EL FÚTBOL DE 'MENDI'

"En casos como el de Vinicius, los entrenadores actuamos. Seguro que Ancelotti le da alguna colleja, pero hacia fuera le defiende siempre"

Ancelotti habla con Vinicius en un partido del Real Madrid./GETTY
Ancelotti habla con Vinicius en un partido del Real Madrid. GETTY

Estos días me está llamando la atención la situación que se ha generado en torno a la figura de Vinicius y todo lo que se mueve a su alrededor. No es la primera vez que este jugador está en el centro del huracán. Parece como si le costara quitarse de encima esa aureola que se ha creado sobre su persona, su manera de jugar al fútbol y, sobre todo, su forma de celebrar los goles y los triunfos. Me parece curioso también que una situación parecida la hayan vivido ya antes otros futbolistas brasileños. Comprendo que ellos están acostumbrados a celebrar todo en su vida bailando, que es su forma de expresar su alegría cuando ganan, pero, claro, también nos tenemos que poner en el papel del que está enfrente, del que pierde y es lógico y humano que no les guste que les celebren en su cara, como supongo que a ellos tampoco les gustaría que se lo celebraran de la misma manera.

En estas circunstancias, como se está viendo, la labor del entrenador es clave y necesaria. Todos hemos tenido en nuestras plantillas, unos más y otros menos, este tipo de jugadores díscolos, que tienen un punto de rebeldía, que lo protestan todo, que aprovechan la menor ocasión para tirarse al suelo e intentar engañar a los árbitros... Ellos, por supuesto, en esas acciones buscan su bien y el de su equipo, pero a veces no se dan cuenta de que pueden provocar la reacción contraria y se puedan crear ambientes en contra que, a la hora de la verdad, se vuelven contra ellos mismos y contra su equipo.

Futbolísticamente, soy un ferviente defensor y admirador de Vinicius. Es una de esas joyas que, de vez en cuando, caen en las manos de un entrenador -yo no he tenido esa suerte- y como tal también tenemos que disfrutar de ellos. Lo tiene todo: velocidad, desequilibrio, regate, gol, visión de juego... por eso creo que le sobran algunos aspavientos o esas conversaciones constantes con los árbitros y los contrarios. Para su suerte, ha caído con el entrenador que mejor puede ayudarle a superar esas situaciones que, a la larga, no le hacen ningún bien a él, ni a los suyos.

No conozco personalmente a Ancelotti, pero le admiro y no tengo ninguna duda de que es el técnico idóneo y adecuado para que Vinicius mejore en esos comportamientos que pueden gustar a su afición, pero que tan poco gustan a las de los demás clubes. El otro día vimos como Carlo le decía, en pleno partido, que hablara con él, que no hablara con los demás. Hasta el árbitro estaba metido en la conversación. Estoy convencido de que en el vestuario Ancelotti lleva tiempo hablando con el jugador de este asunto y le mete unas buenas collejas dialécticas para intentar revertir la situación. Sin embargo, públicamente, opta por defenderle, por pedir protección para él y un poco más de respeto por parte de todos.

Un caso diferente

Su caso no es el mismo que el de Cristiano, pero tiene sus puntos en común. También Ronaldo tuvo que soportar el ambiente en contra por todos los estadios en los que jugaba. La imagen pública que transmitía parecía tener un punto de arrogancia, sin embargo, chocaba con la que, al parecer, mostraba en el vestuario donde era un currela de Primera división. Siempre era el primero en llegar a los entrenamientos y se marchaba el último. Y, además, al parecer, tenía grandes detalles con los físios, los utileros y todos los que trabajaban con el equipo. Él nunca lo contó, pero se hablaba de que les hacía regalos que fomentaban el buen ambiente de trabajo.

En mi experiencia con este tipo de futbolistas, nunca he tenido casos tan mediáticos como estos, pero soy consciente de que en algunas situaciones, por mucho que les digas las cosas, les cuesta cambiar. Sobre todo si son jóvenes... aunque realmente no sé si es aún más difícil convencerles de algo cuando ya tienen 27 o 28 años. Hay futbolistas a los que les cuesta entender que para ser titular no vale con rendir bien en los partidos y luego, durante toda la semana, vivir de esa actuación hasta el encuentro siguiente. Piensan que tienen el puesto asegurado y eso no es justo para los compañeros que se entrenan bien toda la semana y están viendo lo que hacen los otros compañeros. ¿Qué pensarán de esa situación? Esos jugadores, sin pretenderlo, también están creando un problema interno que, como entrenador, tienes que saber medir muy bien.

Mendilibar da instrucciones a Aleja cuando coincidieron en el Eibar. GETTY
Mendilibar da instrucciones a Aleja cuando coincidieron en el Eibar. GETTY

Entre los futbolistas que he tenido y he podido tener alguna situación especial, recuerdo a Iván Alejo, que ahora está jugando en el Cádiz y, curiosamente, el otro día contra el Sevilla fue expulsado después de ver dos amarillas en los siete últimos minutos y su equipo se quedó con 10 y terminó perdiendo el partido. Nos llegó al Eibar procedente del Alcorcón y estuvo una temporada con nosotros. Era un jugador habilidoso, de los que se tiraba mucho. Al menor roce se dejaba caer. Yo le decía que se contuviera, intentaba llevarle a mi terreno, le decía que en muchos partidos fuera de casa nos echaba al púbico y al árbitro encima. No es lo mismo hacer esas acciones en un club grande que en uno más chico.

Al final de la temporada me pidió que le ayudara a marcharse a otro club. No me decía cuál, pero quería irse gratis. Me decía que había hablado con el entrenador del equipo que le quería y que le había dicho que iba a ser titular seguro. Le intenté explicar que eso no era tan fácil. Que tendría unos entrenamientos y unos compañeros y que las titularidades no se prometen así como así, luego hay que ganárselas. Se terminó yendo al Getafe donde estaba Bordalás, pero el Eibar le sacó un buen dinero, creo que cuatro millones y pico de euros.

Otro jugador difícil, sobre todo para los árbitros y los contrarios, era Raúl García. Le tuve en Osasuna con 25 años. Llegó cedido por el Atlético. Entonces era como es ahora, pero con diez años más. Protestaba por todo. Siempre estaba pidiendo faltas y él nunca hacía ninguna. Luego, la realidad, es que sabía medirse y no le expulsaban nunca, pero a los árbitros los volvía locos y las aficiones contrarias la tomaban con él y, de paso, contra nosotros. Lo hablamos mucho, pero, claro, era tan competitivo, tan necesario para el equipo, que no le podía quitar, pero me llevaba por el camino de la amargura. Sin embargo, fuera de campo, no tiene nada que ver con lo que es dentro. Allí se transforma. Es como si tuviera dos personalidades distintas. Un gran chico y un gran jugador.