CICLISMO

Dos ciclistas son apartados de su propio equipo en el Tour de Guangxi por posar con los ojos rasgados

El Intermarché-Circus-Wanty ha decidido que Madis Mikhels y Gerben Thijssen no participen en la carrera china tras una controvertida publicación en redes sociales.

El ciclista Madis Mikhels bromea con los ojos rasgados en un entrenamiento en China./Instagram
El ciclista Madis Mikhels bromea con los ojos rasgados en un entrenamiento en China. Instagram
Fran Reyes

Fran Reyes

Calienta motores el Tour de Guangxi, última prueba del UCI WorldTour, primera división del ciclismo mundial, que se disputa en China desde el jueves hasta el martes con la etapa reina prevista el domingo, meta en el santuario de Nongla. En la mañana de este miércoles, los ciclistas salen a sacudirse a pedaladas su 'jet lag' por los alrededores de Beihai, localidad costera donde arranca la prueba. Sea por desfase horario o por mera necedad, el estonio Madis Mikhels se rasga los ojos con los índices para una foto que su compañero belga Gerben Thijssen publica en las 'stories' de su cuenta de Instagram.

El gesto de Mikhels cae mal entre un sector de los aficionados chinos, que se expresan en redes sociales contra ambos ciclistas por un gesto que es considerado como racista y ofensivo. Su equipo, Intermarché-Circus-Wanty, reacciona con rapidez. En primer lugar, anuncian que Mikhels no participará en el Tour de Guangxi; una hora después, dejan fuera de concurso igualmente a Thijssen. La organización, por su parte, analiza la cuestión y opta por no reaccionar para no crear mayores problemas y rehuir el 'efecto Streisand'.

Más tarde, a menos de dos horas para la medianoche en China, intervino la Unión Ciclista Internacional con un comunicado en el que "condena enfáticamente el comportamiento" de Mikhels y Thijssen, a la par que "alaba la rápida reacción" de Intermarché-Circus-Wanty. Ambos corredores, que expresaron sus disculpas ante las autoridades locales, se exponen ahora a un proceso disciplinario por "discriminar a un grupo de personas por razón de su raza o etnia".

El caso viene a subrayar una de las realidades más tangibles de la globalización: aunque los gestos sean universales, las reacciones son tan diversas como el número de personas que los perciben. La intención del emisor no siempre es comprendida o compartida por el receptor. Lo que unos entienden como una broma de dudoso gusto, para otros es una agresión moral. El fenómeno de amplificación provocado por las redes sociales hace el resto para convertir en polémico lo que en otros contextos podría pasar por inocente o irrelevante.

Lo sucedido con Mikhels y Thijssen entronca directamente con otros sucesos acaecidos en el mundo del deporte. Sin ir más lejos, la selección española de baloncesto se vio sumida en una controversia similar en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, cuando el combinado al completo posó haciendo exactamente lo mismo que Mikhels y el diario británico The Guardian tachó la imagen de "irresponsable" y "susceptible de generar acusaciones de racismo".

La reacción del combinado español fue de sorpresa. "Todo el mundo ha sido muy amable con nosotros aquí en Pekín", dijo el seleccionador Aíto García Reneses; "cómo íbamos a hacer algo contra ellos". El jugador José Manuel Calderón, por su parte, subrayó: "Nunca pretendimos ofender a nadie".

Tanto la Embajada de China en España como el COI quitaron hierro al asunto. Que no existieran las redes sociales ayudó a que la polémica no trascendiera más allá del comentario mediático. Sin embargo, el paradigma ha cambiado: a Mikhels y Thijssen les toca quedarse sin competir y recibir una reprimenda por parte de su equipo y de las personas ofendidas por su gesto. No es intrínsecamente malo ni bueno: simplemente, en estos 15 años la sociedad mundial ha evolucionado y, a veces, lo desafortunado es tachado de intolerable.