OPINIÓN

Sólo Marc ha podido mirar a los ojos de su hermano Pau

Pau Gasol y Marc en su despedida en los Juegos de Tokio./AFP
Pau Gasol y Marc en su despedida en los Juegos de Tokio. AFP

La despedida de Marc Gasol deja a Rudy como el último representante de aquel equipo que entró en el Olimpo como campeón del Mundo en 2006. Una gesta en la que el mediano de los Gasol fue fundamental -especialmente en la final por su defensa ante Schorsianitis-, demostrando al mundo de la canasta y a los escépticos que dudaban de su físico, que estaba en ese equipo por mucho más que ser el hermano de Pau.

La etiqueta de "hermano de…" es un orgullo para Marc, pero una forma de intentar desprestigiar a Marc por quienes se quedaban en el apellido y no veían al jugador. Sobre todo porque el de Sant Boi no había salido del molde del que salían la mayoría de los jugadores. Su horma era diferente a la del resto. De hecho su apariencia se asemejaba más al Nota del Gran Lebowski. Un personaje, el de Jeff Bridges, con el que también comparte carisma… y clase.

Calidad que destilaba en la pista, demostrando que no siempre se necesita un cuerpo hercúleo para triunfar en el deporte, que el músculo más importante es el cerebro. Porque Marc fue Jokic antes que Jokic. Un jugador diferencial desde la inteligencia más que desde ese concepto tan de moda hoy como es el atleticismo. Marc no lo ha necesitado. Su visión de juego y su comprensión espacial le llevaron a ganarse un hueco en la élite de la NBA. Esa que un día se rindió a Pau y que hizo que en algún momento se abriera el debate sobre el hueco que ocupa cada uno en la historia.

El mayor de los Gasol ocupa el primer escalón en un debate que apenas se sostuvo en el tiempo. Pero Marc ha sido el único jugador español capaz de mirar a los ojos a su hermano. Por palmarés -dos mundiales por uno de Pau, un anillo por dos de Pau, Jugador Defensivo de la NBA, tres veces all star, MVP de la ACB- y por influencia en el juego de un equipo al que elevó hasta competir con las mayores potencias del Oeste. Casi nada.

Pau tuvo más repercusión en un equipo histórico como son los Lakers y mayor incidencia individual en los logros de la Selección. Pero esos éxitos son impensables sin Marc, pegamento de ese equipo y que ha conquistado metales de todos los colores siendo protagonista absoluto en todos. Especialmente en esa histórica semifinal del Mundial de 2019 ante Australia. Una demostración de poder como pocas se recuerdan en la ÑBA… más allá de la de su hermano en Francia en 2015.

Números, títulos e incidencia que hoy cierran el telón con una de las carreras menos ortodoxas del baloncesto. Porque Marc nunca fue como el resto. Una estrella implicada en los problemas sociales -como demostró cuando se embarcó con Open Arms-, que se preocupa por dejar a sus hijas un mundo en el que no tenga que explicarles lo que es una guerra, que intenta fabricar una sociedad mejor a través de su Fundación y que con todos esos valores ha conseguido anotar la mejor canasta de su carrera. Esa que hoy toca a su fin. Esa que hoy comienza en una nueva faceta.