BALONMANO

Veinte años de la rajada de Mateo Garralda en Montpellier: "Me jugué la puta espalda para que vengan dos cabrones y te jodan"

El 3 de mayo de 2003, el Portland San Antonio caía en la final de la Liga de Campeones ante el Montpellier.

Mateo Garralda mostró su indignación tras perder la Liga de Campeones 2002/03./TVE
Mateo Garralda mostró su indignación tras perder la Liga de Campeones 2002/03. TVE
José M. Amorós

José M. Amorós

"Ya no se hacen películas como las de antes", dicen ahora algunos expertos del cine, en una señal de que, quizás, el tiempo les ha pasado por encima. "Ya no hay presidentes de fútbol como los de los 90", recuerdan los aficionados al fútbol de otros tiempos ante la falta de show en los palcos de Primera. Los tiempos cambian y muchos recuerdan el pasado como algo mejor que el presente. Aunque el 3 de mayo podemos subirnos a esa ola de la comparación con el pasado para decir, sin temor a equivocarnos, que 20 años después tampoco ha habido una rajada como la de Mateo Garralda tras la final de Montpellier.

"Han venido los árbitros aquí a tomarnos el pelo y a chulearnos", comenzaba el capitán del Portland San Antonio de Pamplona tras caer en la final de la Liga de Campeones de balonmano. El conjunto navarro había llegado el día antes a la ciudad al sur de Francia acariciando su segundo título de la máxima competición europea. En la ida, en un Pabellón Universitario de Pamplona con gradas llenas, el conjunto de Zupo Equisoain vencía con solvencia a los franceses por 27-19 y viajaba con ocho goles de margen.

Enfrente, un Montpellier novato en finales no hacía prever una remontada para ninguno de los expertos. El único gran hándicap de la situación era los graves problemas físicos que asolaban la plantilla pamplonica a finales de temporada. Destacando al mencionado Mateo Garralda, capitán del equipo y seis veces campeón continental hasta ese momento, que aterrizaba en tierras galas pocas horas después de pasar por el quirófano para intentar contener unos fuertes dolores a causa de una hernia foraminal [detrás del cuerpo vertebral y delante del arco vertebral, la parte más posterior de la vértebra] que le dejaban sin fuerza en una pierna.

"Me han dicho que guarde reposo. Están haciendo todo lo posible con la epidural para evitar los dolores que me produce la hernia que tengo en la espalda y que el domingo juegue", comentaba ante los medios en la previa, pero teniendo claro su objetivo: "Voy a salir a muerte contra el Montpellier. Tengo que echarle una mano al equipo". Por desgracia, Garralda no era el único tocado. De los seis jugadores de la primera línea, solo dos estaban sin lesión de cierta gravedad.

Lo que parecía imposible, comenzó a convertirse en posible con el inicio del encuentro y la presión de miles de personas en las gradas. Entre un equipo francés con nombres como Omeyer, Dinart, Karabatic o Guigou, donde todos ellos terminarían siendo leyendas del balonmano, y una actuación arbitral que indignó al Portland, la sangría se fue haciendo cada vez más grande. Del 5-2 al 11-4 y de ahí, tras una pequeña reacción del equipo blanquiazul, de nuevo al 22-14. A partir de ahí, nunca más se volvió a estar por debajo de la renta de ocho goles.

El ambiente estaba caldeado en el banquillo antoniano. Las decisiones de los colegiados daneses Boye y Jensen, con mayor o menor trascendencia, parecían caer siempre del lado francés. La mecha estaba en marcha. Un tiempo muerto de técnico del Montpellier, Patrice Canayer, con 30-19 en el marcador y a falta de 28 segundos echó la gasolina. Los jugadores del Portland saltaban a la pista y comenzaban los empujones entre ambos equipos. Equisoain señalaba indignado y amenazante a su colega del equipo rival. De ahí al final, segundos de empujones cada vez que se ponía el tiempo en juego hasta que sonó la bocina con 31-19 y el primer título para el Montpellier.

La tensión se podía cortar en el pabellón Rene Bougnol y la indignación iba en aumento. Mateo Garralda, que había dado todo para disputar esa final, toma la palabra ante los medios de comunicación españoles desplazados.

"Entré en un puto quirófano de mierda, me jugué la espalda"

Mateo Garralda

"Yo tengo una puta hernia foraminal, que estoy jodido. No me responde la puta pierna", señala nervioso el lateral derecho de Burlada, que tiene claro quiénes son el objetivo de sus críticas: "Para que estos hijos de puta... ¡me dejé la vida! Entré en un puto quirófano de mierda, me jugué la puta espalda para que vengan dos cabrones y te jodan. Tócate los cojones. Estoy indignado".

La voz de Garralda se va perdiendo en la indignación. La afonía toma paso en un semblante donde poco falta para que aparezcan las lágrimas. "Vienen dos canallas y me estoy jugando la puta espalda", continúa el capitán. "Para que vengan dos hijos de pu... dos canallas y te chuleen. ¡Es una vergüenza!".

Han pasado 20 años, pero los aficionados al balonmano y al deporte en general que lo vivieron por televisión siguen teniendo aquella zona mixta postpartido aún presente. No se olvida fácilmente una 'rajada' de tal calibre después de un partido tan trascendente. En la época de medir cada palabra en público, los tiempos han cambiado.