CICLISMO

La caída del transatlántico Movistar: "Ha pasado de ser un actor a convertirse en un mero espectador"

Son muchos los factores que han condenado al conjunto telefónico a conformarse con una realidad que le sitúa lejos de los mejores bloques del pelotón internacional.

Un auxiliar del equipo Movistar espera para proporcionar bidones a sus ciclistas./Getty Images
Un auxiliar del equipo Movistar espera para proporcionar bidones a sus ciclistas. Getty Images
Daniel Arribas

Daniel Arribas

En mayo, cuando las flores comenzaban a colorear las carreteras italianas, Matteo Jorgenson plantó una semilla que brotó hasta resquebrajar los cimientos del equipo Movistar. A solo tres días de que arrancara el Giro de Italia, el ciclista estadounidense publicó varios mensajes en su perfil de Twitter en los que, a modo de hilo, confesaba que se había pagado sus concentraciones en altura para preparar "la mejor primavera de su vida". Lo que no sabía el joven californiano, o quizás sí, es el modo en que aquellos tuits expusieron las vergüenzas del conjunto español.

Días antes, Jorgenson, el más ilusionante proyecto telefónico y, a su vez, el corredor que más puntos UCI recaudó esta temporada para el cuadro navarro, ya había comprometido su futuro junto al de Jumbo-Visma, la estructura más potente del pelotón. La raíz del problema, sin embargo, permanece adosada a las oficinas centrales del equipo Movistar, el mismo que triunfó a lomos de Perico Delgado en el Tour del 88; el mismo que, ya en los noventa, se consagró como la mejor escuadra del planeta con los paseos triunfales de Miguel Induráin por París.

Algo falla. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué aquel transatlántico, aquel equipo que gozaba de los mejores ciclistas del pelotón en sus filas y, a su vez, despertaba envidias en el resto de plantillas, ya no es ni tan siquiera una sombra de lo que fue? Razones hay varias, pero conviene repasarlas con cierto contexto.

Matteo Jorgenson en el último Tour de Francia. Getty Images
Matteo Jorgenson en el último Tour de Francia. Getty Images

Todo surge a finales de 1996, justo cuando Miguel Induráin decide colgar la bicicleta tras abandonar La Vuelta camino a Los Lagos de Covadonga. Es ahí cuando el equipo de Abarca Sports, denominado Banesto por aquel entonces, se desloma sin éxito para detectar al sucesor del campeón navarro. Ni Abraham Olano, ni José María 'Chava' Jiménez, ni Francisco Mancebo, ni Denis Menchov fueron Miguel Induráin.

Tampoco Alejandro Valverde, para ser ciertos, aunque el murciano sí consiguió algo que escapó a sus antecesores: convertirse en una figura internacional, un referente importante que se echó el equipo a la espalda y consiguió, de una vez por todas, aupar al cuadro navarro a cierto reconocimiento más allá de las fronteras peninsulares.

La irrupción de 'El Bala', jovencísimo allá por 2005, coincidió prácticamente con el adiós de Banesto, que abandonó el equipo como sponsor principal ese mismo año. Fue ahí cuando, durante dos temporadas oscuras, el patrocinio de las Islas Baleares funcionó como un bote salvavidas para dar paso poco después a Caisse d'Epargne, una caja de ahorros francesa que ligó su nombre al bloque ciclista hasta finales de 2010.

Alejandro Valverde se impone a Lance Armstrong en el Tour de Francia de 2005. REUTERS
Alejandro Valverde se impone a Lance Armstrong en el Tour de Francia de 2005. REUTERS

Lo que no todos recuerdan es que aquel curso la estructura está muy cerca de desaparecer. Ni siquiera el triunfo en La Vuelta a España de 2009 de un Alejandro Valverde ya maduro consigue atraer patrocinadores que den nombre al equipo. Solo entonces, ante un futuro poco halagüeño y cerca de consumarse la hipotética cuenta atrás, apareció Luis Abril, secretario general de Presidencia de Telefónica, mano derecha de César Alierta y con pasado en Banesto durante los años más boyantes de la escuadra (1994-1999). Abril apostó por el ciclismo y, de la mano de Telefónica, brazo de telecomunicaciones del Gobierno de España, puso la primera piedra del proyecto Movistar.

Los años dorados esconden el origen del problema

Los inicios, no obstante, no fueron fáciles. Con Alejandro Valverde sancionado dos temporadas por su implicación en la Operación Puerto, la organización deambula con una plantilla de circunstancias, repleta de corredores de clase media y algunas incorporaciones guiadas más por intereses comerciales que por las necesidades deportivas.

Es ahí, en 2012, cuando Eusebio Unzué, Movistar y toda la estructura de Telefónica se encomiendan a un joven colombiano que, escalador mordiente, talento generacional, llega del otro lado del charco de la mano de Vicente Belda. Así, con la irrupción de Nairo Quintana —triunfos en Giro y Vuelta—, el regreso de Alejandro Valverde —tres victorias en Lieja y dos en la Flecha Valona— y las victorias que sumaban corredores como Ion Izagirre, Jonathan Castroviejo, Jesús Herrada o Beñat Intxausti, el equipo vive una época dorada, siendo competitivo en todas las carreras y liderando el ranking UCI entre 2013 y 2016 —con doble podio en el Tour de Francia de 2015, donde Quintana termina segundo y Valverde, tercero—.

Nairo Quintana ataca a Chris Froome (Sky) en el Tour de Francia de 2015. ASO / PAULINE BALLET
Nairo Quintana ataca a Chris Froome (Sky) en el Tour de Francia de 2015. ASO / PAULINE BALLET

Mientras tanto, en la sombra, el ciclismo mundial vive un significante cambio de paradigma. La entrada en la élite de la escuela anglosajona, anticipada años atrás por el US Postal de Lance Armstrong y perfeccionada hasta el más mínimo detalle por el Sky de Chris Froome, primer súper equipo de la década a nivel de presupuesto, eleva el ciclismo a otro nivel.

Se apuesta entonces por un estilo de preparación hasta entonces inédito, seguido al dedillo por todos los equipos desde entonces: los ciclistas comenzaron a mantener un estado de forma lineal, constante, sin picos de forma durante los meses clave de la temporada; se comienza a normalizar la preparación en altura; y las concentraciones de pretemporada pasan a formar parte del calendario de todos los equipos.

No de Movistar, que, salvado por el talento generacional de sus corredores, gran parte de ellos repescados de los conjuntos españoles que desaparecieron con la crisis económica —ONCE, Kelme, Saunier Duval o Euskaltel—, se resiste a realizar esas concentraciones hasta 2021, cuando el resto del pelotón ya lleva casi una década con otro chip, realizando, en algunos casos, hasta tres stages de preparación antes del inicio del curso.

Gonzalo Serrano revisa su bicicleta junto al autobús del Movistar. Getty Images
Gonzalo Serrano revisa su bicicleta junto al autobús del Movistar. Getty Images

Durante ese tiempo, la mayoría de los bloques más importantes del pelotón comunicaban a sus corredores la planificación del curso en pretemporada. Movistar, en cambio, optaba por esperar a meses, semanas o incluso días de que arrancaran las pruebas en cuestión para definir sus alineaciones. Algo que, en ocasiones, fatigaba a corredores, auxiliares y miembros del staff.

Una lenta involución... que casi cuesta el descenso

Muchos de los corredores que salvaron a Movistar en aquella época no tardaron en partir a otros conjuntos. Junto a las salidas de gregarios de excepción como Jonathan Castroviejo (desde 2018 en Ineos), cazaetapas valiosísimos como Ion Izagirre (ahora en Cofidis) o jefes de filas como Mikel Landa (a partir del próximo año en Soudal Quick-Step), la estructura telefónica sufrió una fuga de talentos también en el cuerpo técnico.

Por sus filas pasaron algunos de los perfiles más valorados del pelotón internacional, como Xabier Zandio, actual director deportivo de Ineos, Xabier Artetxe, jefe de preparadores de los británicos, Mikel Zabala, seleccionador nacional de MTB y de carretera en categoría sub-23, o Jon Iriberri, biomecánico del Jumbo-Visma.

Algunas de aquellas salidas, especialmente las de ciertos corredores, generaron tensiones con Giuseppe Acquadro, mánager de algunos de los más relevantes ciclistas del pelotón. El punto culminante, sin duda, llegó con el divorcio del ecuatoriano Richard Carapaz, campeón del Giro de Italia en 2019 con Movistar, pero, a su propio entender, poco valorado en la organización de Eusebio Unzué.

Eusebio Unzué, responsable máximo del equipo Movistar. Twitter: @Movistar_Team
Eusebio Unzué, responsable máximo del equipo Movistar. Twitter: @Movistar_Team

Así, con la dificultad de ensamblar una plantilla con garantías, y sin equipo filial para generar talentos propios, como sí hacen la mayoría de estructuras del pelotón, Movistar presenta, desde 2018, un bloque envejecido —más de 30 años de edad media— en el Tour de Francia y La Vuelta a España, las dos grandes citas de su calendario. A eso se suma el desgaste de un staff más reducido que el del resto de organizaciones UCI: mientras Jumbo-Visma o Ineos Grenadiers tienen 13 directores deportivos, Movistar tan solo cuenta con siete, de modo que sus integrantes han de sumar más días de competición que el resto.

Todo ello convierte al equipo en un lugar de paso. "Ha pasado de ser un actor a convertirse en un mero espectador; esperan, no producen; no hacen al corredor", señala Manolo Saiz, director del equipo ONCE durante más de una década. Razón, parece, no le falta. Las dificultades para competir con los grandes nombres del pelotón en lo económico, desarrollar talento en lo deportivo y adaptarse a las novedades en lo metodológico han abocado a Movistar a la clase media del UCI WorldTour.

Esa evidente limitación para seducir a talentos ajenos se traduce en que, lejos de lo que se llegó a contar, Primoz Roglic nunca fuera una opción real para la plantilla de 2024. Carlos Rodríguez sí, pero a la hora de decidir entre Ineos y el equipo navarro, el joven granadino, juvenil más brillante del ciclismo español hace no tantos años, optó por continuar en la estructura británica, que apostó por él cuando Unzué y los suyos no mostraron el interés que evidenciaron esta campaña. 

Carlos Sastre valora la trayectoria de Enric Mas y el equipo Movistar.RELEVO / ALEJANDRO CORRAL

  

Sin poder optar, por tanto, a los mejores vueltómanos del mundo, Movistar ha de contentarse ahora con el regreso de Nairo Quintana, que a sus 33 años —serán 34 en febrero— no pide el caché de antaño y, para colmo, sigue siendo una figura de peso en Colombia, donde Movistar Latinoamérica mantiene un gran foco de interés. Una muestra de ello es que la presentación de Quintana con el equipo español se llevó a cabo hace solo unos días en Bogotá, a miles de kilómetros de la sede principal de los navarros.

El colombiano compartirá ahora liderato con Enric Mas, un jefe de filas que pocos conciben ya como un candidato real en las grandes vueltas de la temporada. "Cuando no tienes dónde escoger, te agarras a un clavo ardiendo", sentencia a este medio Carlos Sastre, campeón del Tour de Francia en 2008. "Enric es un corredor que en sus inicios hizo podio en La Vuelta, en Quick-Step, y todo el mundo pensó que podía tener una progresión más clara. Creo que tampoco lo ha hecho mal, le falta rematar pero ha hecho cosas que no están al alcance de cualquiera; pero quizás nos gustaría que él o su equipo corrieran de otra manera. A mí me falta un Movistar más ambicioso".

No obstante, el mallorquín y Quintana, junto a una plantilla debilitada en experiencia y revitalizada en potencial respecto al año anterior, tratarán de rascar el mayor saco de puntos posibles para salvar otra temporada lejos de la cima, en la que se encuentran UAE, Jumbo e Ineos, todos ellos con cerca del doble de presupuesto. De esta forma, Movistar, anterior Reynolds, anterior Banesto, planificará una temporada más con el objetivo de sobrevivir, manteniendo el estatus WorldTour y esquivando el susto vivido en 2022, cuando estuvo a punto de consumar un dramático descenso de categoría, algo impensable hace solo unos años.