Casillas tiene razón para seguir enfadado: "Cuando vieron que podía ganar... lo reventaron"
El campeón del mundo y capitán de la Selección fue un rival serio en las elecciones de la RFEF de 2020... hasta que el Gobierno tomó partido por Luis Rubiales.

Más allá de lo bien o mal que te caiga, de lo buena o mala que esté siendo su crisis de los 40 y de cómo esté gestionando su relación con las redes sociales, Iker Casillas tiene razones más que de sobra para estar enfadado todavía, y para siempre, con la forma en la que perjudicaron sus opciones de presentarse a las elecciones para presidente de la RFEF. No fue una batalla del todo justa: se metió en un barro para el que no estaba preparado, contra gente mucho más dispuesta a mancharse las manos que él. Y, además, esa gente (por extraño que parezca) contó con un aliado inmejorable: el Gobierno de Pedro Sánchez.
Recordando aquella jugada: Iker era el candidato ideal, a ojos de muchos, para plantar cara a un Rubiales que logró la presidencia en 2018 pero que tenía que renovar mandato en 2020, porque estaba "sustituyendo" a Villar y se le había agotado. De la mano de Javier Tebas y apoyado por el recientemente fallecido Luis Gil, director de Competición de LaLiga, Casillas y su equipo empezaron a creerse que podían lograrlo. Campeón del mundo, capitán de la Selección, joven, poca pinta de querer el cargo para enriquecerse, figura de consenso... Como candidato, era inigualable.
Pero como siempre pasa en estas cosas del barro federativo, esto no es "un hombre, un voto". Aquí no vale la opinión pública y, de hecho, importa poquísimo (como se sigue demostrando hoy en día). Votan los mismo 144 asambleístas (más o menos) de siempre, casi todos controlados por 19 presidentes de federaciones Territoriales, y a esos es a los que tenían que convencer. Y no era tarea fácil porque Rubiales, nada más llegar al cargo, se había encargado de que casi todos tuvieran ya sus suelditos, sus viajes, sus cargos y sus diferentes privilegios para que fueran a muerte con él.
Casillas sabía que, si enseñaba la cara, se la partían. Además es que, al principio, él tampoco se lo tomó demasiado en serio. Le costó entender dónde se metía. En los cafés informales ya se manejaba que se iba a presentar y que era "el candidato de Tebas", pero nadie lo había publicado hasta que en diciembre de 2019 el periodista de la cadena Ser, Antón Meana, da la noticia en antena. Iker la desmiente, o avisa de que la va a desmentir de tal forma que todo se queda en un "se plantea presentarse", pero da igual: el nombre ya está ahí y Rubiales, como un toro de lidia, ya tiene claro a por quién tiene que ir.
Sí, me presentaré a la Presidencia de la @RFEF cuando se convoquen las elecciones. Juntos vamos a poner nuestra Federación a la altura del mejor fútbol del mundo: el de España. #IkerCasillas2020 pic.twitter.com/kHkBChqh4m
— Iker Casillas (@IkerCasillas) February 17, 2020
"Hace cuatro años, cuando intenté presentarme, era por cambiar algunas cosas que había, pero eran trabas y más trabas y no te daban oportunidad. Decidí retirarme. ¿El paso del tiempo te ha dado la razón? No lo sé. Las cosas están ahí", ha dicho él recientemente. "Cuando vieron que podía ganar... lo reventaron", explica a Relevo una fuente directa conocedora del proceso.
El caso es que quisieron hacer las cosas bien: mientras Luis Gil medía el apoyo que podrían tener entre los presidentes de las Territoriales más "díscolos", Casillas contrató al que fuera jefe de campaña de Pedro Sánchez, el especialista en comunicación política Luis Arroyo. Quería formarse un perfil de candidato ganador haciendo las cosas bien. Pero "bien"... casi nunca es la forma de ganar unas elecciones federativas. Suele funcionar mejor rodearse de especialistas en el barro que conocen mucho mejor las vías de perpetuarse en esos cargos.
Un asesor de ida y vuelta
Por cierto que Luis Arroyo no sólo no consiguió llevar a Iker a la presidencia, sino que poco después terminó siendo contratado... ¡por Rubiales! Lo que es la vida... De hecho fue el autor de una obra interesante, nunca utilizada: escribió el discurso que el motrileño jamás leyó, el día del vergonzoso "No voy a dimitir" en la RFEF. Así le fue...
Pero no nos saltemos capítulos. Con Casillas ya "desenmascarado" como proyecto de candidato y con Rubiales en modo destrucción de cualquier posible oposición, la gente empezó a echar cuentas. Y a los cerebros del Rubialismo (Andreu Camps y Tomás González Cueto), en algún punto, les pareció que quizá el exguardameta tuviera opciones reales de asaltar el trono de Rubiales.
Contaba con unos 20 votos del fútbol profesional y, con suerte, con otros 30 (más o menos) del sindicato AFE, en el que su amigo y excompañero David Aganzo le apoyaba con firmeza. Y entre los 19 barones había varios que también decían apoyarle, algunos de verdad y otros como estrategia para cambiar de bando en cuanto viniesen mal dadas... Vamos, exactamente igual que ahora. El caso es que Casillas se podía acercar peligrosamente a los 70 votos... y eso hubiera desalojado al Rubialismo de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas.
En enero Casillas ya no tuvo más remedio que "salir de armario candidatable" en el que se había metido (nada que ver con cuando le daba por hacer bromitas con Puyol en Twitter) y en febrero hacerlo público. Oficializar su proyecto a ser candidato en vez de ocultarlo. En Las Rozas, donde ya hemos explicado que le veían las orejas al lobo, se les ocurrió una forma de tener ventaja: adelantar las elecciones. Era año de Juegos Olímpicos y de Eurocopa, así que se sacaron de la manga que cuando (en teoría) se iba a votar, segundo semestre de 2020, no se podían hacer porque la selección española de fútbol sala (sí, en serio) estaba compitiendo fuera de España y no podía ser.
De esta forma querían imponer que se votase antes, en junio, cuando todos los jugadores profesionales estaban ya de vacaciones y tampoco podían votar, por cierto. Esto imposibilitaba el trabajo de campaña de Iker, que tenía que recorrerse España viendo a las Territoriales con Luis Arroyo y Luis Gil, y convenciéndoles de su proyecto. Le recortaba meses de trabajo que eran indispensables y, además, Casillas todavía en Oporto y con poca consciencia de lo que estaba intentando, no valoró lo importante que era ponerse manos a la obra. Nadie le iba a regalar el cargo, por ser quien era.
Este adelanto electoral que la RFEF había pedido para beneficiar a Rubiales, llegó al Consejo Superior de Deportes. Primero a su presidenta, María José Rienda, que lo metió en un cajón y no quiso dar una respuesta. Su subdirector de régimen jurídico no se mostraba favorable al adelanto. Pero no sirvió de nada: al poco tiempo había otra presidenta, Irene Lozano, y otro responsable de régimen jurídico. Aquella petición se elevó al Tribunal Administrativo del Deporte, que también desaconsejó adelantar las elecciones. Pero al final la decisión final recayó en Lozano, que no encontró razón para negarse, lo mismo que se habían adelantado las de otras federaciones. Por cierto que, después, el mismo TAD también se renovó, con bastantes más conocidos del Rubialismo entre sus filas.
Aquí es bueno recordar que, por aquel entonces, la relación del motrileño con el presidente Pedro Sánchez era inmejorable. Fotos juntos, mensajes de whatsapp... Todavía tenía buen cartel en Moncloa. De hecho es que el mismo día del nombramiento, poco después de aceptar el cargo, Irene Lozano se vio envuelta en el huracán Rubiales, y su equipo, en la misma cafetería del CSD. A ojos de cualquiera. No habían pasado ni cinco minutos desde que había aceptado el cargo y ya la estaba atropellando el Rubialismo. En su defensa hay que decir que luego le puso en su sitio varias veces y llegó a echarle de su despacho, un día que se le puso impertinente y faltón. Le caló enseguida. Él no se quería ir, todavía más chulo que nadie, e Irene se limitó a abrir la puerta, coger su abrigo y decirle que si se iba o si tenían que avisar a seguridad.
El desenlace
El 9 de marzo de 2020, Iker Casillas acudió al CSD a reunirse con Irene Lozano para explicarle que se quería presentar a las elecciones de la RFEF, pero que si le adelantaban la fecha, no era serio, no le daban opciones y era una tontería intentarlo. Lozano (que apenas llevaba un mes en el cargo) le dejó entrever que no había mucho que hacer y que la votación se iba a adelantar como pedía Rubiales, a pesar de que el TAD había dicho que no. No era un dictamen vinculante y la decisión era suya, o vaya usted a saber si de todavía más arriba.
Casillas salió de allí con una cara más larga que su palmarés. Sabía que había caído en el barro justo cuando empezaba a creerse que podía ganar. No hubo tiempo para lamentarse demasiado, apenas una semana después el mundo se encerraba en sus casas, el fútbol (y la vida) se paraban y problemas como la votación a la RFEF pasaron a ser una tontería. Casillas hubiera podido llegar a ser presidente de la RFEF si a Luis Rubiales no le hubieran apoyado, entre otros, el Gobierno. Como mínimo lo habría peleado muchísimo. Pero no le dejaron. Y tiene razón en seguir cabreado aunque también es verdad que él podría haber hecho mucho más y ni siquiera está nada claro si hubiera ganado, o no.
P. D. Sirva este texto para el afectuoso recuerdo a nuestro compañero de Radio Nacional de España, Chema Candela. Él hizo con todos nosotros aquella guardia a las puertas del CSD esperando a Casillas el 9 de marzo de 2020. Y fue el primero que le preguntó, sin tapujos, "Bueno: ¿qué? ¿Qué vas a hacer?". Once días después falleció por culpa del coronavirus. Un fuerte abrazo a su familia.