¿Funciona el proyecto de Gobert y Towns en Minnesota?
Desde la llegada del francés a los Wolves, la estadística y las sensaciones dicen que el equipo no está rindiendo al mejor nivel.
Perdieron los Celtics en Chicago y dos noches más tarde, los Kings no pudieron con Atlanta. Los dos equipos en mejor forma de la NBA cerraban sus rachas de victorias en nueve y siete consecutivas. Boston y Sacramento han sido en este principio de temporada los dos mejores ataques de la NBA, en ambos puntos por partido y por 100 posesiones. El relevo como equipo más en forma lo han cogido los Wolves, que suman ya cinco victorias seguidas.
En la NBA actual, la segunda más ofensiva de la historia y donde prima el ataque por encima de la defensa, el traspaso que Minnesota realizó en julio fue una apuesta clara por la defensa. La llegada de Rudy Gobert, tres veces mejor defensor de la NBA, subía el listón defensivo de unos Wolves que habían pecado de tener poca intensidad y capacidad a la hora de detener al rival. Tener al francés en el equipo levanta el suelo de la franquicia: Gobert solo sitúa a sus equipos en el top-10 defensivo. O al menos, lo hacía hasta este año.
Un problema de tamaño
En la actualidad, Minnesota están décimos con 110.1 puntos recibidos por 100 posesiones, una cifra mediocre para un equipo con Gobert. El impacto defensivo del pívot europeo es, en temporada regular, de los más grandes de la historia reciente. Nadie afecta la pintura como Rudy e intimida tanto el tiro rival. ¿Por qué los Wolves no están aprovechando a Gobert al mejor nivel? Por un problema de espacio. Hay una pintura y dos machos alfa: Gobert y Karl-Anthony Towns.
Towns ha sido el interior referencia del equipo en ataque por más de un lustro, desde la salida de Kevin Love y retirada de Kevin Garnett, pero Gobert ha llegado a ocupar su espacio, principalmente porque no puede jugar abierto. Rudy es el ancla defensiva, pero su aportación ofensiva no está siendo nada del otro mundo (13.1 puntos, 61.9%, peros cifras desde 2016). Dos jugadores de siete pies que, cada uno con sus deficiencias, todavía no han sabido jugar juntos.
Con Gobert solo, sin Towns, el equipo permite 110 puntos, pero anota solo 105 (-5.2 por 100 posesiones). Al contrario, solo con el dominicano y sin la presencia del francés, el equipo se va hasta los 118 puntos anotados, pero recibe 116.4 (+1.6). El problema es que juntos cuando se pensó en el traspaso, se soñó con fusionar sus habilidades y por ahora, lo que se ha conseguido es limitar sus mejores armas. Con ambos juntos, el equipo anota 108.3 y recibe 109 (-0.7). No sale a cuenta.
La solución está en los bajitos
La única manera de hacer funcionar un equipo con dos jugadores tan altos, uno de ellos sin ninguna capacidad de generar su propio tiro, es mediante la generación de otros. El ejemplo más claro es Cleveland, con Evan Mobley y Jarrett Allen, y como Darius Garland y Donovan Mitchell han sabido crear para ellos. En la actualidad, ni D'Angelo Russell ni Anthony Edwards han tenido ese rol, ni son jugadores conocidos por su capacidad para hacer mejor al resto: son anotadores.
Es más, el propio Edwards se ha quejado en más de una ocasión de la cantidad de jugadores que hay en la pintura y como eso ha afectado a su juego. No es el mayor fan de la llegada de Gobert, pero por sus manos pasa hacer que el proyecto funcione. Tanto Rudy Gobert (1.41 puntos por posesión) como Karl-Anthony Towns (1.28) son jugadores excelente en bloqueo y continuación, pero ninguno de sus bajitos domina el arte (todos anotan por debajo de 0.8 puntos por jugada).
Lo sorprendente es que, pese a que nada apunta a que deberían estar ganando, lo hacen. Llevan cinco triunfos seguidos, aprovechando lesiones (Cleveland, Philadelphia, Miami) o rivales más débiles (Indiana y Orlando), pero han conseguido situarse en el top-8 de la conferencia. Y todo con un proyecto que parece que no funciona.