SELECCIÓN

Alkorta (o quien sea) continuará una saga maldita que inventó Villar y que tuvo a una dama de hierro

La figura de director deportivo o director de la Selección arrancó en 2007, tuvo a Claramunt como caso más polémico, dejó a Molina con mal sabor de boca y sigue vacante desde la salida de Luque.

Rafa Alkorta, exdirector deportivo del Athletic que apunta a la Selección. /GETTY
Rafa Alkorta, exdirector deportivo del Athletic que apunta a la Selección. GETTY
Alfredo Matilla

Alfredo Matilla

La Real Federación Española de Fútbol (RFEF) lleva dando tumbos casi un año en busca de un jefe que esté a la altura de la Selección. Ya fuera como director deportivo o como director de la Absoluta, que son las acepciones que ha tenido este goloso cargo en los últimos años según convenía en cada situación por los distintos perfiles o por la falta de titulación de los opositores. Y parece que, aunque va estrechando el cerco y Rafa Alkorta (Bilbao, 1968) está al caer, nadie ha podido confirmarlo oficialmente aún como el candidato idóneo para reemplazar a Albert Luque, destituido en mayo de 2024 tras ser acusado de coacciones a Jenni Hermoso en el Caso Rubiales que recientemente ha celebrado su juicio.

Alkorta, exdefensa del Athletic y el Real Madrid con 54 internacionales, tendría que dejar su papel como comentarista en la Cadena SER para acabar con un quebradero de cabeza en Las Rozas: cubrir una vacante que no existía hasta hace 18 años y que hoy, sin embargo, se ha convertido en un pilar con un peso notable. Sobre todo para mediar en el mar de conflictos, intereses, tareas y objetivos que rodean a un equipo campeón. Fue Fernando Hierro quien inauguró el puesto en 2007, en tiempos de Ángel María Villar en la presidencia y con Luis Aragonés en el banquillo.

En esta época actual, donde el seleccionador manda mucho pero no dirige tanto como lo hacía por ejemplo Javier Clemente, el rol de Alkorta (o el que llegue) se ha hecho indispensable pese a que, curiosamente, España ganó recientemente una Eurocopa y los Juegos de París sin nadie de ese corte al frente de la nave. La importancia de su papel radicará, según ha podido saber Relevo, más como refuerzo para aliviar de 'plancha' al cuerpo técnico que para dar soporte a los jugadores. A fin de cuentas el elegido no tendrá que estar pendiente del mercado como sucede en un club y como hacía el propio Alkorta en Lezama de 2018 a 2022. Rafael Louzán sabe con detalles cuáles son las necesidades en el puesto, así lo negoció con De la Fuente en su renovación hasta 2028 y por eso se ha remangado estudiando diferentes candidatos —porque ha habido más, y antes, y se sabrá a su debido tiempo...— hasta que ha actuado con urgencia en cuanto las urnas y el Tribunal Supremo, por absolución, lo ha confirmado como máximo responsable de la RFEF durante los próximos cuatro años.

Pese a que en los clubes la dirección deportiva ha sido un departamento muy cotizado desde el siglo pasado, a veces bajo el cartel de secretaría técnica, en la Selección este puesto no existía y por tanto no se añoraba. Lo más parecido que se conocía alrededor del seleccionador era una especie de coordinador que, normalmente, centraba su área de influencia en las categorías inferiores pero que, a la vez, actuaba como consejero. El albaceteño Ginés Meléndez fue quien ostentó esa responsabilidad durante más años en la Federación desde principios de siglo, cuando Iñaki Sáez lo reclutó, hasta 2018. Todo lo demás, delegados (como Pedro Cortés) o directivos responsables de la expedición (Alejandro Morales Mansito en la última cita en Alemania), estaban cerca pero no dentro. Eran un enlace con el presidente de turno y tenían la responsabilidad institucional de informar a la Junta, como hará ahora Miguel Ángel Nadal, el legendario central y tío del tenista Rafa Nadal.

Andoni Zubizarreta hizo algo similar (figura institucional) durante algún tiempo con José Antonio Camacho de seleccionador tras retirarse en 1998. Trabajó para la Federación con el objetivo de promocionar la candidatura española para la Eurocopa 2004 y supervisando el trabajo que se realizaba en las categorías inferiores. Pero nada más. No era una dirección deportiva al uso.

Nuevos tiempos

La dirección deportiva apareció en la Selección en 2007 fruto de una mezcla de circunstancias según las diversas fuentes consultadas. En primer lugar, y según reconocen los más veteranos de la casa, "en el intento de modernizar todas las estructuras". Ahí, el exsecretario general Jorge Pérez fue un visionario y una pieza clave para orientar a Ángel María Villar. Pero también es cierto que se tiró de Fernando Hierro con la intención de tener una portavocía en mitad de un ambiente enrarecido donde Luis Aragonés era discutido por sus formas (aquel capítulo con Reyes, por ejemplo) y sus convocatorias (Raúl, fuera) hasta que los resultados (campeón de la Euro 2008) hablaron por sí solos y silenciaron a las voces más críticas. De ahí que la llegada del exmadridista, sin ser avalada del todo por un técnico que comenzaba a estar quemado, no le molestó en un principio. Su staff necesitaba más escudos.

De izquierda a derecha, Iñaki Sáez, Hierro y Aragonés, en la presentación del director deportivo.  AGENCIAS
De izquierda a derecha, Iñaki Sáez, Hierro y Aragonés, en la presentación del director deportivo. AGENCIAS

Muchos protagonistas que estuvieron bien cerca de ese tándem Aragonés-Hierro hablan "de una buena conexión inicial". Hasta que el invento de que hubiera dos gallos en el mismo corral saltó por los aires. Las informaciones en las que se desvelaron las intenciones a corto plazo de Hierro de fichar a Vicente del Bosque para el banquillo fueron determinantes, así como el hecho de que los métodos utilizados por el cuerpo técnico le parecieran "algo obsoletos". La rumorología, confirmada más tarde en hechos, enfadó a Aragonés y le distanció mucho de Hierro. De hecho, cuenta un directivo off the record, que "éste dejó de ir en el autobús del equipo en la Eurocopa de Austria e iba detrás en una furgoneta junto a otros cargos federativos".

Al final, ratificado el refrán de que "cuando el río suena, agua lleva", pese a que España tocó la gloria en Viena, Aragonés dejó la Selección y llegó Del Bosque. El nuevo seleccionador y Hierro maridaron como se esperaba, al igual que lo habían hecho antes en el Real Madrid. Se entendían con mirarse y juntos lograron el Mundial 2010 en Sudáfrica de la mano de una generación irrepetible de futbolistas. Pero un año después, por sorpresa, Hierro prefirió echarse a un lado fruto del desgaste. Su rueda de prensa para explicar los motivos de su exilio fue contundente: "No hay ni diferencias económicas ni personales. Me voy porque llevo cuatro años sin parar de viajar y pienso que firmar por otros cuatro años es mucho. Villar ha querido convencerme para que continuara, pero he sopesado más la situación familiar". Aquella marcha sí que produjo un socavón. De ahí que se buscaran soluciones excepcionales. Sin nombramiento oficial, pero con la venía de los directivos, María José Claramunt pasó de ser directora de Marketing a autoproclamarse directora de la Selección en funciones y ejercerlas, según una mayoría, "con mano firme".

La fallera, como se le conocía en ciertos círculos por sus orígenes y su paso por el Valencia como directora de relaciones institucionales, estuvo seis años al mando de una Selección en la que se pasó de ganar la Eurocopa de 2012 a coleccionar buenas costaladas en las siguientes grandes citas del Mundial 2014 y en la Eurocopa de Francia 2016. Su mandato, al lado de Del Bosque primero y con Julen Lopetegui más tarde, fue polémico hasta el punto de que estuvo investigada por el Caso Soule que hizo saltar por los aires la estabilidad de la Federación. Hace unos meses fue exonerada de la causa que desencadenó su despido de la Federación. Su relación de máxima confianza con algunos pesos pesados y sus familiares (Ramos, Piqué, Busquets...), sus amenazas veladas (como la de que si le echaban, algunos futbolistas se plantarían como protesta) y, sobre todo, las malas decisiones con algunas concentraciones (Brasil 2014 más que ninguna otra) y la pérdidas de jugosos patrocinios en 2016 (Iberdrola) hicieron que Juan Luis Larrea, presidente interino tras la detención de Villar, se la cargara. Con esa imputación en la mano, el presidente interino tuvo el apoyo de la secretaria general Esther Gascón. Así dio paso de nuevo a... ¡Hierro!

Claramunt, junto a Piqué, en Las Rozas.  AGENCIAS
Claramunt, junto a Piqué, en Las Rozas. AGENCIAS

El que fue central volvió a la RFEF tras aprovechar su Erasmus lejos de la casa para ser director general en la etapa más gloriosa del Málaga, ayudante de Carlo Ancelotti en el Real Madrid y probar como entrenador titular en el Oviedo. Y él, como ningún otro, confirmó que segundas partes no son buenas. Meses después de su regreso, en pleno Mundial de Rusia, fue nombrado a la carrera seleccionador por el fulminante despido de Julen Lopetegui en la misma concentración por haber llegado a un acuerdo como futuro entrenador blanco. Hierro, en el banquillo, se la pegó como apagafuegos mientras llamó a filas a deprisa y corriendo a Carlos Marchena para que ocupara su puesto como coordinador. La Selección, a la deriva, fue eliminada en octavos por la anfitriona —con Iniesta en la sombra—, por lo que el malagueño, pudiéndose quedar en su anterior cargo, se marchó nada más aterrizar en Madrid. De ahí a México (Guadalajara) y ahora a Arabia (Al-Nassr).

Falta de continuidad

El cargo de director deportivo parecía estar maldito. Y los sucesores, José Francisco Molina y Albert Luque, lo comprobaron. El primero vivió el auge y la caída de Luis Enrique, tuvo que lidiar con la decisión de nombrar a Robert Moreno como interino hasta que el asturiano pudo centrarse en su trabajo tras la enfermedad y posterior fallecimiento de su hija, y más tarde puso su cargo a disposición de Rubiales. Fue cuando España fracasó en el Mundial de Catar de 2022 que acabó con Lucho y abrió una nueva era con Luis de la Fuente. Albert Luque fue nombrado en lugar de Molina el mismo día que el riojano (7 de diciembre de 2022), pero tras el éxito de la Nations League de 2023 y la organización de todo el operativo para la Eurocopa de Alemania de 2024 recibió hace casi un año un burofax que lo fulminaba. Fue clave su implicación en el Caso Rubiales en el que este mes ha sido declarado inocente de las supuestas coacciones a Jenni. Desde ese día, los técnicos de la Selección se manejaron como podían, haciendo de todo dentro y fuera del verde y apagando mil fuegos mientras reclamaban por aire, mar y tierra un relevo que les oxigenara. La obsesión era que la deriva institucional, con una Gestora al frente, no contagiara al vestuario.

De la Fuente, para no enredarse en más guerras en tiempos de crisis con Pedro Rocha a los mandos y caminando continuamente en el alambre, tiró de su gente de confianza —y lo sigue haciendo en la actualidad— mientras se iban encontrando soluciones. Aferrado a Pablo Amo —ahora fuera para volar solo—, por delante de la propuesta presidencial de Julen Guerrero, Paloma Antoranz fue y sigue siendo el ángel de la guarda del seleccionador. La que fuera jefa de prensa con Del Bosque y mano derecha del actual míster en la Sub-21, pasó a ser su ayudante también en la Absoluta. Aunque normalmente operase en la sombra, sin sentarse a su lado por ejemplo en las conferencias de prensa, con tacto, para no pisar ni molestar a ningún compañero.

Al mismo tiempo que se iban cayendo también los coordinadores de cantera (Francis Hernández), el seleccionador prefirió bunkerizar su vestuario, aislar a los directivos que se peleaban en campaña y dejar, por puro protocolo, al presidente territorial canario como jefe de expedición en la Euro mientras Rocha se sentaba en el palco sin más a la espera de que se resolviera el expediente de su inhabilitación. Le preocupa tanto conservar el ambiente familiar que ahora ha reconfigurado su staff dando más confianza a los que ya estaban en él y elevando a su hijo, un cerebrito de la casa.

Luque, Rubiales y De la Fuente, antes del partido en Escocia de marzo de 2023.  GETTY
Luque, Rubiales y De la Fuente, antes del partido en Escocia de marzo de 2023. GETTY

Ahora, Alkorta (o el que sea) llegará para echar una mano, si no hay más sobresaltos inesperados. Todos le esperaban ya para la concentración de marzo de cara a los cuartos de final de la Nations League (ida el 20 en Rotterdam y la vuelta el 23 en Valencia), pero nadie dice nada. Cuando llegue el candidato elegido, tendrá unas funciones con notables diferencias a las que se ejecutan a diario en un club y que, según algunos expertos, tendrían que parecerse más a las de un director de desarrollo técnico como se hace en la Premier. En La Roja, según profesionales que han sido directores deportivos de clubes y selecciones, no tendrá por qué vivir en una ciudad fija como Madrid (podrá ir y venir, aunque De la Fuente prefiere que esté normalmente en Las Rozas), la tarea de fichar la puede ir abandonando por completo y tendrá la misma o más responsabilidad que antes pero en un ambiente "más saludable que en un club", de "menos presión" y con una "evaluación menos continua".

Sin embargo, el elegido deberá centrarse en labores que igual no espera: la logística de los viajes y las concentraciones, las mil tareas que le delegue el staff, hacer de mediador con todas las peticiones, dardos y súplicas de los clubes (con más pique que sintonía, sobre todo cuando hay lesionados de por medio), soportar a los representantes cuando se dan las prelistas 18 días antes de los partidos y todo el mundo enloquece, defender las decisiones del seleccionador —aunque no sean las suyas ni coincidan— y en salir a la palestra para sacar pecho o para que se lo hundan. Hasta hace nada, De la Fuente ha sido el único portavoz de la casa en mitad de un buen incendio y ahora, por fin, ya tendrá un jefe del que, por cierto, tendrá que aclarar una cosa que le preguntarán le guste o no: si le ha dado él el visto bueno (como deslizan algunas voces en la RFEF) o si ha sido cosa de Louzán, como defiende que hará el propio presidente y los que mejor conocen el funcionamiento actual de la institución.