La llamada de Maya Moore: de dominar el mundo a intentar cambiarlo
Tras cuatro años alejada de la WNBA, Maya Moore confirma que cuelga las botas de manera definitiva. Así ha sido su camino, terminado antes de lo previsto por una causa mayor.
![Maya Moore posa con su cuarto anillo WNBA. /Getty Images](http://s1.sportstatics.com/relevo/www/multimedia/202301/17/media/cortadas/maya-moore-lynx-RGfbsrWDQ7jO1OyizWvRK4O-1200x648@Relevo.jpg)
Construir una trayectoria a la altura de los más grandes lleva su tiempo, muchos sacrificios, un cuantioso número de campeonatos en la vitrina, regularidad con el paso de los años y esa pizca de magia en momentos concretos. En Playoffs, finales ajustados o ante los rivales más potentes. Así, a grandes rasgos, podríamos resumir la carrera de la inmensa mayoría de los grandes dominadores, situados en la cúspide por la opinión popular. Aunque, ¿cuál sería el tiempo mínimo establecido para reunir toda esa serie de méritos? Complicado precisar, aunque 8 temporadas fueron más que suficientes para Maya Moore.
Entre 2011 y 2018, la exterior estadounidense pasó de promesa a leyenda. Como decía James Wade, técnico campeón de la WNBA, es muy posible que viéramos la mejor ventana de 8 años en la trayectoria profesional de una jugadora. Porque Moore ganó 4 veces la WNBA, un MVP y un MVP de las Finales, fue elegida 6 veces para el All-Star y se llevó en 3 ocasiones el premio a la mejor jugadora del partido, terminó su año rookie siendo la mejor de la campaña y 5 veces en el mejor quinteto de la temporada, ayudó a construir el que posiblemente haya sido el quinteto titular más potente de la historia de la liga, se colgó dos oros olímpicos, alzó dos Mundiales con el Team USA y, en 8 meses en Europa (la mitad con Ros Casares, la mitad con el UMMC Ekaterinburg), ganó dos títulos de Euroliga y la Liga Femenina española. El palmarés (resumido) que cualquiera soñaría tener y que para la jugadora de las Minnesota Lynx era algo secundario en su vida. Tanto, que dejó de jugar a los 29 años. La edad perfecta para dominar.
Si la figura de Maya Moore no está completa si obviamos títulos y medallas, es imposible entenderla sin todo lo sucedido fuera de las canchas. Tanto la fe como los valores sirvieron de faro en su vida desde una edad bien temprana. La natural de Missouri realizó visitas a la cárcel, colaboró con UNICEF, fue parte activa de todos los programas sociales de las Lynx y levantó la voz por aquellas injusticias que sentía a su alrededor.
Cuando el movimiento Black Lives Matter todavía se mantenía algo alejado del mundo del deporte, en julio de 2016 (meses antes del gesto de Kaepernick), las jugadoras de la WNBA se posicionaron. Alton Sterling y Philando Castile, dos afroamericanos que iban desarmados, fueron asesinados tras recibir varios disparos por agentes de policía. Como respuesta, un significativo número de jugadoras de la competición femenina norteamericana saltó a la cancha con camisetas negras que lucían en la parte frontal la frase "El cambio comienza con nosotras". Una acción que sancionó la WNBA y que trajo polémica en Minnesota, puesto que varios agentes solicitaron a las jugadoras que se quitaran esas camisetas.
Aquel acto derivó en una de las ruedas de prensa más icónicas de la WNBA y del Black Lives Matter, si nos centramos en sus conexiones con el mundo del deporte. El equipo se mantuvo firme en su decisión y Rebekah Brunson, Seimone Augustus, Lindsay Whalen y Maya Moore salieron a hablar a rueda de prensa. Allí, con los periodistas presentes para difundir su mensaje, compartieron un duro y severo comunicado en contra del racismo y la violencia policial.
Poco después de que Moore tomara partido en la lucha racial, la estrella de las Lynx también comenzó una campaña para solicitar cambios en el sistema judicial estadounidense. La estrella de la WNBA, pasado el ecuador de la década, promovió una reforma penal por un lado y la liberación de Jonathan Irons por otro. Un hombre que conoció en 2007, cuando estaba todavía en sus primeros pasos como profesional, en una de sus visitas a prisioneros a través de un programa en el que su familia estaba muy implicado.
Irons entró en la penitenciaría con 18 años, a finales de los 90, acusado de robo y asalto a mano armada. La acusación no tenía testigos, tampoco pruebas concluyentes y el jurado estaba formado únicamente por personas blancas. El joven, que repetía una y otra vez que era inocente, fue condenado a 50 años de prisión en un recinto de máxima seguridad. Nada cuadraba en su caso. Y Maya Moore estableció una relación de amistad con él, manteniendo el contacto de manera permanente incluso antes de importantes encuentros.
Maya Moore frenó en seco una de las trayectorias más brillantes en la historia del baloncesto para sacar de la cárcel a Jonathan Irons y conseguir un sistema judicial más justo. Lo ha conseguido.
— Luis Vallejo (@Lvallejocolom) July 2, 2020
Bigger than basketball.pic.twitter.com/MITmr3pERA
Durante los siguientes años, Moore expuso públicamente su caso y comenzó una batalla legal por detrás para intentar liberar a Irons. Ese mismo propósito que provocó su retirada provisional en 2019, cuando se encontraba en lo más alto, dejando claro que para ella tenía mucho más valor cualquier vida que su propia trayectoria.
Y de esta manera, en poco más de un año, el imposible ya no lo era. Tras pasar más de dos décadas encerrado, Moore lo consiguió: la sentencia de Jonathan Irons fue revocada. Se hizo justicia... y surgió el amor. La unión entre ambos terminó en boda, abriendo así una nueva etapa en sus vidas. Una en libertad, sin baloncesto y centrados en salvar a más gente inocente, trabajando por esa reforma penal que alejó de las pistas a la estrella de las Lynx. Esa causa mayor que vale más que todos sus títulos, canastas y espectáculo en la cancha. Porque nadie mejor que ella para demostrar con palabras y hechos que el baloncesto siempre fue lo más importante de las cosas menos importantes.