Quebrantahuesos, el 'infierno' pirenaico que todo ciclista quiere correr al menos una vez en la vida
La mítica prueba comenzó como una idea de un club de Sabiñánigo en 1991 con apenas 362 participantes y ahora recibe a 11.000 personas.

Los colosos pirenaicos que hacen de frontera natural entre el noreste español y el sur francés incluso ahora que Europa no conoce de barreras ni aduanas son testigos cada verano de una de las pruebas cicloturistas más míticas en España. No es la más antigua, ni tampoco la que más desnivel acumula, pero la Quebrantahuesos tiene un encanto especial y un halo épico a lo que contribuye la presencia de exciclistas profesionales, sus puertos de caché (algunos de ellos escenario del Tour de Francia) y el ambiente festivo de su epicentro, la localidad de Sabiñánigo (Huesca).
Con una población que ronda los 10.000 habitantes censados, según el Instituto Nacional de Estadística, sus calles, hoteles y restaurantes dan cobijo a nada menos que 11.000 participantes (con una media de dos acompañantes cada uno/a) a mediados de junio en un fin de semana en el que los municipios de varias decenas de kilómetros a la redonda también cuelgan el cartel de completo. El impacto económico ronda los 18 millones de euros (11 millones de impacto directo) y otro millón y medio más por la repercusión mediática.
La idea arrancó en 1991, después de que algunos miembros de la asociación ciclista Edelweiss (como la flor de las nieves) hubiesen disputado La Marmotte (desde 1982 en los Alpes) y quisieran crear el equivalente cerca de su casa para revitalizar la zona y la naturaleza de su zona.
La Quebrantahuesos -que hereda el nombre del ave rapaz amenazada que se alimenta de huesos y es característica de la zona- tiene una buena dosis de épica. Sus 200 kilómetros de recorrido, según datos oficiales, sus 3.464 metros de desnivel positivo (casi como si tuvieras que subir desde las orillas del Mediterráneo en Alicante hasta la cima del Mulhacén, el punto más alto de la Península Ibérica) y sus cuatro puertos se aparecen en los sueños de miles de ciclistas no solo de España, sino de buena parte del sur de Europa.
Algunos buscan cumplir promesas, otros imaginan imitar a sus ídolos de toda una vida y unos pocos salen a buscar la línea de meta lo antes posible, tirándose a tumba abierta por las reviradas y pronunciadas bajadas cerradas al tráfico desde las 7.00 de la mañana. Somport son los primeros 17 km de primera categoría con rampas de hasta el 10%, que se afrontan con alegría, "demasiada en ocasiones", según los más veteranos. Allí se corona con la barra de energía por las nubes, más allá de sus 1.640 metros de altitud.

Pero después viene "el valle del silencio", ya al otro lado de los Pirineos, donde las barras de pan se llaman baguette y se desayuna pain au chocolat. El Marie Blanque, esa dama blanca del Tour de Francia que quita el silencio y la respiración a los que festejaron antes de tiempo su jornada. 10 kilómetros al 7,7% de media desde Escot y con varios tramos en los que el asfalto se inclina hasta algunas rampas del 15% que hacen salir fuego de las piernas. Pero escuchar las gaitas que llegan a los oídos antes de las dos últimas curvas es adrenalina en vena.
Después de una bajada serpenteante, donde hacen falta buenos frenos y cierta pericia para no sufrir más de un susto, se encara el valle de Ossau camino a Laruns. El tercer coloso espera y los 28 kilómetros de subida constante del Pourtalet son la prueba de fuego, "el juez que dicta sentencia", para los más osados durante los 120 kilómetros previos. Una media del 4,5%, pero con rampas que rozan el 10% y kilómetros que se van hasta más del 7% en la parte intermedia y final, con grandes macizos montañosos que atraen la atención más allá de la rueda del delante y de las cifras del pulsómetro. Es un escenario de postal.
No acaba ahí la fiesta. La Hoz de Jaca (introducida por primera vez en 1995, en la quinta edición de la marcha) aguarda a los más incautos con dos kilómetros y medio en los que sus rampas del 15% dejan de lado el asfalto para dar entrada al hormigón rallado. Arriba, fiesta local. Un día de disfrute, celebración y aplausos durante más de 10 horas (sin contar la noche posterior) para una localidad de 76 habitantes censados que se convierte en lugar de culto.
Los 30 kilómetros finales son principalmente cuesta abajo, pero ¡cuidado! El viento que puede entrar de Biescas a Sabiñánigo es el peor compañero de viaje para un tramo 'pestoso' que puede terminar de dar la puntilla a los que vayan más justos de fuerzas. Pero cruzar la meta y recuperar fuerzas bajo las carpas con mesas de camping a orillas de las grandes fideuas con ternasco de Aragón es una recompensa en las que las palabras faltan mientras recuperas el aliento que perdiste hace horas. El primero llegará allí tras unas 5h30 de acción, y el último después de 12h30 pedaleando, mediodía de auténtica locura.

La Quebrantahuesos también son sus 1.250 voluntarios y profesionales que cuidan de cada detalle, desde el servicio de atención médica, a los mecánicos, los avituallamientos y las señalizaciones. Un total de 39 vehículos médicos cuidan de los participantes, además de los helicópteros de evacuación para los casos más graves y otros 100 dan soporte logístico a la prueba.
Por poner en contexto algunas cifras más: se usan 6.000kg de fruta, 2.000kg de frutos secos, 15.000 litros de coca cola, 35.000 litros de bebida isotónica y 40.000 litros de agua repartidos en los siete puntos de avituallamiento desplegados en los 200 kilómetros de la prueba, que a su vez tienen asistencia mecánica.
En estas 32 ediciones, solo se ha cambiado el recorrido en dos ocasiones. La primera, cuando se introdujo la Hoz de Jaca en 1995 y la segunda, por un desprendimiento de rocas en Pourtalet (situación similar a la de este 2023, pero de resultado más drástico), que obligó a desviarse en dirección Navarra y que el rutómetro ascendiera a 240 km. Además, en 2003 se añadió al programa la Treparriscos, una prueba de medio fondo de 85 km, 1.350 metros de desnivel positivo y 2.500 participantes que arranca una hora después y sigue un recorrido distinto.
Las novedades de la Quebrantahuesos 2023
La 32º edición de la mítica prueba espera celebrarse por primera vez desde 2019, antes de la pandemia de COVID-19, de manera normal, por su recorrido tradicional y en sus fechas habituales (mediados de junio). Este año, los días 16 y 17 de junio Sabiñánigo se vestirá de fiesta para acoger a los 11.000 participantes -de los cuales el 2,4% viene de fuera de España y el 3,4% son mujeres- y sus familiares y amigos en muchos casos. Y por primera vez en la historia, el evento se retransmitirá en streaming desde el canal oficial de YouTube de la marcha.
Los organizadores contarán con los periodistas Álex Lebrón y Óscar Pujol, y el exciclista Joseba Beloki, que sumó tres podios en el Tour de Francia y una caída mítica bajando La Rochette en 2003 cuando peleaba con Lance Armstrong en la general. Para ello, habrá tres cámaras en moto, dos drones por todo el recorrido, dos cámaras en meta y otra en el plató que darán cobertura a todos los participantes durante más de siete horas, desde las siete de la mañana hasta cerca de las 15.00h.
Otro de los grandes atractivos que tendrá la cita será la presencia de Alejandro Valverde, 133 victorias como profesional, campeón del mundo en 2018 y ganador de la Vuelta a España 2009. La organización ha querido homenajearle unos meses después de su retirada del pelotón internacional y el murciano disputará la prueba, por lo que muchas miradas estarán puestas en él. Y es que Valverde no ha dejado de ganar desde que anunciase su adiós profesional a finales de 2022, ya que este año se ha impuesto en las dos carreras de gravel que ha disputado hasta ahora. El del Movistar Team se une así a la lista de ilustres participantes que encabezaban, hasta ahora, Alberto Contador, Miguel Indurain o Perico Delgado.