El Real Madrid, un campeón camaleónico en la pizarra y tenaz en la actitud

Un campeón inapelable. Poco se puede dudar sobre la legitimidad de un título amasado con cinco jornadas de adelanto. En este caso, también las estadísticas avalan las sensaciones futbolísticas. O al revés. Los dos conceptos están íntimamente interrelacionados y no se entienden los números sin el rendimiento del juego. Con cuatro jornadas por jugar, 87 puntos; 13 sobre el segundo clasificado, el Girona y 14 sobre el tercero, el Barcelona. Los dos últimos rivales en hincar la rodilla al paso del campeón. Es el equipo más realizador (74 goles) y el menos goleado (22). Ha sumado más victorias que nadie (27), con solo una derrota (Atlético en el Metropolitano).
Desde el primer partido de la temporada en San Mamés, el Real Madrid se mostró como un equipo camaleónico, capaz de adaptarse a cualquier situación y a cualquier rival. Como buen italiano, su entrenador es un devoto de la táctica. Es de los que piensa que cada partido tiene su propia ocupación de espacios y a lo largo de la campaña ha ido haciendo girar su pizarra para encontrar en cada momento la solución justa y necesaria. Con la llegada de Bellingham, sabía que tenía que aparcar su 1-4-3-3 clásico para que el inglés se sintiera importante en el engranaje colectivo. Ya lo había hecho con éxito años atrás con Zidane en la Juventus y con Kaká en el Milán.
Ni siquiera las lesiones de larga duración de Courtois y Militao, ni la posterior de Alaba, influyeron en el rendimiento colectivo. Arrancaron los blancos la temporada subidos a un 'rombo' en el centro del campo que permitió al futbolista inglés recién incorporado descubrir que también tenía un goleador dentro. Era un riesgo. La maniobra táctica llevaba consigo que Vinicius, sobre todo él, y Rodrygo, tuvieran que modificar su modo de empleo. Con libertad, con sentido común, los dos brasileños tuvieron que acostumbrarse a jugar más por dentro, más como atacantes que como extremos.
Era el punto de arranque, pero el Campeonato, jornada a jornada, fue exigiendo al entrenador y a su equipo de trabajo en el que las figuras de su hijo Davide y de Mauri, sin olvidar a Llopis, han alcanzado un alto grado de protagonismo. Del 1-4-4-2 en rombo, pasó al 1-4-4-2 en línea, con Bellingham escorado a la izquierda. Y hubo partidos, completos o troceados que hubo tiempo para el pasado 1-4-3-3 y también para los dos mediocentros y las tres mediapuntas (1-4-2-3-1). Todo lo que planteaba le salía bien. Solucionaba situaciones extremas con cambios de última hora o zafarranchos posicionales.
El ejemplo más significativo fue el de Brahim Díaz. El técnico italiano no contaba con él y se lo dijo directamente al jugador, por si quería una nueva cesión después de la de Milán. El malagueño dijo que no, que se quedaba, que tenía confianza en sus posibilidades y a pesar de lo negro que se lo puso el entrenador se quedó. El balance positivo de la situación se refleja en los 41 partidos que ha jugado en todas las competiciones, 29 de ellos con seis tantos y cuatro pases de gol, en la Liga. Sin llegar a ser titular indiscutible, se ha ganado ser el recambio natural de Bellingham y ocupar, sobre la marcha, otras posiciones por su versatilidad y fácil adaptación.
Pero no solo le salió bien lo de Brahim. Acertó también con la nueva demarcación que tenía preparada para Valverde a quien sacrificó ofensivamente para que echara una mano o las dos de manera constante a Kroos en el aspecto defensivo. Cambio de estrategia. La temporada anterior le había exigido una mayor aportación atacante y que marcara una docena de goles. Apuesta que ganó el uruguayo. En esta era todo lo contrario. Pocas aventuras en el área contraria y máxima atención a la suya. En el dilema de la portería, con Courtois lesionado, Lunin comenzó siendo suplente de Kepa, para terminar siendo el titular, no sin pasar por el camino por un periodo de indefinición en el que técnico italiano les alternaba bajo el larguero.
En los partidos que se complicaban y la remontada era obligatoria, tuvo trascendencia la figura de Joselu saliendo desde el banquillo. Sus goles fueron decisivos. También puede sentirse orgulloso Carlo en su experimento con Thouameni como defensa central. Él está convencido de que puede jugar perfectamente en esa posición. El jugador no lo cree tanto porque quiere ser mediocentro. En el capítulo de las pruebas, posiblemente no le ha salido tan redondo la operación Camavinga como lateral izquierdo, pero le ha permitido no dejar al francés en el banquillo y mantener en su máxima expresión la 'energía' que siempre exige al equipo.
Su último experimento parece tener una visión de futuro con la llegada de Mbappé. En un momento tan trascendente como las semifinales de la Champions ante el Manchester City decidió colocar a Rodrygo en la banda izquierda y que Vinicius pasara a teórico delantero centro con Bellingham cercano. Los resultados dan por buena esta maniobra táctica. Los dos brasileños han seguido viendo puerta y ninguno de los dos se ha quejado.
Individualidades al margen, porque es innegable discutir la influencia de jugadores como Kroos en la zona de creación o de Bellingham o Vinicius, en la de finalización, el campeón ha basado su rendimiento en el bloque, en el equipo, tanto defensiva como ofensivamente. Es el conjunto del Campeonato que más pases promedio por posesión y el que más rápido circula el balón, al mismo tiempo de ser el que menos remates recibe y, a la vez, el más profundo en ataque. Es el segundo con más iniciativa de juego y dominador con el balón. Solo ha recibido dos goles de córner en lo que va de Liga. Ninguno de falta, ni de saque de banda. Solo en un partido ha dejado de marcar (Rayo Vallecano en casa) y en 16 ha dejado su puerta a cero. En casa ha ganado 47 puntos por 40 fuera, lo que confirma su regularidad independientemente del escenario de los partidos.
Estos son sus poderes. Evidentemente incontestables e incuestionables.