Todo va tan rápido que ya queremos dar por acabado a Juan Ayuso con 22 años

Me acuerdo mucho de mi abuelo. Hablábamos mucho de deporte y sobre todo de fútbol, de los tiempos de Lángara, de Gorostiza, del propio Zarra… Recuerdo que, a principios de los noventa, cuando todo el mundo daba por amortizada a la Quinta del Buitre, él se resistía a creerlo: "¡pero cómo van a estar acabados, si no tienen ni treinta años!". El mundo aquel ya no era su mundo. Iba demasiado rápido. Las estrellas solo podían ser fugaces y él no acababa de entenderlo.
El problema es que la cosa no ha ido a menos, sino a más. Todo va demasiado rápido, hay demasiado ruido y demasiadas ganas de condenar o absolver con muy pocas pruebas. El ejemplo de Juan Ayuso es uno entre muchos, pero es especialmente significativo. A los 22 años, el ciclista barcelonés ha ganado la Tirreno-Adriático y la Vuelta al País Vasco. Cuenta con un podio en la Vuelta a España y con una victoria de etapa -hace menos de dos semanas- en el Giro de Italia. Ha quedado entre los cinco primeros en la Volta a Catalunya, en el Tour de Romandía y en la Vuelta a Suiza…
Todo esto, insisto, a una edad a la que antes difícilmente se pasaba a profesionales y, cuando se pasaba, y se conseguía cualquiera de esos hitos por separado, las expectativas eran enormes. El "boom" postadolescente de los últimos años es algo realmente inédito en el ciclismo moderno. Tanto, que la gente ha dado por hecho que lo normal es ganar el Tour con 21 años (Pogacar) o con 22 (Bernal). Que lo normal es ganar la Vuelta y el campeonato del mundo el año que cumples 22 (Evenepoel) o pasarse medio Giro de rosa a los 21 (Isaac del Toro).
Y, sin embargo, no es normal. O no debería serlo. Las críticas a Juan Ayuso tras su desplome en la primera etapa seria de montaña del Giro han sido terribles. Obviamente, del chico se esperaba mucho, pero… ¿22 años y acabado, en serio? Fuimos muchos los que decidimos que estaba a la altura de Primoz Roglic a la hora de compartir favoritismo, pero Roglic ha ganado cuatro Vueltas y un Giro y tiene 35 años. Sus mejores resultados, por cierto, no llegaron hasta los 28.
Ni Contador ni Valverde
Supongo que lo que se le echa en cara a Ayuso es que no sea Pogacar. No digo que el chico no tenga ninguna culpa porque tal vez haya pecado de soberbia en alguna ocasión, pero la comparación es muy exagerada. Y si tampoco es Evenepoel, pues tampoco sería un escándalo, la verdad. Incluso yendo al debate patrio, pensar si es "un Contador o un Valverde" es fijar otra vez unos objetivos desorbitados. El de Pinto ganó 7 grandes vueltas y acabó primero en otras dos de las que fue descalificado por dopaje. En toda la historia, solo Bernard Hinault había conseguido ganar al menos dos veces las tres grandes.
Y en cuanto al murciano, bueno, se retiró con 133 victorias como profesional. Es una cifra a la que es difícil siquiera acercarse sin ser velocista puro y no vamos a criticar ahora a Ayuso si no consigue tanto y durante tanto tiempo. El problema no es solo que vivamos en un mundo demasiado vertiginoso, sino que, en España en concreto, llevamos mucho tiempo esperando un gran campeón. El último en ganar una gran vuelta fue precisamente Contador, cuando se impuso en el Giro 2015.
Hace diez años, por lo tanto, que ninguno de los nuestros gana una grande y sobra decir que eso no se ha producido en toda la historia, al menos desde que la Vuelta estableció una periodicidad anual. En Ayuso hemos depositado unas esperanzas que rozan el ataque de ansiedad. Le hemos visto hacerlo tan bien en tantas carreras de una semana, que damos por hecho que será un nuevo campeonísimo justo en medio de una edad de oro del ciclismo mundial.
Y lo cierto es que aún puede serlo. No hay motivos para dudar de su talento, aunque sí de su regularidad y su capacidad de sufrimiento. Dicho esto, la regularidad y el sufrimiento se pueden adquirir con los años y las bofetadas. Ahora que todo el mundo habla de que la del martes fue una "etapa que marcará su carrera" y que le auguran malos tiempos en el UAE, como si de repente fuera a ser un Buchmann de la vida, conviene poner las cosas en perspectiva: el futuro que tiene por delante es inmenso. Otra cosa es que sea un futuro demasiado compartido. Que lo es, eso está claro.