La viuda del Chava Jiménez rompe su silencio 20 años después: "Me escribía diciendo que sentía hacerme daño"
Azucena Jiménez habla por primera vez tras la muerte de una de las mayores leyendas del ciclismo español en 'Chava. El ciclista del pueblo', el documental creado por Relevo para Movistar Plus +.

"Al Chava le conoce el Chava… Nadie más". La frase la pronuncia, con los ojos vidriosos, Azucena Jiménez, la mujer de José María Jiménez, que 20 años después de su fallecimiento se ha atrevido a hablar en el documental 'Chava. El ciclista del pueblo' creado por Relevo y emitido por Movistar Plus +, en el que confiesa no haber hablado antes "por miedo a no saber expresar lo que siento". El carisma del Chava, su forma de ganar a lo grande, en las cimas más míticas, y lo trágico de su repentino y trágico fallecimiento a los 32 años, cuando peleaba por salir de una depresión, han agrandado la leyenda de un ciclista que se ganó el corazón de la gente. Sólo él sabe al detalle lo que pasó por su cabeza en cada momento de su vida pero probablemente nadie llegase a conocerle tanto, en las buenas y en las malas como Azucena, la mujer que le acompañó desde que dio el salto a profesional hasta que colgó la bicicleta, se casó con ella e intentó recuperar su mejor versión como persona. "Era 'su' Azu", cuenta David Navas, uno de los mejores amigos que tuvo Jiménez en el pelotón (y en la vida).
En el documental Azucena habla a corazón abierto sobre los mejores y los peores momentos del Chava, a quien conoció hace más de 40 años. "Ocurrió de la forma más tonta del mundo, pero era su día y mi día. Los domingos se hacían partidos entre Pedro Bernardo (su pueblo) y El Barraco (el del Chava). Dos amigos suyos perdieron el autobús. Los llevó al partido, yo estaba con mis amigas. Terminó el partido, estábamos tomando algo en una cafetería del pueblo y se acercó. Dijo que me había echado la vista en el partido. Yo tenía 16 años y él, 21". Él le cuenta su apodo (Chava, de chabacano, como conocían a su abuelo), le dice que se dedica al ciclismo (Banesto ya le había echado el guante) y ella, con la inocencia de la adolescencia, le replica: "¿Ciclista? ¿Pero se puede vivir de eso?". Ahí empieza una relación que, con altibajos como cualquier pareja, les mantuvo unidos hasta el final. "Era abierto, risueño… No había penas con él", relata.
"Han pasado 20 años, pero su recuerdo y su memoria siguen estando presentes dentro de mi corazón. Me da un pinchacito el corazón porque fue una parte muy importante de mi vida y que no esté y se fuera tan pronto... duele. Cuando me hablan de él no podría poner un adjetivo, siento muchísima emoción de que la gente se acuerde de él. Y más que emoción es orgullo. Estoy muy orgullosa de haber conocido a una persona como Jose", cuenta Azucena. Su voz se entrecorta por momentos y es necesario hacer dos pausas en la extensa entrevista, de más de dos horas, por la angustia que siente por encontrar las palabras exactas que definan lo que aún siente por una persona con la que compartió algunos de los mejores años de su vida. Ella estuvo ahí en los peores momentos, cuando juntos intentaron vencer a esa maldita enfermedad que es la depresión, pero también en las risas, los éxitos y los entrenamientos.
El aspecto bromista que siempre expresaba con el mundo exterior dejaba paso a otro Chava más desconocido en la intimidad. "Aunque él mostrase ese 'viva la virgen', no era así. Era súper sensible… muy sensible". Con Azu abrió la parte romántica que dejaba ver a poca gente, pero eso no impedía que le tocase sufrir las bromas del Chava más travieso. Recuerda una de la muchas bromas que le gastó: "En aquella época era habitual hacer trascoche, con el maletero abierto. Jose venía detrás y yo conduciendo. Veo que viene un motorista de la Guardia Civil y yo con el maletero abierto, pensando que vaya multa me iba a caer. Miro para atrás y Jose no estaba. Llego a la altura del motorista, me da el alto y me dice que qué hago con el maletero abierto. Le dije que no me había dado cuenta. Le doy la documentación y el coche estaba a nombre de Jose y me dice '¿es el Chava?'. Y ya le dije que venía conmigo, pero que no sabía dónde estaba. ¡Se había escondido en el arcén! Había visto al motorista y se escondió. Vino riéndose. Cuando el motorista le reconoció, no nos multó por lo del maletero. Tenía unas ideas…".
Con nueve victorias en la Vuelta a España, Jiménez se convirtió en un ídolo nacional, casi a la altura de otros de deportes más mediáticos como el fútbol, hasta el punto de que eran los jugadores quienes iban a visitarle a él. "Una tarde de invierno estábamos viendo una peli y suena el timbre. Me levanto, abro la puerta y hay dos chicos en la entrada. Uno de ellos me dice: '¿Esta es la casa de Chava? ¿Podemos verle?' Le respondí que quiénes eran. Me dice 'soy Iker Casillas'. Yo no le conocía. Le digo a Jose que estaba fuera y me dice ¡pero si es el portero del Real Madrid! Iker venía a conocer a su ídolo. Después de aquello vino alguna otra vez a casa, con su novia de entonces y sus primos. Éramos muy jovencitos, era muy buen chico y tengo recuerdos muy bonitos".
Su manera de correr y, sobre todo, su forma de ser le convirtieron en el ciclista más carismático del pelotón español. "Creo que él corría por la afición. Tengo guardada una cosa que escribió él para su afición y lo expresa muy bien. Él corría para su afición", recuerda Azucena. El calor del público hizo que siempre diera su mejor versión en la Vuelta, donde la gente le esperaba con verdadera pasión.
Sin embargo, a pesar de una carrera plagada de éxitos, en 2001 algo hizo clic en su cabeza. Después de ganar tres etapas en la Vuelta de ese año, todo cambió en su estado de ánimo durante le invierno. "Acaba la Vuelta y le noto desmotivado, me dice que no quería seguir corriendo. Ese invierno empezó a no encontrarse bien. No se veía. Quería dejarlo. Fue un invierno muy duro para él. Tenía otro año firmado con Banesto y habla con José Miguel Echavarri y le dice que no se siente motivado para continuar, que no se encuentra bien, que necesita dejar la bicicleta. No sabía el porqué, sólo que estaba muy desanimado y que no quería continuar", recuerda Azucena.
Pasan los meses y Jiménez intenta comenzar la temporada con sus compañeros, pero en la primera concentración de 2002, en Estepona, sus piernas quieren pero su cabeza dice basta. "En aquella época en el equipo no había un psicólogo. Él no sabía lo que le pasaba. Ahora hablamos de depresión... Cuando pasó el tiempo y vio que anímicamente no estaba con fuerzas para entrenar ni tenía motivación, recurre a un psicólogo, el doctor Sherman. Gracias a él por lo menos pudimos entender qué era lo que le pasaba. Cuando uno tiene una depresión… ¿A quién recurres? En aquellos tiempos había depresiones, pero tú no sabías si tenías depresión", narra su mujer.
En aquel 2002, Chava no consigue volver al ciclismo profesional y cuando acaba el año se termina también su contrato con Banesto. A pesar de la lucha contra sí mismo para recuperarse psicológicamente, también peleó por regresar al pelotón. "Fuimos a Béjar, al hotel de Lale Cubino. Estuvimos también en Gran Canaria varias veces. La bici iba con nosotros a todos lados. Había una guerra, un amor-odio. Era a lo que se había dedicado toda la vida", dice Azu.
Durante esos primeros meses de 2003 asoma la opción de irse al Relax Fuenlabrada con sus amigos Santi Blanco y David Navas. También aparece la posibilidad de formar un equipo con Marco Pantani, que también peleaba por volver a sentirse ciclista. "Lo intentaron, estuvieron entrenando juntos. Pero todo quedó en un sueño que podía haber sido realidad, pero los dos estaban tan cansados, sobre todo psicológicamente, que se quedó ahí, en un sueño."
Durante esos primeros meses de 2003, Chava toma la decisión de aparcar definitivamente la bicicleta. En ese instante, rodeado de rumores sobre su vida privada, el abulense intenta recuperarse de la depresión que sufría. "Era estar en la cama y en la casa, en la cama y en la casa. Es que no hay más, el día a día era ese. Y sobre todo quererse poner bien. Me escribía cartas diciendo que se quería poner bien por mi. Y que sentía hacerme daño. Y que quería ponerse bien. Es lo que me ponía. Era una persona muy buena y muy sensible. Y lo pasó muy mal".
En la búsqueda de la recuperación, José María ingresa en la Clínica San Miguel de Madrid, donde intentaría poner solución a sus problemas. "Jose leía, veía lo que contaban de él y lloraba. Le daba muchísimo dolor porque lo que leía no era como se decía. Yo le decía '¿por qué no dices que esto no es así? Tengo una espinita clavada y es eso de ´la vida oscura, la mala vida'. Qué mala vida, qué vida oscura. Tuvo un problema, una depresión. Pero estás en ese estado de desánimo y encima lees que has dejado la bici para vivir la vida, para esa vida tan oscura que llevas. ¿Qué ganas te van a quedar de salir a aclarar nada?. Él decía 'qué le importa a nadie, si el que estoy sufriendo soy yo'", dice Azu.
"No es justo que quede esa imagen de él. No es justo. Porque todo el mundo cometemos fallos y hacemos cosas que a lo mejor no tenemos que hacer. Pero no es justo. Porque realmente era con 32 años un niño. Le quedaba una vida por delante. Es muy injusto", cuenta entre lágrimas su exmujer.
El 6 de diciembre de 2003, saltó la noticia que nadie quería leer: 'Chava ha muerto'. "Durante los días previos le dolían las muelas. Pero ya está. Él estaba bien. No tenía ningún dolor de nada. Llevaba varios días que tenía un dolor de muelas. Nos dijeron que había sufrido un infarto cerebral", recuerda Azucena.
Un final trágico, que llegó demasiado pronto. "Él lo intentó todo por estar bien y por vivir. Y nunca vivió a la carrera, nunca. Vivió como supo", dice Azucena. A pesar de ello, en la memoria colectiva y de la mujer que estuvo a su lado hasta el final queda el enorme legado que dejó, en lo deportivo y lo personal: "Le he visto llorar por no defraudar a su afición y a la gente que le quería. Él no se creería cómo le siguen recordando. Si me está escuchando le diría que se merece eso y mucho más. Por ser un valiente. Y un luchador. Quiero que le recuerden como una persona normal, sencillo, de su Barraco. Y un buen deportista, para mí el mejor. Y, sobre todo, una muy buena persona. Quien lo conoce, lo sabe. Yo voy a recordarlo mientras viva".