20 años sin Jesús Gil, el volcán que cambió el Atleti, el fútbol y la política
El corazón de Jesús Gil se apagó tal día como hoy hace 20 años. Parecía imposible que ese latido no siguiera llevando al extremo una energía que ningún ser humano normal asumiría. Algunos continúan creyendo que pulula por alguna playa perdida con Elvis y demás seres inmortales, otros tenemos claro que aún sigue viva la bomba nuclear que detonó.
Gil era tan excesivo que no solo era uno sino dos: Gil y Gil. Su aparición cambió el Atleti, pero también el fútbol y la política española. La discreción no era lo suyo, a él le gustaba el foco y multiplicarlo todo. El milagro de los panes y los peces le llevó a hacerse con el equipo del pueblo y cuando el truco fue desvelado ya no había remedio. Gil y Gil llegó con el carro de regalos que cualquier pretendido líder de masas ofrece al 'pueblo'. El más importante y el mejor legado para la dolida afición colchonera es vincular a Paolo Futre para siempre con 'las rayas canallas de los colchones'. Con semejante conejo saliendo de la chistera, era difícil ver el humo que había detrás y que condenó a los socios a perder al club de su vida. El socio del Atleti dejó de tener voto y en muchos casos también se quedó sin voz.
El empresario de Burgo de Osma fue uno de los impulsores de las sociedades anónimas, que instalaron la perpetua desigualdad en el fútbol español para convertirlas en empresas con dueño y amo. Ese movimiento permitió hacer del Atleti un negocio familiar, por el que pasaron amigos, socios (empresariales) y por supuesto familiares. Así llegó 'Calan', el nombre cariñoso con el que el padre llamaba al hijo. Miguel Ángel Gil Marín estaba predestinado a la sucesión. Era hijo de su padre, pero las maneras de entender el negocio no tenían nada que ver. Gil y Gil era el tsunami que lo arrasaba todo para atraer el foco y quemarlo si hacía falta. Miguel Ángel prefiere vivir en la sombra, que se le vea poco, y sus hechos hablen más que sus palabras. No ha conectado con la masa social atlética que no perdona el modo en el que se adquirió el club y menos aún que no se haya reparado el daño. Por ahí, el caso tiene difícil solución.
Gil y Gil solo vivió a la sombra el tiempo que estuvo privado de libertad. También en la cárcel se hizo el amo porque, esto nadie se lo podrá discutir, su capacidad de magnetizar era inigualable. Hay quien nace para ser líder y él lo era, otra cosa es que fuera un liderazgo tóxico. De sus permanentes apariciones públicas nacen frases y gestos que quedan para el imaginario español, algunas inasumibles en los tiempos que corren. Desde "cortarle el cuello al negro" con el tren Valencia a abrir el prime time de Telecinco en un jacuzzi con las Mama Chicho, pasando por el bofetón al gerente del Compostela o el debate público con Julián Muñoz sobre quién cometió más delitos.
Desde 1987, Jesús Gil al cuadrado lanzó al Atlético de Madrid a una montaña rusa desquiciante. Sumió al club en un mareo inaguantable por sus excesos. Cogió cariño al Atleti, yo sí lo creo, y también creo que hay amores que matan. Se ganó la Liga de Radomir y se celebró con calesas, Azúcar Moreno y dejando pequeña una boda gitana. Tuvo gracia, muchas veces tuvo gracia y mentiría si no lo reconociera. Fue el inventor de la autoentrevista radiofónica. Fiel exponente de aquella España deportiva de los 90 donde el histrionismo lo dominaba todo y, si te lo tomabas a coña, no parabas de repetir las chanzas. El problema es que, terminado el chiste, quedaba un club hecho trizas con decenas de entrenadores y un descenso que jamás hubiera llegado sin él. Maldita la gracia. Sus cuitas políticas y deseo de poder arrastraron al Atleti a aquella famosa intervención judicial y la guerra con el sempiterno fiscal Carlos Castresana.
Han sido casi 30 años dentro de un caos, con el club en Segunda y goleado por todas partes, con infinidad de jugadores (buenos, malos, regulares y exóticos), con sanciones permanentes y un Atleti alejado de su sitio y lejos de su gente. Por eso, los que vivimos esa etapa, defendemos que el Cholo Simeone se tiene bien ganado lo que cobra. Él solo ha sido capaz de dar estabilidad a un juguete roto, de colocarlo donde jamás pensamos que volvería y con sus dos manos está siendo capaz de sujetar una guerra civil que sigue latente y cualquier día volverá a explotar.
Jesús Gil y Gil lleva 20 años sin estar de cuerpo presente, pero ni mucho menos ha dejado de tener efecto todo lo que hizo. Todavía hay muchos cabos sueltos en el Atleti. Lo que sí le haría feliz es comprobar que efectivamente pasó a la historia, algo que hoy en día parece ser el gran objetivo de algunos líderes. Nadie podrá olvidar jamás quién fue, ni los que le siguieron como a un mesías, ni quienes todavía maldicen que se cruzara en su camino.