A Ancelotti se le olvidó poner la música de la Champions; al Cholo, que para ganar hay que atacar

Escribir de fútbol, sobre el juego del fútbol, es apasionante. Escribir sobre un derbi es la fantasía que abriga al crítico/cronista cuando comienza como reportero. Da lo mismo los años que lleves en la profesión o los duelos entre blancos y rojiblancos, o viceversa, que lleves entre máquina de escribir y ordenador. Un derbi debería ser siempre un derbi. Y el de Madrid, mucho más. Lo que nunca puede ser es un simulacro. Un paseo de pases al pie en el que por no haber, no hubo ni faltas. Debería penarse con multa y sin cena que algunos se empeñen en vulgarizarlo. No debería ocurrir nunca jamás.
Hasta que Gil Manzano expulsó a Correa, lo mismo que le podía haber mostrado la amarilla y haberle echado la bronca de rigor que suele echar a los futbolistas. Hasta entonces, los hombres de Ancelotti y de Simeone mancharon la memoria de un partido al que lo menos que se le puede exigir es genio, intensidad, ganas, corazón... Y con todos esos ingredientes, ninguno puramente futbolístico, que luego cada uno juegue como sepa o le dejen. Estoy convencido de que los cadetes y juveniles de ambos clubes muestran más emoción cuando ven de cerca la camiseta rival que lo demostrado en esta ocasión por los auténticos profesionales.
Repite hasta la saciedad mi compañero de Onda Cero, Alexis Martín Tamayo, alias Mr. Chip, que hay dos Madrides: el de la Champions y el de la Liga. De tanto repetirlo él, y comprobarlo todos, le voy a tener que dar la razón. A Ancelotti, en la tarde sabatina, se le olvidó poner el himno de la Champions. El único acicate que parece motivar de verdad a sus jugadores. Eso, o que el contrario marque, se ponga por delante en el marcador. También así, en la derrota transitoria, el equipo suele reaccionar y entrar en ebullición. El problema de jugar a la carta es que no siempre te da para ganar y, a veces, te quedas a mitad de camino. Y en esa oportunidad la igualada es casi sinónimo de derrota si el Barça gana en Almería.
Y si a Carlo se le olvido activar el play musical que enardece a los suyos, al Cholo no se le pasó por la cabeza pensar que defender bien en este juego del fútbol es más que interesante, pero que no hay nadie que te prohíba protegerte primero para atacar después. O por lo menos intentarlo. Sin pisar el área enemiga es más complicado ganar. De verdad. Puedes hacerlo, por supuesto. Y te puede sobrar con un remate de cabeza en una acción a balón parado cuando ya estás con diez, pero la lógica te dicta que solo te toca la lotería o las quinielas si juegas a ellas y este Atleti compra las billetes justos, por más que se pase el partido cambiando de pizarra y posicionamientos.
Cierto es que con su 'jaula' defensiva, Simeone consiguió frenar a Vinicius y aislar al brasileño de la continuidad en el juego no es nada fácil en estos momentos porque es incombustible. Entre Molina, Pablo Barrios y Llorente lo consiguieron en la primera parte y, tampoco le salió mal la fórmula de la segunda parte... Pero una vez conseguido lo más difícil, el Atlético se olvidó de todo lo demás. Ya le hubiera gustado a Ancelotti tener en el banquillo a tres delanteros como Correa, Morata y Memphis. Tenía el argentino bastante más para elegir que el italiano en el suyo. De Hazard y Mariano ya nada se puede esperar y para su fortuna, su único remedio, Álvaro, volvió a ganarse la posibilidad de que le hagan un contrato fijo en el primer equipo.