El milagro de Xabi Alonso es poner de acuerdo a Mourinho, Guardiola y sus 'ismos'
Hacer milagros no es sencillo. Tampoco es imposible. Hay documentos y testimonios, cuya credibilidad obedece a la fe de quien los lea, que certifican al menos dos episodios de resurrección. No obstante, volver a la vida es un ejercicio tremendamente complicado pues desde aquellos casos extraordinarios (y divinos) nadie lo ha vuelto a hacer. Aunque habrá quien en las últimas horas, en Leverkusen, rebata esto último al grito de "Nein!" mientras telefonea al Vaticano para exigir la canonización de Xabi Alonso (42 años). No les faltará razón. Hay miembros en el catálogo eclesiástico con prodigios menos evidentes que el que ha llevado a cabo el de Tolosa. En año y medio ha transformado a un equipo que agonizaba en el descenso en una sinfonía de récord que ha desintegrado, como copa de cristal contra el suelo, la dictadura del Bayern y ha conquistado la Bundesliga por primera vez en 120 años.
La foto de Xabi, engullido en pleno césped por cientos de aficionados, llenará el imaginario de sus fieles. Como aquella de Lisboa, corriendo en traje por la banda de Da Luz mientras celebraba el gol de Bale ante el Atlético que acercaba la Décima Copa de Europa. El futbolista sobre el que gravitaba el Real Madrid, el más elegante y respetuoso con los códigos, acabó gravitando alrededor de la historia del club. Siempre fue un custodio de los valores y la esencia de aquellos equipos en los que ha estado, el que mejor entendió las ideas que tocara defender en cualquier momento, incluido en temporales de Clásicos. Igual que ahora en el Bayer, donde se ha convertido en uno de esos tipos que generan la sensación de conocerlos desde siempre, con el rostro inalterable de saber dónde está.
Tal vez por eso, su sola figura obró antes otro milagro, la de poner de acuerdo y unir a las dos corrientes más opuestas del fútbol, Mourinho y Guardiola, con sus respectivos 'ismos'. Por ambos es ensalzado, Del Bosque tampoco le quitó del altar al que le había subido Luis Aragonés y para Ancelotti era el hombre en el que más confiaba y del que más necesitaba. No es sencillo dejar huella en dominios tan nobles como antagónicos. Todas las escuelas le quisieron y de todas ellas mamó hasta obtener su propia materia. Porque él mejor que nadie representa aquello de que la vida se vive hacia delante pero se entiende hacia atrás.
👨🏫🇩🇪 ‘Meister Xabi Alonso’.
— Relevo (@relevo) April 14, 2024
🏆 El Bayer Leverkusen se proclama campeón de la Bundesliga, la primera en su historia. pic.twitter.com/UBFFfBXrgQ
Como entrenador está fabricado con varias piezas de puzle y con destreza lo dibujó en Relevo el artista @marrazketabar. Comenzando por la ficha maestra, la de su padre Periko. Si Xabi fue un futbolista que respetaba las jerarquías se debió a que desde pequeño contempló en casa esa suerte de cadena de mando. Y si algún día tuvo dudas de que su futuro estaba en un banquillo también resultó de aquellas noches de obsesiones y problemas del patriarca; no es sencillo mantener estable un ecosistema con 26 personalidades cambiantes. Después, supo empaparse de lo que creyó mejor de cada método. Quienes conviven profesionalmente con él aseguran que tiene mucho de Guardiola, comenzando por los jerseys de punto, las zapatillas blancas y esa finura de héroe en la reserva. Activo en el banquillo y en los entrenamientos. Esta temporada, una de esas sesiones se hizo viral. El vasco gritaba y agitaba los brazos como si se estuviera en plena final de Mundial. Sólo había petos. No es difícil imaginárselo en la cocina, a las tres de la madrugada, con el rostro iluminado sólo por la luz nuclear de la nevera, disponiendo sobre la mesa un equipo de cerezas y aguacates.
La obsesión suele llevar a la locura o a la perfección y Xabi sabe bien atar en corto la cabeza. Su Bayer es la última demostración del impacto de un buen entrenador en un equipo con potencial. Transformar así a una plantilla, su semblante y su juego, de pitón a rabo pasará a la historia de la Bundesliga. Él supo recuperar la identidad perdida y dotar de confianza a un grupo tan talentoso como joven. Y el camino más corto para llegar a eso fue encontrar la solidez defensiva. Desde ahí edificó lo demás, volando con las alas de Frimpong y Grimaldo y, sobre todo, abrazado a la clarividencia y el instinto de Wirtz, que contra el Werder demostró por qué es considerada como una de las joyas del futuro (20 años).
Esta Bundesliga ha sido una proeza que aún puede agrandarse porque el Bayer está en la final de Copa y mira las semifinales de Europa League. Sobran los motivos para que en Leverkusen admiren a Xabi. No obstante, fue su decisión de continuar en el club a pesar de los guiños desde Múnich y las cartas de amor con remite de Liverpool lo que ha desatado la idolatría hasta el punto de destronar en el callejero a Otto von Bismark.
Como extraordinario mediocentro, el tolosarra ha sabido organizarlo todo con calma, como Lester Freamon en The Wire, entender las situaciones y marcarse los tiempos, que no tienen por qué coincidir con el de los demás, como demostró cuando trazó su carrera desde la Real Sociedad hasta el Bayern, con decisiones sorprendentes como su salida del Real Madrid, meses después de renovar, para irse a Múnich. Notó cierta rareza en el ambiente y, con el respeto intacto, optó por marcharse antes de que el runrún comenzara a quemarle la túnica. "Hay que irse cuando aún te pueden echar de menos", llegó a decir. La misma filosofía guía ahora su itinerario en el banquillo después de iniciarse en Valdebebas, saltar al filial de su Real, atreverse a coger un equipo en crisis para crecer de su mano y saber cuándo marcharse del Bayer.
Pero aún no lo hará. Siente que aún no ha terminado lo que trazó en los planos, que quiere vivir la Champions en Leverkusen, que ya habrá tiempo para que le añoren y hacer la mudanza a Anfield o el Bernabéu; las hojas del calendario cuadran. No es lo mismo querer llegar alto que querer llegar lejos. Y el Xabi entrenador, con el orden y el concierto que tenía con la pelota, da la impresión de que le queda senda por delante para fotografiarse los pies sobre un trofeo.