CICLISMO

Carlos Sastre responde a Armstrong: "Solo ha sido un bache en mi vida, cada uno está donde se merece"

El español recibe a Relevo para repasar su triunfo en el Tour de Francia de 2008, donde se vistió de amarillo tras una inolvidable ascensión al Alpe d'Huez.

Carlos Sastre celebra el triunfo en el Tour de 2008 por los Campos Elíseos de París./AFP
Carlos Sastre celebra el triunfo en el Tour de 2008 por los Campos Elíseos de París. AFP
Daniel Arribas

Daniel Arribas

En las paredes de una fría nave a las afueras de Ávila, un recuerdo imborrable yace en forma de mural. En el centro de la instantánea, gigantesca, un hombre luce un amarillo impoluto y levanta los brazos con sonrisa tímida. Hoy, 15 años después, el mismo hombre se mantiene intacto, de amarillo, en la memoria de miles de españoles. Lo hace ligado a la leyenda de una ladera, la del Alpe d'Huez, esa que ascendió como un rayo en el mejor día que alcanza a recordar sobre una bicicleta.

Ahora, atareado en su tienda de bicicletas, en la que recibe a Relevo, Carlos Sastre niega volver mentalmente a aquellas curvas, a aquel bullicio de cláxones, silbatos y griterío infernal rumbo al olimpo francés del ciclismo. Tampoco ha regresado en cuerpo. Prefiere, sabio, no tenderle trampas a la memoria y quedarse con el recuerdo de aquella tarde soleada de 2008.

Corredor de culto, diésel, aunque sin el 'punch' y el carisma al que hoy nos acostumbra Pogacar, Sastre sonríe cuando se le formulan las preguntas, como cualquier niño travieso. Engaña, claro, porque es un tipo serio, de ideas claras y con una ironía afilada que por momentos parece tornar en acritud. "Soy de nacimiento imperfecto", se justifica él, enemigo de los homenajes y las palmaditas en la espalda, como comprobaron sus más destacados directores: Bjarne Riis y Manolo Saiz.

Siempre has dicho que Manolo era un adelantado a su tiempo.

Cuando todos iban a las carreras con un camioncito, él tenía un autobús. Cuando todos los equipos disponían de una bicicleta de repuesto, él tenía cinco. Cuando nadie investigaba a nivel de entrenamiento, él lo hacía. Creo que es una persona súper formada, que siempre ha estado diez años por delante del resto. Es cierto que, por diversas circunstancias, luego no se le ha tratado del todo bien.

¿Por qué?

Un exceso de ego, seguramente. Lo entiendo, pero yo personalmente solo puedo tener palabras de agradecimiento hacia él. Y ojo, conmigo no fue la persona más cariñosa del mundo. Discutí mucho con él y creo que lo seguiría haciendo el resto de mi vida, porque nunca entenderemos el ciclismo de la misma manera. Pero me dio un campo visual muy grande. Me enseñó que para ser ciclista había que trabajar mucho.

Carlos Sastre, junto a su cuñado, El Chava Jiménez, antes del Giro de 1999. EFE
Carlos Sastre, junto a su cuñado, El Chava Jiménez, antes del Giro de 1999. EFE

Tu primera grande fue con él en el equipo ONCE.

Efectivamente, el Giro de Italia del '99. Como decía José María García [imita la voz del locutor]: "El último españolito, Carlitos Sastre...".

¿Cómo recuerdas esas tres semanas?

Uf, lo pasé tan sumamente mal que pensé que nunca tendría oportunidad de ganar ese tipo de carreras. De aquellas se decía que hasta que no completabas una vuelta de tres semanas no te daban el carnet de ciclista profesional, así que lo único que me preocupaba era poder terminar. Y me costó muchísimo… ¡Llegué a llorar encima de la bicicleta!

¿De dolor o de frustración?

De frustración, de no tener experiencia, de ir el último y subir el Mortirolo muerto, sin reservas. Son momentos en los que piensas que te vas para casa. Pedaleas con lágrimas en los ojos y piensas que no vales para esto.

"La toalla la quieres tirar todos los días, pero esto es un trabajo"

Carlos Sastre Ciclista

Al año siguiente, sin embargo, terminas octavo de la general y líder de la montaña en La Vuelta.

Sí, venía de una operación de una hernia de hiato que no me permitía alimentarme con normalidad. Fueron tiempos difíciles. Aquella Vuelta fue un indicio, al fin, de lo que me podían dar ese tipo de carreras. Era justo lo que buscaba.

En ese proceso, ¿llegaste a pensar en tirar la toalla?

La toalla la quieres tirar todos los días, y más cuando te ponen diez días seguidos con 200 kilómetros, 40 grados y no sé cuántos puertos. O etapas llanas repletas de abanicos y con Manolo gritándole al oído por la radio. Te lo planteas muchas veces, pero no deja de ser un trabajo. Yo siempre me lo he tomado como tal, vaya.

Carlos Sastre y Lance Armstrong, en el Tour de Francia de 2002. EFE
Carlos Sastre y Lance Armstrong, en el Tour de Francia de 2002. EFE

¿Cómo se gesta tu fichaje por el CSC?

Después de cuatro años con el equipo ONCE, que para mí fueron los más bonitos de mi carrera, yo ya estaba a un nivel en el que necesitaba tener libertad para saber hasta dónde podía llegar. En el Tour de ese año, Bjarne Riis se fijó en mí, hablamos y me hizo una oferta que de primeras no acepté. Pocas semanas después, en la Vuelta a Burgos, justo después de ganar en la etapa reina, volví a hablar con él y me dijo que había cambiado de opinión, que aceptaba mis proposiciones y que me daría esa libertad que pedía.

¿Lo hizo?

A ver, este mundo es complicado. Yo tenía libertad y no tenía libertad. Al principio siempre estuve supeditado a corredores como Tyler Hamilton o Ivan Basso. Piensa que ellos seguían unas directrices que yo no seguía y, por tanto, se ganaban una confianza que yo no tenía. Hay que ser conscientes de que en el ciclismo cuesta mucho romper barreras y ganarse un puesto.

Pero tú te lo acabaste ganando.

Es que hay que saber adaptarse a cada situación y no quejarse como un niño a la mínima. Mira, por lo que yo veo, todos queremos que los demás trabajen para nosotros, queremos ser jefes de filas, pero muchos no sabemos ni cómo trabajar ni cómo hacer que el equipo trabaje para nosotros. Yo de aquellas pensaba, ya que me toca trabajar, vamos a hacerlo bien. Vamos a ser diferentes. ¿Qué pasa? Que cuando yo tiraba, tiraba y me quitaba, quedaban solo dos o tres corredores a rueda. Claro, cuando lo haces un día, y otro día, y otro, y otro… Llamas la atención y tu momento termina llegando.

"En el Tour de 2006 me cargaron el peso de jefe de filas, pero no confiaban en mí"

Carlos Sastre Ciclista

En el primer Tour con el CSC consigues tu primer Top-10.

En esa edición me quedé cerca de alcanzar cotas mayores. De hecho, llegué a estar líder virtual de la carrera en la etapa que se subía al Grand Colombier y que terminaba en Cluses. Me echó una mano importante Laurent Jalabert, jefe de filas del equipo por aquel entonces. Nos cogieron en la parte final de la etapa porque yo ya estaba muerto, pero fue una antesala de lo que vendría más tarde.

Y llega 2006, tu primer podio en París.

[Suspira] Todo fue un poco convulso desde el inicio. Aquel año la Operación Puerto influyó mucho. Basso no iba a ir al Tour y nadie quería coger las riendas del equipo. Yo dije que a mí no me importaba ser el líder, pero que me tendrían que dejar entrar en la carrera poco a poco y que fuera el tiempo quien nos pusiera en nuestro lugar.

¿Pudiste hacer más?

Sí, y no lo hice porque el día que ganó Pereiro, que cogió casi media hora de ventaja, llegó con un compañero mío, Jens Voigt. Yo le dije a Riis que aquello no tenía ningún sentido, que por ganar una etapa no teníamos por qué meter a un corredor como Pereiro en la general cuando estaba fuera de la carrera. No fue un día fácil para mí, la verdad. Me cargaron el peso de ser el jefe de filas del equipo, pero no confiaban en mí.

Carlos Sastre explica cómo se preparó para el Tour de 2008, al que el CSC llegó dividido.D.A. / A.C.

Fue diferente dos años después, en 2008. ¿Cómo llegaste al mes de julio?

Yo ese año me preparo sabiendo que tenía la oportunidad de brillar en el Tour de Francia. Conocía la carrera y planifiqué toda mi temporada en base a ella. Cuando llegó el momento, me sentía tranquilo, calmado. Sabía que estaba listo.

¿Y el equipo?

El equipo estaba dividido. Y no en dos bloques equilibrados, precisamente. Más bien éramos el punto y la 'i' [ríe]. Había un 10% que estaba con Carlos Sastre y un 90% que estaba en su contra. Después del primer entrenamiento, el 50% ya se puso a mi rueda. Y no hablo solo de corredores. Había una parte del staff que tenía dudas. Luego, con el tiempo, supe que les habían dicho que yo había pedido otros mecánicos y otros fisioterapeutas… Cosa que no era verdad, claro.

¿Dónde nacía esa guerra interna?

Tuve que aguantar muchas charlas y estrategias para la carrera que, en fin, sobraban todas. Aquello es lo que le hacía sentir feliz a una persona y había que pasar por el aro.

A Bjarne Riis.

Al final, era el director del equipo. Dentro de los intereses generales de una estructura, hay una parte publicitaria súper importante. El Tour es un escaparate global y el nombre de tu equipo, hagas lo que hagas, tiene un impacto que está al alcance de muy pocos eventos deportivos. Quieres hacer todo y cumplir todos tus objetivos en muy pocos días, y eso, obviamente, genera muchísima tensión.

"El egocentrismo de los hermanos Schleck no gustó dentro del equipo CSC"

Carlos Sastre Ciclista

¿Y la relación con el resto de corredores?

A ver, es un poco lo que hablamos. Evidentemente había un egocentrismo por parte de los hermanos Schleck, que llegaban allí porque uno de los directores, Kim Andersen, quería que ellos brillasen. Eran corredores que lo estaban haciendo bien, sí, pero en ningún caso estaban preparados para ganar el Tour de Francia. A Kim yo lo quiero mucho, porque me ayudó como pocos en los años del CSC, pero cuando llegaron los Schleck fue más un padre que un director de equipo. Al final, aquello no benefició. Es así. Fue algo que no gustó dentro del equipo.

Pero entonces, ¿quién confiaba en ti antes del Tour de 2008?

Bjarne. Fue quien me acompañó todo el año, mientras el resto del equipo iba a las clásicas de primavera y otras carreras. Estuvimos juntos en cada concentración y él sabía que yo estaba listo para afrontar el Tour con garantías. Al final, fue el mayor apoyo que tuve allí y sin él, posiblemente las cosas hubieran sido distintas.

¿Qué te decía?

Mira, yo tengo una anécdota muy buena en Suiza, unas semanas antes del Tour. Después de un entrenamiento de 260 kilómetros tras moto, hicimos la última ascensión que se hacía ese día en la Vuelta a Suiza. Bjarne cogió tiempo abajo y subimos deprisa, sí, pero al trantrán, en ningún caso a tope. Cuando llegamos a casa, me duché, comimos y nos pusimos a ver la etapa de la Vuelta a Suiza, en la que llegaban Kim Kirchen, Frank Schleck y compañía. Llegaron a la cima y entonces, Bjarne me mira y se empieza a reír. Yo le dije, ¿qué pasa? Y me dijo, ¿quieres saber una cosa, Carlos? Claro, yo le dije, si es de ciclismo, sí, si no, no me interesa. Y me dijo: "Has subido 20 segundos más rápido que estos". Yo me quedé sorprendido y le dije, "pero si no hemos subido a tope". A lo que me contestó: "Por eso me río".

¿Esa concentración con él fue, en cierto modo, una liberación para ti?

En cierto modo, sí. Te digo más. Ese fue el primer día en el que Bjarne me dijo, Carlos, entrena como a ti te gusta entrenar. Claro, luego analizaba los datos y flipaba. Vio que, por primera vez, alguien podía ganar con otro método diferente al suyo.

Carlos Sastre revela cómo fue la reunión del CSC antes de la etapa reina del Tour de Francia 2008.D.A. / A.C.

Llegáis a la 17ª etapa del Tour, la del Alpe d'Huez, con Frank Scheck de amarillo y tú cuarto en la general, a 49 segundos. ¿Cómo fue esa mañana en el autobús?

Aquel día comenzó complicado, porque nada más llegar al bus Riis dijo que no había dormido y que tenía 20 tácticas diferentes para la etapa. Claro, yo dije, tierra trágame, esto no puede ser verdad. Cuando empezaron todos a discutir, cada uno a su historia, yo cogí mi maillot, empecé a ponerme los dorsales, me saqué una Coca-Colita pequeña y unos pastelitos que había por allí, y me centré en lo mío. Después de un rato discutiendo, Bjarne me mira enfadado y me grita: ¡¿Y tú qué quieres hacer hoy?! Hubo un silencio tremendo en el bus y yo le dije, "Bjarne, quiero una táctica, y que funcione". Claro, imagínate la cara de mi jefe. Me preguntó que qué quería decir con eso. Y le dije, vamos a ver, ¿cuál era uno de los objetivos que teníamos al inicio de este Tour de Francia? ¿Ganar la etapa de Alpe d'Huez, no? Pues eso es lo que tenemos que hacer. No podemos esperar a dos kilómetros para la línea de meta. Cadel Evans es mejor contrarrelojista que nosotros, así que no nos interesa llevarle hasta la cima de Alpe d'Huez. Hay que atacar desde abajo.

¿Y quedó claro?

Yo tenía las ideas muy claras, pero el resto de compañeros salió del autobús sin saber lo que tenía que hacer.

Menos mal que salió bien.

De manual. Fui toda la etapa el último del pelotón, para verlo todo con perspectiva y fijarme en qué partes cojeaban mis rivales. El equipo tiró, tiró, confió en mí y llegamos a los pies del Alpe d'Huez con la selección hecha tras subir Lautaret, Galibier, Telegraphé y La Croix-de-Fer.

"Lance Armstrong solo es un bache en mi vida; cada uno está donde se merece"

Carlos Sastre Ciclista

¿Cómo fue aquella ascensión?

A los pies del Alpe d'Huez yo vi el panorama y dije por la radio que había que arrancar. Allí no se movía nadie, así que decidí arrancar yo mismo desde abajo. Al principió saltó Menchov conmigo, que no era bueno para los intereses del equipo, pero yo no era un corredor explosivo, sino de arrancadas largas y continuadas. Entonces llegó un momento en el que Menchov empezó a hacer cosas raras y volví a apretar. Y ahí ya no reaccionó.

Y así hasta la línea de meta.

Recuerdo que en los primeros cuatro kilómetros de la subida las distancias eran pequeñas e iban variando. 15 segundos, 20 segundos, 10 segundos, 25 segundos. Pero cuando pasó el cuarto kilómetro de la ascensión, de repente la renta empezó a crecer. 15 segundos, 20, 30, 45, un minuto, 1:15, 1:30… Empecé a meter mucho tiempo, más incluso del que necesitaba. Es en ese momento cuando rompes todas las barreras del dolor y el sufrimiento se convierte en motivación. El cerebro te engaña. Ves, de una forma u otra, que a ese dolor le estás sacando un rendimiento. Entonces se convierte en algo mágico. Al final yo tuve la suerte de brillar en Alpe d'Huez, la etapa con la que siempre había soñado.

Carlos Sastre responde a las críticas de Lance Armstrong, despojado de sus siete Tours por dopaje.D.A. / A.C.

Ganas el Tour y le das la vuelta a la situación. Todo el equipo está contigo.

Bueno, para Bjarne esos días fueron inolvidables. Daba saltos de alegría, me cogía, me levantaba, gritaba… Estaba como loco. El resto de compañeros también, sí. Pasaron uno a uno a felicitarme a mi habitación del hotel en París. Para ellos, que yo lo hubiera conseguido era especial. Se notaba en sus caras.

Sin saberlo, aquella tarde en los Campos Elíseos provocaste el regreso al ciclismo de Lance Armstrong, que volvió del retiro porque había visto ganar el Tour de Francia al 'paquete' de Carlos Sastre.

Una bailarina, dijo, sí. Bueno, yo me alegro de que Armstrong siempre me haya tenido en cuenta. La verdad es que me ha hecho inmensamente feliz que una persona tan importante se preocupe por un pobre tendero que está aquí en una tienda de bicicletas. Que se acuerde de mí me hace muy feliz. Pero mira, al final cada uno estamos donde nos merecemos.

"Al ciclismo lo mataron [los dopados] desde que llegué a profesionales en 1998"

Carlos Sastre Ciclista

No te importa, vaya.

Pf, es que a mí lo que digan los demás me da igual. Cuando tú tienes la seguridad de cómo has conseguido las cosas en tu vida, lo que te diga el resto del mundo te da igual. Yo sé lo que me ha costado todo lo que he conseguido. Este es un mundo lleno de obstáculos y Armstrong no ha sido más que un bache en mi vida.

De aquella época tú eres de los pocos sin una sola mancha de dopaje en el historial. ¿Crees que esos años mataron al ciclismo?

Al ciclismo lo mataron desde que llegué a profesionales en el '98. Mira, recuerdo que en aquel momento, acudí a dar una charla a un colegio de aquí, en Ávila, y había saltado todo el affaire del Festina en el Tour de Francia. Entonces, un niño me preguntó que qué sentía cuando me decían que era un dopado. Yo le contesté: "Imagina que llevas todo el año estudiando, aprobando por los pelos, eres un niño trabajador y constante, y llega el último trimestre y sacas una súper nota. Y entonces, llega tu profesor y dice que te suspende porque has copiado. ¿Tú cómo te sentirías?". El chico lo entendió perfectamente.

Sastre se moja sobre el dopaje de la época en el ciclismo.D.A. / A.C.

¿Te consta algún positivo que todavía no haya salido a la luz?

No lo sé. Me gustaría decirte algo, pero... [frena su respuesta].

¿Esa es tu respuesta entonces?

Sí [sonríe]. Para bien o para mal, no lo sé.

Justo antes de retirarte, en el Tour de 2010, dijiste que el ciclismo se estaba convirtiendo en una "patraña de niñatos".

Aquello fue por una polémica de ese día, cuando subíamos al Tourmalet. A ver, es lo de siempre, cuando uno se cae y hay intereses, todos se tienen que parar, pero cuando se cae otro y a ese mismo equipo no le interesa, la carrera tiene que continuar. Ese día la carrera iba lanzada y yo, que estaba enfadado con mis compañeros por un tema que habíamos hablado antes de la etapa, había arrancado como tantos otros. Entonces me voy yo solo con un compañero y llega un corredor importante del pelotón y me dice, oye, que ha habido una caída importante. Claro, yo le dije que yo me había caído tres días antes y que nadie me había esperado. Ellos me respondieron diciéndome muchas cosas fuera de tono. Entonces fue cuando dije lo de la "patraña de niñatos".

¿Es el ciclismo un deporte de mimados?

Sin duda. Cuando eres deportista profesional, lo único de lo que te tienes que preocupar es de dar pedales. Y darlos bien. El resto está hecho. Te lavan la ropa, te suben la maleta a tu habitación... Lo único que tienes que hacer es abrirla, sacar el pijama, el chándal, cerrarla al día siguiente y listo. Nada más. La vida de un ciclista profesional es dura, sí, pero tienes todo lo que necesitas, o incluso más, para rendir cuando se te pida.

¿Tuvo algo que ver ese episodio con tu retirada en 2011?

No, yo me retiré porque aquellas cosas que me motivaban me empezaron a generar estrés. Corría en el Geox, que no disputaba el Tour de Francia, y veía que en las etapas llanas me faltaba equipo, que los chavales jóvenes me pasaban rozando… Entonces, esas cosas que antes no te afectaban te empiezan a molestar. Todo lo que antes disfrutaba se empezaba a apagar, así que empecé a plantearme las cosas de otra manera. Llegué a la conclusión de que ya había visto todo lo que tenía que ver.

¿Te has llegado a arrepentir?

No. De hecho, tenía ofertas de varios equipos importantes y no quise alargarlo más. Dije adiós en el podio de La Vuelta, justo después de ayudar a Juanjo Cobo y como mejor equipo de la carrera. Ahí me dije, Carlitos, hasta aquí hemos llegado.