Cuando Agua Marina cruzó el océano: "Dejé todo en Paraguay; me la jugué"
Los retos en la vida de un deportista van mucho más allá de la competición. La paraguaya Agua Marina Espínola es un gran ejemplo de lo que supone migrar en busca de un sueño.
![Agua Marina Espínola, durante un entrenamiento con Canyon//SRAM en Mallorca. /THOMAS MAHEUX](http://s3.sportstatics.com/relevo/www/multimedia/202303/10/media/cortadas/portada-agua-maheux-RSV9ukNKGgRXBKkQUH1tYAK-1200x648@Relevo.jpg)
"Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa". En su 'Romance Sonámbulo', Federico García Lorca retrató el drama de crecer, mudar, migrar; el ruido atronador de cerrar una puerta que jamás volverá a abrirse, o jamás igual. A partir de cierto momento, todo cambio implica una renuncia. Esto se aplica también a la vida de cualquier deportista profesional que se desplaza a un país remoto en busca de un sueño. Se haga realidad o no, el dolor por lo que pudo ser en ocasiones atenaza, o arde.
Quién le iba a decir a Agua Marina Espínola (1996, Asunción) que aquella visita a la Virgen de Caacupé iba a marcar su vida como la marcó. "Vi a las bicis, y a los ciclistas", cuenta a Relevo. "Le pregunté a mi padre y me explicó que esos hombres habían hecho la peregrinación en bici. Para una chica de 11 años que casi no había salido de casa, esos 50 kilómetros desde San Antonio (a las afueras de Asunción, donde yo vivía) hasta Caacupé eran… puf… tremendos". Así creció su interés por las dos ruedas hasta que, con 14 años, decidió que en ellas giraría su destino. Pidió a sus padres que, en lugar de la tradicional fiesta Quinceañera con su motivo de su 15º cumpleaños, le regalaran una bici. No quisieron.
Quién le iba a decir a Agua que, tiempo más tarde, aquella persecución iba a marcar su vida como la marcó. "Mi madre me había dicho que, si tanto quería ser ciclista, les hablara a aquellos ciclistas que pasaban por la puerta de mi casa. Un día me decidí, les perseguí dos kilómetros con mi 'mountain bike', les alcancé y les pedí que se pararan para preguntarlas cómo tenía que hacerlo para ser ciclista. Lo primero que se me ocurrió decirles fue que mi sueño era correr con ellos. Ahí me dijeron que su equipo buscaba chicas; que, si yo quería, me podían prestar una bici a ver qué tal me iba".
Quién le iba a decir a Agua que, apenas unas semanas después, una escalada al Cerro Paraguarí iba a marcar su vida como la marcó. "Mi primera carrera fueron 70 kilómetros que terminaban en el Cerro Paraguarí, el único puerto que tenemos en Paraguay, que son apenas 5 kilómetros al 5%, Yo ni me enteraba de la película". Se descolgó del lote, sola y sin agua; pero llegó hasta la cima. "Me sentía decepcionada. Me decía que no tenía futuro en esto". Sus compañeros fliparon: ¿cómo había llegado en bici, en solitario, hasta allí? "Vino el entrenador de la selección nacional, para preguntarme cuántos años tenía". Y se convirtió en su pupila.
A partir de ahí, el brillo. Un oro y una plata en el Sudamericano juvenil; un bronce en los Juegos Sudamericanos de la Juventud; un campeonato nacional absoluto siendo todavía juvenil; una llamada para integrarse en el Centro Mundial de Ciclismo (World Cycling Centre, WCC, en inglés), la academia de la Unión Ciclista Internacional para corredores de países sin tradición en el deporte de la bicicleta. "Me llamaron en 2015, pero no pudo ser. Volvieron a invitarme en 2017, cuando ya había perdido la esperanza y estaba planeando cómo venir a Europa por mis propios medios. Había ahorrado dinero de las becas y los premios de las carreras para viajar allí y luego ver cómo me gestionaba la vida. Cuando volvió aparecer esta oportunidad, no dudé y me pagué los billetes para Suiza". Cruzó el océano. "Dejé todo en Paraguay. Me la jugué".
Europa es la tierra prometida para el aspirante a ciclista. Le separan de sus carreteras kilómetros de mar y metros de verjas invisibles, muy altas, casi imposibles de saltar. No sólo es dinero: son visados, son adaptaciones, son una curva de aprendizaje muy pronunciada en un mundo (el deporte profesional) en el que prima la impaciencia. "Para ser sinceros, [los equipos europeos] no nos quieren traer [a los ciclistas de otros continentes]", resume Agua con amarga lucidez. "Ésa es la realidad. En ese sentido, lo más fácil para todos es tener la oportunidad de venir al Centro [Mundial de Ciclismo], que sabe gestionar bien esos temas".
Cuando concluyó su estadía en el WCC, Agua encontró acomodo en el Massi-Tactic catalán. "Conocí España y comprendí que el país me gustaba; que quería hacer mi vida aquí, donde podía hablar mi idioma y explorar otro horizonte. Era el mejor lugar para seguir desarrollándome como ciclista". Se instaló en Girona. Desde ahí, la pasada campaña, firmó por el Canyon//SRAM Generation, filial del Canyon//SRAM de categoría Women's WorldTour que trabaja con talentos de todo el mundo. "Quieren dar oportunidades a las ciclistas de países sin tradición. Porque, si hay paciencia, se llega; y eso es lo que queremos demostrar, que el ciclismo profesional puede ser para todos". Sin importar el lugar de procedencia: sólo el trabajo, la calidad deportiva y la humana.
Campeona contrarreloj en los Juegos Sudamericanos, Agua había dado un obvio salto de calidad. En esta campaña 2023, la segunda con el filial de Canyon//SRAM, el primer equipo la llamó a filas para disputar la Setmana Valenciana en febrero. "Me dieron la oportunidad en la segunda concentración de pretemporada que estábamos haciendo en Mallorca, y dije 'sí' del tirón". Esto suponía renunciar a volver a Paraguay durante un mes de preparación. Lo asumió. Acabó 97ª de la general final. Vivió una experiencia valiosísima.
¿Cómo es vivir entre dos continentes?, le preguntamos a Agua. Ella se derrite en lágrimas. "Es muy duro. Es la parte más difícil. Llega un punto en que te perdés. No sabes de dónde sos. Volvés allá y no estás cómoda porque te falta lo que disfrutas en Europa. Acá me enamoré, acá vivo la bici como en ningún otro lugar. Pero claro: yo canjeé el tiempo con mi familia por esto. Llevo casi siete años pasando más tiempo acá que allá. A veces pensás que esos momentos ya no van a volver. Muchas veces pensaba, al terminar una carrera, que aquí no tengo a nadie, que voy a volver al piso y ya está. Y veía los asados de mi familia y me decía: 'lo que daría por estar allí por lo menos un día; un día, por lo menos…' Y sabía que la próxima vez que iba a ir sería tres o seis meses más tarde. Ésa es la parte difícil".
Las dudas cuando uno ya no es uno, ni su casa es ya su casa. Las dudas que sólo se superan con determinación y confianza en el propio destino. Ahora Agua se está "estabilizando"; integrándose, haciéndose una vida en Europa, "que era lo que me estaba faltando". Encuentra orgullo y energía en llevar la bandera de su Paraguay en el pecho y el corazón. "Trato de no pensar en lo que dejé allá y, cuando me preguntan, me invaden todas esas sensaciones que procuro tener arrinconadas". Un amago de excusa para algo que no necesita disculpa. "Ahora he encontrado un mundo acá. Me siento arropada, tengo muchos amigos que realmente me profesan mucho cariño, y se nota, y eso es lo que más me ayuda. Va a ir a mejor". Este mismo fin de semana, Agua Marina Espínola disputa la Vuelta a Extremadura como capitana del Canyon//SRAM Generation. Le irá bien.