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FÚTBOL

Puchi, el ojeador que es ciego: "Aunque parezca mentira, ve el fútbol"

Jordi Cardero
Michèle Novovitch

Jordi Cardero y Michèle Novovitch

"Este campo es grande, ¿no? Tocando asín el balón van a llegar al área ni en Navidad", comenta Agustín Pujibert, Puchi, (1956) mientras en el césped se juegan los puntos el Badalona Futur y la Peña Deportiva. Puchi tiene la voz rasgada, herencia de décadas desgañitándose desde la banda. Es una leyenda del fútbol amateur catalán. Hace diez años que se quedó sin visión. Y aun así siguió entrenando. Llegó a evitar descensos dirigiendo encuentros basándose en los comentarios que escuchaba en la radio. Ahora vive el fútbol desde el otro lado. Colabora con una importante agencia de representación… como ojeador. "Aunque parezca mentira, 've' el fútbol. Se entera de todo. Y cuando detecta un jugador interesante, nos lo dice", asegura uno de ellos.

Puchi se quedó ciego en mitad de un partido. Su Vilafranca jugaba en La Pobla. Al descanso dejó de ver. Hizo la rueda de prensa totalmente ciego. Pero media hora después, recuperó algo de visión. "Lo que no sabía es que de un ojo no volvería a ver más", recuerda. Tres operaciones después, su vista le abandonó. No había vuelta atrás.

La infancia de Puchi fue como la de cualquier futbolero, vivía pegado al balón. No fue herencia familiar. "Mi madre era trapecista y mi padre iba por un alambre con la moto", relata. Vivía en Las Ramblas, en el corazón de Las Ramblas. Además, era familiar de Ángel Cristo ."He tenido la desgracia de que nunca les he visto actuar, mi madre se cayó del trapecio sin red", explica. La única magia que atrapaba a Puchi era la del balón. "Yo con una pelota ya era feliz, era suficiente", cuenta.

Para Puchi, la escuela duró hasta los 10 años. El poder de atracción de la pelota era mayor. "Antes no se podía jugar hasta los 12 años y tuve que falsificar los documentos", revela. El asma que sufría le apartó poco a poco de los terrenos de juego hasta sentarle en los banquillos. Ya no se movería de allí. Su primer equipo lo dirigió en 1978, la Unión Deportiva Besós. Se enamoró de la portera. A día de hoy aquella mujer, Paqui, le sigue acompañando del brazo a todas partes. Es su guia.

AUX STEP FOR JS

Puchi se define como "un entrenador de calle". Y eso va mucho más allá del balón. Cuando entrenaba al equipo femenino, el empresario que tenía que financiar la temporada del club desapareció. Quedaron contra las cuerdas a pocos días de comenzar la temporada. "Apuntarse valía un dinero. Hicimos un amistoso y colgamos carteles diciendo que los Pecos -un grupo de música- venían a hacer el saque de honor", relata. El campo estaba lleno, pero tenía reservado un plot twist. "Aquello fue demasiado, todavía estamos esperando a los Pecos. Algún día llegarán", explica con una sonrisa. Aquella tarde se pagaron la temporada.

¿Sus referentes? "Bordalás, Camacho, Luis Aragonés, Clemente… Me gustan los entrenadores que hacen algo por el equipo, los que te dan más de lo que te piden", expone. Sus equipos siempre jugaban de la misma forma. Un líbero acompañaba a los centrales y al área se llegaba por las bandas. Es lo que dice que le falta a su Espanyol. "Con la información que me llega tengo bastante como para saber cómo tendría que jugar. Y sé que el Espanyol no tiene extremos que saben centrar, sólo tiene a Brian Oliván. En lugar de trabajar los centros diez minutos, lo trabajaría una hora cada día. Sino ya empezamos con las mentiras de delanteros centro falso. ¿Qué falso? Si es delantero centro, es delantero centro. Sino de falso no tiene nada, será mediapunta", cuenta.

"Mis defensas bastante hacían con defender. Salida de balón no tenían, excepto el líbero. Ese era como Koeman o Hierro. Si el portero les daba el balón creaba peligro en nuestra contra. Yo le decía: 'vamos a ver, ¿tú cómo llegas antes: en avión o en coche?' ¿En avión, verdad? Pues dale parriba. A un portero que juega bien con los pies lo pondría de delantero", explica.

La picardía de Puchi trascendía la pizarra. Sus anécdotas sostienen la teoría de que la realidad nunca supera la ficción. "En el campo de la Montañesa hay una lavandería. Y qué casualidad que entro un día y se escuchaba to. La pared no llegaba hasta el techo. Antes del partido iba ahí y escuchaba lo que decían. Namás hablaban de Puchi. Más que hablar de mi equipo hablaban de Puchi. Un día vinieron los de Palafrugell y de catalán no entendía nada. Me llevé a uno de mis jugadores y lo escuchamos juntos", cuenta. La estrategia del partido se hizo sola.

Nadie le ganará nunca a Puchi con la picaresca. Si hay quienes esconden a recogepelotas o mandan pelotas a la cancha para perder tiempo, él iba un paso más allá. En un Poble Sec-Prat, cuando él entrenaba a los locales, sufrió tres expulsiones en la primera parte. "Esto hay que suspenderlo, vamos 0-2", le dijo el presidente. "Tranquilo, vas a ver lo que es dar la cara", respondió Puchi.

"Entonces salí con ocho jugadores y cada cinco minutos hacía un cambio de portero", relata. "Puse a siete jugadores distintos de portero. Imagínate el tiempo que perdimos: cada vez que llegaba se tenía que quitar la camiseta, los guantes… Estaban todos locos. ¿Dónde está escrito que no puedas poner a siete porteros distintos?", se pregunta el entrenador. "Si no me gusta uno pues pongo a otro hasta vea quién es el que para. En el parcial de la segunda parte empatamos. Quedamos 5-7. Tampoco fue para tanto, ¿no?".

En 2013 la vida de Puchi cambiaría para siempre

AUX STEP FOR JS

La pérdida de visión ya era un camino del que no se podían deshacer los pasos andados. Le hicieron todo tipo de pruebas para intentar que recuperase algo de visión. "Lo que más me preocupaba era el fútbol. Cada día me fui hundiendo un poquito más. Le estoy muy agradecido a mi mujer y a mis hijos... Se pasa muy mal", explica emocionado. "David Aranda y Rubén Ortiz me han dado trabajo en la Fundación Varrios. Los ayudo. Lo que han hecho por mí es muy grande", revela. David y Rubén, representantes, escuchan con el corazón todas las opiniones de Puchi.

Aun sin poder ver nada, Puchi se resistió a dejar el fútbol. Se inventó el fútbol por parcelas para ver qué estaba pasando sobre el verde. Así dirigió los últimos partidos como entrenador del Vilafranca, con el complicado objetivo de no descender. Allí hizo debutar a Álex Moreno, hoy lateral del Aston Villa. "Hablé con Luís Muntaner, de Radio Vilafranca, y les pedí que retransmitieran el partido de la forma que les dije. Pondremos parcelas del uno al once. Dirigí el partido con los auriculares. En lugar de decir el nombre del rival, decían el número y así yo siempre sabía dónde estaba el balón. Si la llevaba al siete, le gritaba a mi lateral que le presionara", comenta. El Vilafranca ganó 2-0 y salvó la categoría.

Ese no fue el final de Puchi como entrenador. Siguió dirigiendo por placer. Sus últimas etapas fueron en la Guineueta y la Grama. Su segundo fue Elvis Coca, actual jefe de ojeadores del Eibar. "Llega un momento que económicamente no lo hacía por dinero, me sentía feliz dirigiendo, no estando ahí por estar. Yo dirigía y mi ayudante me decía las cosas al oído", explica.

Tantos años después, a Puchi el fútbol le sigue dando vida. Sigue yendo a los estadios con la compañía del transistor y de sus amigos: Quique, Pedro y otros tantos. Sus anécdotas siguen llenando e iluminando las mesas durante los almuerzos. Puchi es un pozo de historias, se ha convertido en un cuentacuentos con un fondo mágico que engancha a cualquier oyente. Pero nunca pierde la atención de lo que pasa en el campo. Cuando percibe que hay un chico que llama la atención, automáticamente llama a David. Por si es interesante captarlo.

"Todo el mundo me saluda. Pero hay momentos en que me entra esa cosa mala de no poder ver el fútbol. Yo me he ganado la vida con el fútbol. Soy feliz en el ambiente del fútbol", se sincera Puchi. Nunca abandonó el fútbol, que le ha dado una familia y amigos de verdad, y el fútbol tampoco nunca le dejará atrás. Como cantaba la MODA, se puede perder la vista, pero nunca la mirada.