareció en 1996: pero a día de hoy todavía mantenemos hitos como los 19 rebotes de Kevin Magee, los 44 puntos de Mark Davis en una final, los 44 de Leon Wood y los siete triples de Andy Toolson, empatado con Villacampa, en fases finales... Más los dos títulos y las dos finales adicionales que jugamos: que no nos las ganaron, las perdimos nosotros, por errores infantiles. Las copas nos iban: si no nos hubieran finiquitado, igual teníamos alguna más. Pero otro día hablamos de eso...