CICLISMO

Bradley Wiggins se sincera sobre los traumas que le empujaron a la adicción y la depresión: "Me dejé morir lentamente"

El que fuera campeón olímpico y del Tour confiesa en L'Equipe cómo trata de superar el asesinato de su padre y los abusos que sufrió de adolescente.

Bradley Wiggins celebra en el Tour de Francia./AFP
Bradley Wiggins celebra en el Tour de Francia. AFP
Andrea Robles

Andrea Robles

Hubo un tiempo en el que todo el mundo conocía a Bradley Wiggins. Cinco oros olímpicos —además de otras tres medallas—, campeón del Tour de Francia en 2012, oro mundial en 2014… Sin embargo, ahora el británico se encuentra sumido en una realidad bien distinta, con unas deudas que los tabloides estiman en más de dos millones y una depresión que poco a poco deja atrás gracias a otra leyenda del ciclismo caída en desgracia.

Esta semana, en L'Equipe, Wiggins habla abiertamente de su descenso a los infiernos, empujado por el asesinato de su padre y los abusos sexuales que sufrió de joven. Durante un tiempo, el deporte silenció su dolor. "Toda mi vida, el ciclismo ha sido una forma de enterrar mis traumas del pasado", cuenta. Poco antes de su retirada en 2016, aquellas heridas salieron a la superficie y se llevaron por delante su cordura.

"Vengo de unos años muy complicados. Experimenté depresión, alcoholismo y drogadicción. Después de retirarme, me desmoroné. Fumé, bebí. Me divorcié. Me dejé morir lentamente", confiesa en la revista francesa.

Por un lado, afloró la pérdida en 2008 de un padre ausente y por el que tuvo una infancia "triste y solitaria": "Me abandonó antes de ser asesinado —relata Wiggins—. Crecí en un entorno donde la violencia era casi una forma de vida".

Por otro, despertó el recuerdo de una agresión sexual que sufrió a manos de su primer entrenador durante la adolescencia. "Tenía este recuerdo enterrado en mi mente. Un día, mientras pasaba en coche por delante de mi antiguo club con mi hijo, todo volvió a mi mente". Según el exciclista, aquel despertar desencadenó sus problemas de adicción.

Aquello sucedió en los años en los que las sospechas de dopaje acechaban al británico. Fue demasiado para él. "En ese momento, mi vida ya no tenía sentido: no podía definirme. No tenía nada a lo que aferrarme. Fue entonces cuando mi pasado resurgió y caí en las drogas. Casi me arruina", se sincera el excorredor.

Tras aquel durísimo puerto de montaña, Wiggins se encuentra ahora en el camino de la recuperación. "He vuelto a encarrilarme. Me enfrenté a mis demonios y ahora por fin veo la luz". A través de conferencias y subastas de sus recuerdos de ciclista, comienza a recuperarse económicamente. Ha cambiado sus adicciones por el Hyrox, la nueva competición de fitness de moda. Y, confiesa, ha vuelto a montar en bicicleta.

Gran parte de su remontada se debe a la ayuda de Lance Armstrong, quien financió su tratamiento psicológico. En julio presentarán juntos un podcast diario sobre el Tour de Francia. Dos excliclistas estrellados pedalean juntos hacia la redención.