Cocaína, un síncope benigno que acabó en muerte y 11 puñaladas en el corazón de los Celtics hasta volver a ser reyes de la NBA
El documental 'Celtics City' recupera las leyendas negras de la franquicia más ganadora en la historia de la NBA.

Arrancan los playoffs de la NBA y lo hacen con los Boston Celtics como uno de los grandes favoritos -segundos en las casas de apuestas, sólo por detrás de los Oklahoma City Thunder que han terminado como el mejor equipo de la liga regular- para conquistar una joya que va ineludiblemente ligado a su ADN. No obstante, la franquicia de Massachusetts comienza de verdad la defensa del campeonato que conquistó de manera inapelable la pasada temporada ante los Mavericks de Luka Doncic.
El triunfo de Jaylen Brown, Jayson Tatum y Kristaps Porzingis no fue una victoria más. Fue una conquista redentora y sanadora que ponía fin a una sequía que duraba ya 16 años. Demasiados sin ver una bandera subiendo al techo del TD Garden, donde lucían ya otras 17 y que llevaban mucho tiempo suspirando por una nueva compañera. Y con ella no sólo se terminó la ley seca, sino que también se rompió el empate con los Lakers como la franquicia más laureada en la historia de la mejor liga del mundo.
El último trofeo Larry O'Brien certifica a los Celtics como la mayor dinastía en la historia de la NBA. Una franquicia capaz de ganar 11 títulos en 13 años, ocho de ellos de forma consecutiva, que ha dado grandes leyendas del deporte como Bill Russell, Bob Cousy, John Havlicek, Kevin McHale o Robert Parish. Un equipo cincelado a voluntad por Red Auerbach y capitaneado por un duende, símbolo de buena suerte. Aunque también ha vivido sus épocas de huelga.
Empezando por la que va de 1976 a 1981, cuando los Celtics pasaron sin pena ni gloria por la liga tras haber sido el equipo dominante. Pero, sobre todo, la época más negra del equipo que va desde 1986 hasta 2008. Catorce años en los que el equipo no sólo no ganó un solo anillo, sino que se convirtió en una franquicia maldita por culpa de una mezcla de episodios oscuros y mala suerte que queda perfectamente reflejada en 'Celtics City', el documental de nueve capítulos que estos días se emite en HBO Max.
Una serie que se detiene no sólo en los éxitos de los Celtics. También en capítulos más polémicos como el racismo sufrido por estrellas como Bill Russell o las muertes que cambiaron el curso de la franquicia, empezando por la de Len Bias en 1986, el hombre al que los Celtics le iban a dar las llaves de la franquicia como sustituto de Larry Bird y que apenas fue 'celtic' durante 24 horas. "Iba a ser el puente para la siguiente generación ganadora de los Celtics", asegura la periodista Jackie MacMullan, una de las voces más autorizadas para hablar de Boston.
Sin embargo, toda su carrera quedó en el mayor condicional de todos los tiempos por culpa de la cocaína, que truncó la carrera de un jugador llamado a ser uno de los más grandes de la historia y que terminó derrotado por sus miedos y la presión que llevaba encima antes siquiera de ser profesional.
El 19 de junio de 1986, apenas dos días después del draft fue su último partido, Len necesitaba emociones fuertes, llevar al límite su libertad antes de enrolarse en los Celtics y someterse a la exigente disciplina de la NBA. Alrededor de las tres de la mañana, en el Washington Hall, la residencia universitaria en la que se hospedaba, Len Bias consumió algunas rayas de cocaína. Fue una de esas decisiones de joven inconsciente que piensa que nada le pasará factura. Se equivocó y lo pagó, falleciendo en ese mismo momento.
"La gente me felicitaba cuando fue seleccionado en el draft, pero yo sentía que algo no iba bien", confiesa la madre de Bias en el documental. "Recuerdo que hablamos y celebramos el draft. No vi nada extraño en él. Le felicité y le dije lo orgulloso que estaba de él. Nos fuimos y pensé, 'bueno, mañana nos vemos'", apunta Derrick Curry, que estuvo con el alero su última noche. Sin embargo, ese mañana nunca llegó y con el corazón de Bias se detenía también el pulso de los Celtics.
Sin embargo, la franquicia pronto recobró su orgullo y se rehicieron. Llegaron a las finales esa misma temporada (cayeron 4-2 ante los Lakers) y disputaron la final del Este un año más tarde ante los Pistons. Pero el equipo daba muestras de cansancio y envejecimiento. Bird, McHale y Parish no daban mucho más y sin Bias Auerbach tenía que buscar otros hombros sobre los que poner el peso del equipo. Y los encontró en Reggie Lewis.

El alero de Baltimore llegó a los Celtics bajo el radar, pero no escapó al olfato de Auerbach que se encomendó a Lewis para rejuvenecer al equipo. Y lo hizo hasta que la mala suerte se volvió a cebar con los Celtics. El jugador ya había sido all star y ya había demostrado de lo que sería capaz. Sin embargo, todo cambió en la primera ronda de los playoffs de la temporada 92-93.
En el primer partido de la serie ante Charlotte, a punto de terminar el primer cuarto, Lewis se desplomaba sin explicación aparente y su cuerpo quedaba tendido en las tablas del mítico Boston Garden. El corazón del Garden se detuvo. Sin embargo, el jugador volvió a la cancha apenas unos minutos después. Se despojó del chándal y entró dos minutos más en la pista. Fueron sus últimos momentos como jugador de baloncesto.
Un fallo cardiaco apartaba al jugador de la cancha. Pero él no se dio por vencido. Busco nuevas opiniones y se aferró a un diagnóstico, "un síncope benigno" según cuenta MacMullan, más favorable para seguir jugando y prepararse para la nueva temporada. Sin embargo, la nueva temporada nunca llegaría. El 27 de julio, mientras practicaba tiro en la Universidad Brandeis, en Massachusett, Lewis volvió a caer. Y nunca más se levantaría. Ni siquiera los esfuerzos de los dos oficiales que abrieron el pabellón y se encontraron el cuerpo inerte de Lewis fuero suficiente para reanimarlo. El jugador, santo y seña de los Celtics post-Bird, fallecía a causa de una miocardiopatía hipertrófica y dejaba al equipo de Massachusetts sumido en las sombras.
La noche parecía eterna en los Celtics, que incluso firmó una de las peores temporadas regulares en la historia de la NBA (15-67 en la temporada 1996-1997) mientras el equipo buscaba un nuevo líder entre Dee Brown, Brian Shaw, Rick Pitino o Dino Radja. No lo encontró. Al menos no hasta 1998, cuando seleccionaron a Paul Pierce, un alero de la Universidad de Kansas que nació en Inglewood, Los Ángeles, y que no quería ir a los Celtics por ser fan de los Lakers. Aunque pronto cambió.

En sus dos primeras temporadas Pierce dejó claro que iba a ser el nuevo líder de Boston, incluso por encima de Antoine Walker, y permitió que los aficionados del Garden volvieran a soñar… hasta el 25 de septiembre del año 2000. Ese día el alero, que se disponía a comenzar su tercera temporada en la NBA con la camiseta verde de la franquicia de Massachusetts, recibió 11 puñaladas (en cara, cuello y espalda) en un club de la ciudad. "¿Voy a vivir? ¿Voy a vivir?", era lo único que era capaz de repetir Pierce en un incidente que hizo recordar a todo Boston los nombres de Bias y de Lewis.
Gracias a la rápida intervención de Tony Battie y de su hermano, Pierce fue rápidamente trasladado a un hospital y se salvó de morir desangrado. Logró recuperarse y esa misma temporada promedió 25,3 puntos, siendo el único integrante de los Celtics en disputar los 82 partidos de la temporada regular y convirtiéndose en el referente del último gran equipo de Boston -ganador del anillo en 2008 y finalista en 2010- hasta que el equipo llegó a manos de los 'Jays', que han devuelto a los Celtics el aura de franquicia ganadora y referencia de la NBA.