Billabona, el oro de Barcelona 92 que no mira el grupo de WhatsApp que tiene con Guardiola
"La vida del futbolista es un poco mentirosa", dice el exjugador del Racing, Athletic y Real. Se marchó al Pirineo cuando se retiró y ahora reside en Huesca.

David Billabona Etxaleku (53 años) mantiene un grupo de WhatsApp con los futbolistas que ganó el oro de los Juegos Olímpicos de 1992, pero no hace mucho caso a lo que puedan escribir los Guardiola, Cañizares, Luis Enrique, Amavisca, Kiko, Abelardo… Por norma general, no presta ninguna atención al teléfono móvil. Jamás sufrirá una de las pandemias que amenaza a las nuevas generaciones, la nomofobia, es decir, la ansiedad por no disponer del móvil. Con 221 partidos en Primera División y la medalla de oro en Barcelona 92, Billabona se mantuvo siempre alejado del cliché de futbolista.
Tras jugar en la Real, Athletic y Racing, se retiró a la montaña, primero a Panticosa y luego a Hoz de Jaca, para vivir con sus hijas y su mujer. Ahora, por los estudios de sus descendientes, se encuentra residiendo en Huesca. "Ahora parece que si no estás tatuado o hablas en los medios parece que no has jugado al fútbol", bromea desde el Stadium Venecia, de Zaragoza, donde ha ido a ver a su hijo pequeño y donde pasa completamente desapercibido. "La vida no es que te inviten a un restaurante en Bilbao o que te cuelen antes en los médicos. Te viene muy bien, pero no es lo que interiormente me importa. Yo preferí que no me invitaran y sí tener un desayuno o comida en familia. O disfrutar de un paseo por el monte. Levantarme sin que nadie me conozca, sin que te hagan favores, pero pudiendo disfrutar", nos explica junto a su mujer, Manuela, a la que conoció en Santander.
"Empezamos lógicamente como amigos, en una época que cuando sales te quieren mucho, porque como eres futbolista pues todas te quieren un montón. Pensé que era una buena chavala para ir al monte, pero allí no tienes ni a tus padres, ni a tu familia… Así que no sólo te tenía que gustar el tema de formar una familia por sí sola, sino que le gustase la naturaleza y al final le ha encantado", cuenta con orgullo, como si aún fueran una pareja de recién enamorados.
¿Por qué fue siempre un espíritu libre Billabona?
Billabona empezó a jugar al fútbol de niño en Irún. Pero practicaba también otros deportes como el trinquete (pelota vasca) o el esquí. "Igual está mal que lo oigan los de la Real, pero la afición del Athletic me venía por mi padre", confiesa. Debutó en LaLiga con 17 años en el equipo txuri-urdin, con el que se consolidó en la temporada 89-90. "El Athletic pagó bastante por mí con lo malo que era. Cincuenta millones de pesetas. A toro pasado, me hubiera venido mejor a nivel madurativo haberme quedado en la Real. Llegué inmaduro. Con Clemente muy bien, pero en cuanto vinieron mal dadas en el equipo no estaba a gusto. Es otra realidad del fútbol, ni estás tan centrado ni estás tan integrado. Son cosas que no se comentan en este deporte, pero que están ahí", subraya.
David no era tan malo como afirma. Fue un gran centrocampista, que podía jugar como mediocentro o interior y al que las lesiones le retiraron antes de tiempo. Funcionaba, eso sí, por impulsos. A su manera. Tanto es así que un día, el 24 de mayo de 1992, en el Carranza, decidió orinar en la portería del fondo sur a los cinco minutos de la segunda parte. "Mucha gente aún me recuerda lo del pis de Cádiz", expone él mismo antes de que se lo recordemos. Ese es David Billabona, un tipo tremendamente cercano en las distancias cortas, pero lejano respecto a las costumbres que impone la sociedad actual. "Llevo una vida bastante normal y la veo tan sencilla que hasta me da vergüenza decirlo. No tengo nada que contar, la verdad", nos insiste con amabilidad y clase, la misma que tenía sobre el terreno de juego para regatear.

El capítulo de la micción, posiblemente, le costaría su salida del Athletic, pese a que apenas tres meses después, el 8 de agosto de 1992, conquistara la medalla de oro de los Juegos de Barcelona. "Se respiraba más ambiente de equipo en aquella selección que en el Athletic. Heynckes me hizo la cruz y llega un momento en el fútbol que da igual cómo entrenes o lo que hagas. Luego recuperé esa sensación de equipo en el Racing. En el Athletic, a pesar de que fuera el equipo del alma, no fue mi equipo", destaca. En los Juegos Olímpicos de Barcelona, a las órdenes de Vicente Miera, participó 7 minutos ante Egipto (2-0) y 27' frente a Qatar (2-0). Billabona incide, sin querer, en un aspecto básico en un vestuario de fútbol (o cualquier grupo humano de trabajo): "Creo que al final los que no jugábamos como Paqui y yo, los del carrito del pescado y los que menos cabeza teníamos, éramos los que mejor rollo poníamos. Éramos unos gamberretes que nos gustaba jugar al fútbol. Miguel también del Rayo o Mikel Lasa, éramos menos estudiantes del fútbol y vivíamos esto de otra manera, con esa anarquía de salir al campo y disfrutar".
"Los que menos jugábamos en aquella selección, los del carrito del pescado y con menos cabeza, éramos los que mejor rollo poníamos"
Oro con España en los Juegos de 1992La quinta de Cobi la formaron Cañizares, Toni, Abelardo, Ferrer, Berges, Lasa, López, Miguel, Paqui, Solozábal, Amavisca, Luis Enrique, Manjarín, Paco Soler, Guardiola, Billabona, Vidal, Alfonso, Kiko y Pinilla. "Guardo muy buen recuerdo de todos. Cada uno en su parcela. Muy buen rollo. Teníamos mucho respeto cada uno en su forma de ser. Pep por ejemplo era más serio, te hablaba de táctica, pero se veía por dónde iba a ir cada uno", detalla. Hace 30 años que lograron aquella gesta, pero los males que acechan a los futbolistas de hoy en día, el de mirarse en exceso su propio ombligo, eran parecidos a los de ahora: "En aquel momento no le das tanta importancia al oro y casi decía: 'Joder, que ni he jugado'. Casi estás más con esa mala leche, propia del deporte, que dar el valor que se merece una hazaña así. Un chaval de 21 años no ve eso". Kiko le apodó el 'amigo de Heidi', porque como explica el propio Billabona, aun con la juventud ya se veía por dónde iban los tiros de cada uno. "Me decía también el vasco este que se parece a un andaluz, tenía mucha guasa y mucho cachondeo. Era muy majo, como todos los de aquella selección. Había muy buenas vibras entre todos. Ahora cada uno tenemos una vida distinta. Me haría ilusión reencontrarme, pero en el día a día he sido de involucrarme en pocas cosas", confiesa el exfutbolista, que no coge un avión desde su época en activo.

Llegó a Santander en 1994. Allí le abrió las puertas del vestuario su amigo Quique Setién, que no hace mucho le visitó en Hoz de Jaca antes de coger al Villarreal. "En el Racing es donde tuve continuidad. Me vi más futbolista y me lo creí más. Quique Setién me ayudó mucho, y los veteranos también. Quique me ofreció su casa y eso que era un peso pesado. Era un gran tío y un gran jugador. Coincidió luego que el equipo era bueno. Los rusos, a pesar de las cosas buenas y malas que tenemos todos, aportaban mucho. Éramos un equipo peligroso, un poco descerebrados, y que podía hacer daño a cualquiera. Podíamos perder con cualquiera, pero ganar a cualquiera". Jugó en El Sardinero durante seis temporadas, con 125 partidos y 12 goles.
¿Qué pasó cuando se retiró del fútbol?
En sus cuatro últimas temporadas en el Racing apenas disputó 12 partidos, por tres fibrosis encadenadas en el músculo recto anterior de su pierna izquierda. En su último año, se rompió la cápsula y el abductor del primer dedo de su pie derecho, lo que precipitó su retirada del fútbol a los 31 años. No le supuso, ni mucho menos, ningún trauma. "Si le has dado importancia a tu carrera al hotel donde vas o al restaurante que tiene que ser caro puedes pasarlo mal. Pero si no eres muy superficial, no te da tanto el bajón porque la vida del futbolista es un poco mentirosa. Si te va importar de verdad ser conocido, tu vida va a ser más peligrosa. El día que no lo seas, tendrás que ser como el común de los mortales", señala.

Tuvo la suerte de que su padre le administró el dinero que ganó como futbolista para disfrutar la vida que siempre quiso. Otro concepto legítimo de éxito, que se sale de la línea convencional que podría representar Guardiola, que ha ganado 32 títulos como entrenador. "Ojalá hubiera tenido un entrenador así. Era majísimo. Podríamos coincidir en muchos jugadores en cuanto a gustos, pero me ganaría tácticamente. Bueno, me ganaría en todo porque él está muy puesto. Él estaba en un Barça y yo en un equipo débil". La pasión por las montañas se la inculcaron sus padres, cuando le llevaban de pequeño a Isaba, en el Pirineo Navarro. Una vez retirado del fútbol eligió con Manuela irse a Panticosa y posteriormente a Hoz de Jaca, en el Pirineo Aragonés. "Suena a hortera, pero he sido muy feliz. He disfrutado cada fase de la vida. En mi gremio hay gente que ha tenido más dinero que yo, pero no lo han aprovechado. Yo estaba más entretenido en jugar con mis hijas y divertirme, que en contar historias mías, porque casi que les gusta más que les cuente cómo conocí a mamá que la medalla de oro", precisa.
"Mi Racing era un equipo peligroso, un poco de descerebrados: podíamos hacer daño a cualquiera"
Jugador del Racing de Santander (1996-00)En Hoz tiene guardada aquella medalla de oro, pero en realidad allí permanecen recuerdos aún más valiosos. "Mi vida de retirado fue un poco chollo y hasta egoísta. Venía de esquiar, bañaba a mis hijos y disfrutaba de la vida en familia, de los cinco. Ahora sigo igual, pero no tan idílico porque sigo pensando que tengo que estar cerca de ellos ahora en Huesca. Estaré con ellos hasta que se independicen y ese día volveré a la montaña", añade. Ese día volverá a disfrutar de sus mejores amigos, los perros. "Me han hecho mucha compañía porque me dan la naturalidad que en las personas a veces no encuentro". Nunca le pedirán, entre otras muchas cosas, que esté pendiente del teléfono móvil para interactuar...