España cae de la forma más cruel y se despide del Mundial

Yakarta.- Quizás sea el discurso más famoso del deporte. Y ni siquiera se produjo en el mundo del deporte. Al Pacino en Un domingo cualquiera acuñó aquello de "pulgada a pulgada" que tan bien viene para el plan de partido de España. El conjunto de Scariolo salió con la idea bien aprendida y entendió que este partido pasaba por ir segundo a segundo, jugada a jugada. Sin correr y precipitaciones, conteniendo los nervios de quien ya se ha visto en batallas como ésta. Partidos de infarto en los que la victoria terminaría cayendo para quien tiene el corazón más fuerte. Y esta vez fue Canadá (85-88).

En la primera mitad parecía que era cosa de Willy Hernangómez. El pívot del Barça decía en la previa que tenía que dar un paso adelante y lo hizo adueñándose de la zona en ataque, mientras sus compañeros se dejaban el alma en defensa, con cambios constantes para volver loco al equipo canadiense. Así se construyó una renta de 10 puntos. Pero todavía quedaba seguir sufriendo.

Estaba claro que el partido se iba a decidir en los minutos finales. Canadá remontaba, pero España con un gran Aldama volvía a estirar su renta. Y vuelta a empezar. Eran 20 minutos para demostrar personalidad y España lo hizo aguantando todos y cada uno de los envites rivales, aunque en ataque se perdió en el último cuarto. El poderío físico canadiense y la calidad de Shai eran demasiado para una España que lo intentó de todas las maneras posibles. Tanto, que hubo más de uno que vio dentro ese trile final de Abribes. Pero no entró y, por tanto, no le bastó para coger el avión a los cuartos. Lo hizo con honores, pero una derrota siempre es una derrota. Y esta escuece.

Tenía que llegar el primer gran partido de Santi Aldama en este Mundial. Al canario se le esperaba como una de las referencias ofensivas del equipo. Su rango de tiro le convertían en un arma muy útil para el arsenal español, pero todavía no había cargado su munición. Lo hizo ante Canadá, en el momento de la verdad. Dejó a un lado esa apariencia de jugador frío y se metió en el choque desde el principio. Su actuación fue clave en el segundo cuarto para dar 10 de renta a España y se convirtió en fundamental en el tercer parcial para devolver el mando y la tranquilidad a España cuando peor lo estaba pasando. Paso adelante de personalidad que necesitaban el equipo y él.

Ya lo decíamos el otro día. El nivel del arbitraje en este Mundial está dejando bastante que desear y el partido entre España y Canadá fue un nuevo ejemplo. En la primera parte no revisaron acciones clarísimas y aplicaron un criterio para pitar faltas que cambió totalmente en el segundo cuarto. Especialmente el de la estadounidense Jenna Reneau, que salió de la caseta acelerada y sancionando cualquier con falta casi cualquier contacto, además de una técnica a Rudy que todavía nadie acierta a entender. O la antideportiva a Aldama al comienzo del último cuarto.

Hasta ahora España no había mostrado toda su variedad táctica en defensa. Pero las cartas ya no se podían esconder más tiempo. La cita obligaba a que el técnico italiano y el encargado de la defensa mostraran todo lo que tienen. Y lo hicieron con una alternancia defensiva ante la que los canadienses (97 puntos de media) no se encontraron cómodos como demuestran los ocho puntos al contraataque en la primera mitad. Individual con cambios, zona 3-2 e incluso presión en toda la cancha en alguna jugada. Un suma y sigue que dejó a Canadá en sólo 33 puntos al descanso.

Tener a Shai Gilgeous-Alexander es jugar con ventaja en este Mundial. El de los Thunder ha demostrado que de clase va sobrado. Y también de sangre fría. Él sólo sostuvo a los norteamericanos cuando España mandaba en el marcador y no dejó que se marchasen más allá de los 10 puntos. Dejó canastas de todos los colores y asumió el mando en el último minuto cuando se convirtió en decisivo con una canasta y dos tiros libres que terminaron por sentenciar a España.

Dillon Brooks es un disco que va a 45 revoluciones en un reproductor de 33. Todo lo que hace va pasado de vueltas. Para lo bueno, pero sobre todo para lo malo. Se ha creído la etiqueta de 'bad boy' que le han colocado en la NBA y se encara, golpea y protesta en cuanto tiene la más mínima ocasión. Intenta contagiar esa energía que le sobra a sus compañeros, pero muchas veces no lo hace de la manera adecuada y termina perjudicando con antideportivas o faltas que terminan por llevarle al banquillo antes de tiempo.