CICLISMO

Show monumental: Van der Poel tumba a Pogacar y conquista la Milán-San Remo

El neerlandés frustra el ataque lejano del campeón del mundo en una edición para la historia. Filippo Ganna, segundo. El esloveno, tercero.

Mathieu van der Poel celebra la Milán-San Remo por delante de Ganna y Pogacar./AFP
Mathieu van der Poel celebra la Milán-San Remo por delante de Ganna y Pogacar. AFP
Daniel Arribas

Daniel Arribas

Se sacudía los brazos Tadej Pogacar, calado hasta los huesos camino a Tortona, sepulcro de Fausto Coppi aún a 220 kilómetros de San Remo, y sobre el asfalto encharcado que conduce al Mediterráneo, Mathieu van der Poel, también empapado, soltaba el manillar una y otra vez para cambiarse de ropa. "Estoy tranquilo, todo se va a decidir en el Poggio", aseguraba el neerlandés, ganador de la Clasiccisima hace dos cursos, cuando, palmas sobre el casco, incrédulo, reeditó bajo un sol primaveral, entonces sí, la hazaña de su abuelo Raymond Poulidor.

Antes de partir de Pavia, Pogacar, sin embargo, advertía con su habitual sonrisa de crío impertérrito: "En esta carrera puede pasar de todo". Minutos antes, aún desde el autocar del UAE Team Emirates, el campeón del mundo sumaba picante al primer monumento de la temporada desde Instagram, red social que frecuenta con asiduidad y que le encanta manejar a su antojo, sin ayuda de intermediarios.

La fotografía en cuestión, con el maillot arcoíris postrado sobre sus rodillas, ya con el dorsal 211 adherido al tejido, no decía mucho. Sí lo hacía, en cambio, la elección de la música por parte del esloveno. "Todos aquellos que no crean, que se alejen de mí; no hay ninguna manera de que nadie pueda pararme", sugieren los versos de 'My Money', tema que el rapero Nate Dogg —primo de Snoop Dogg— publicó en 1999, apenas unos meses después de que el mejor ciclista del planeta naciera en Komenda, pueblito de verdes praderas al norte de Liubliana.

Pogacar y Van der Poel conversan con la carrera lanzada. SPRINT CYCLING
Pogacar y Van der Poel conversan con la carrera lanzada. SPRINT CYCLING

Así, como la más fiable de las premoniciones, y en un escenario difícil de igualar —la estética, el cansancio, el mar, la lluvia y sí, por fin, a orillas del Mediterráneo, el sol— Pogacar, obsesionado con la carrera que creía imposible, se lanzó a dinamitar el pelotón en la Cipressa, penúltima rampa del día camino a San Remo. Ya había advertido Tim Wellens, fiel escudero del esloveno en el UAE, que allí pretendían demoler el récord de la ascensión (los 9 minutos y 19 segundos de Gabriele Colombo y Alexandre Gontchenkov en 1996) y, aún con kilómetros y el Poggio por delante, lanzar a su líder hacia la victoria.

Aceleró Wellens, continuó Narváez y Pogacar asestó el ataque a tres kilómetros de coronar la ascensión, esto es, a 24 de San Remo. Se bajó, claro, de los nueve minutos (¡8 minutos y 45 segundos!), tal y como habían amenazado desde el conjunto emiratí, y a un ritmo difícil de seguir para las motos, con el esloveno derrapando en las curvas —sí, también cuesta arriba— y ya con más de 250 kilómetros en las piernas, la carrera saltó por los aires.

El mundo miraba a una prueba definida históricamente como aburrida, para sprinters. La única, eso sí, que el mejor ciclista del mundo, de la era moderna, y quién sabe si de la historia, ha intentado ganar con todas sus fuerzas y no ha podido. En eso se basa el ciclismo actual, al fin y al cabo. En ver si el monstruo es capaz de hacerlo. Una y otra vez.

"San Remo es difícil, hay que adivinar el momento exacto para lanzarse", sugería en la edición de La Reppublica de este sábado Eddy Merckx, Caníbal de los pedales —aunque no le guste el apodo— y hombre récord en la Clasiccisima, donde consiguió más triunfos que nadie (7).

No le faltaba razón. A diferencia de ediciones pasadas, donde siempre había elegido el Poggio, Pogacar anticipó su ataque y, con el récord de la Cipressa en el bolsillo, marchó en cabeza junto a Mathieu van der Poel y Filippo Ganna, pegados a su rueda como lapas camino a San Remo.

Aclarado el podio, y con el grupo a más de un minuto de diferencia —por entender la magnitud del ataque—, los tres se asomaban al Poggio, punto decisivo para un Pogacar que, con sus 66 kilos de peso, y a igualdad de condiciones al sprint, tenía todas las de perder ante sus dos rivales, más grandes y pesados que él (75 kilos Van der Poel; 83 Ganna). Se lanzó el esloveno, impoluto maillot arcoíris, a los pies del Poggio, y dejó por el camino al italiano, pero no a Van der Poel, que parecía ir sobrado a su rueda.

Solo las motos parecían frenar la velocidad endiablada de Pogacar en el ascenso. El cansancio, claro, también hacía mella. Tanto, que, como el año pasado, Van der Poel probó suerte a menos de 500 metros de coronar el Poggio. Aguantó Pogacar, no sin dificultad, y ambos se lanzaron cuesta abajo, con Ganna en modo persecución y el asfalto despejado de motos, ya solo con las espectaculares imágenes desde el aire.

Neutralizó el italiano al dúo de cabeza a menos de un kilómetro para la conclusión y, ya con los tres gallos frenados, mirándose con los escalones del podio en juego, Van der Poel fue el primero en disparar y, como en las películas del Oeste, nada pudieron hacer los demás. Victoria para el neerlandés tras seis horas y 22 minutos de agonía, segunda en San Remo, lo que resulta en un palmarés todavía más legendario de lo que ya era esta mañana. Bendito regalo de carrera. Bendito regalo de ciclistas.