FINAL DE CHAMPIONS | CITY 1- INTER 0

Rodrigo lleva al City a la gloria

El Inter llevó al límite al equipo de Pep Guardiola, que sufrió más de la cuenta.

La plantilla del Manchester City celebró su primera Copa de Europa en Estambul. /AFP
La plantilla del Manchester City celebró su primera Copa de Europa en Estambul. AFP
José Luis Guerrero

José Luis Guerrero

La primera vez siempre resulta inolvidable. Para el Manchester City significa la primera Champions y para Pep Guardiola, la primera vez que derrota ese estigma que portaba desde 2011, pese a que había sumado antes 20 títulos entre el City y el Bayern: el de ganar una Champions sin Messi. El Manchester City se convierte en el 23º equipo en entrar en ese olimpo de clubes campeones de Europa, abrazándose al pragmatismo del unocerismo, con un paradón de Ederson en el 95', y gracias a un gran gol de Rodrigo.

Así vivieron los seguidores del Manchester City el gol de RodrigoREUTERS

Aguantar un 0-0 sólo es divertido si es tu equipo el que merece ir perdiendo o si eres un fiel feligrés de la parroquia cholista, que resucitó en el pasado mes de noviembre gracias a la Marruecos de Regragui. Lo dice Simeone muchas veces: "Mantener tu portería a cero requiere un tremendo y bonito esfuerzo de concentración durante todo el partido". Eso es lo que hizo el Inter durante 67 minutos y lo que consiguió el City en 95'. Convertir en arte la habilidad de defender. Los italianos se estaban apoderando tanto del partido que veíamos al propio Pep Guardiola levantar los brazos y pedir apoyo al público, a lo Cholo Simeone; Akanji y Rúben Dias comenzaron la segunda mitad como dos flanes y Ederson provocaba microinfartos cada vez que tenía el balón en los pies. Sólo dos futbolistas del City se sacudieron en la segunda parte de ese bloque mental, en forma de ansiedad, que estaba sufriendo el equipo inglés: Bernardo Silva y Stones.

La paradoja de este encuentro radicaba en que el Inter arrancó mejor la segunda mitad sin disparar a puerta. Simplemente molestando. Pero el City derrotó a los muchos fantasmas que estaban apareciendo en las cabezas de sus jugadores con ese gol catártico de Rodri. Porque el español abrió el marcador en, hasta ese momento, uno de sus peores partidos de la temporada. Parecía otro jugador diferente al que disputó la eliminatoria ante el Real Madrid.Los líderes muchas veces surgen no por el hecho de que siempre acierten, sino porque nunca se hunden a pesar de que las circunstancias inviten a lo contrario. Eso es lo que hizo Rodri en el 67'. Aparecer y convencer de que el fútbol es algo más que un tratado de intenciones sino un maravilloso ejercicio de fe y momentos. La convicción del '16' sirvió para pasar a la historia del Manchester City.

Ese tanto no sirvió para descargar la presión para los jugadores del City. Al revés. La ansiedad seguía amenazando al City, por más de que tuvieran la sensación del deber cumplido: fijar en el marcador ese favoritismo con el que habían llegado a Estambul tras eliminar a Leipzig, Bayern y Real Madrid y no perder un solo partido en toda esta edición de la Liga de Campeones. Dimarco se estrelló con el larguero en el 70' y Lukaku evitó el gol en el rechace. El belga volvió a marrar una ocasión clarísima en el 88'; y en la última acción del partido, un saque de esquina en el 95', Ederson se vistió de héroe al salvar un magnífico cabezazo de Gosens.

El Inter no se asustó

La decepción de los jugadores del Inter nada más acabar la final de la Champions de 2023.  AFP
La decepción de los jugadores del Inter nada más acabar la final de la Champions de 2023. AFP

La evolución del Pep entrenador se vio en los primeros 20 minutos de partido. El City salió sin el estrés del favoritismo. Sabiendo que era un partido que podía ganar de sobra, pero también perder por exceso de ansiedad. Jugar a sufrir y no a disfrutar es sinónimo de madurez. El Inter de Milan llegó a esta final con ocho porterías a cero (cinco de seis en las eliminatorias), por lo que este partido debía cocerse a fuego lento, por más que en los primeros cinco minutos de partido Bernardo Silva y Haaland (en fuera de juego) hicieran temblar los cimientos il Duomo de Milano.

Aguantado el arreón inicial, como el profesor que recita el difícil y exigente temario que un estudiante debe aprobar a final de curso, el Inter se ocupó en lugar de preocuparse o asustarse. Como el estudiante más pragmático del universo: de nada sirve sufrir por adelantado, por más difícil que se llame la asignatura que imparte el Manchester City. El plan de Inzaghi salió a flote, con presión relativamente alta y obligando a los citizens a jugar lejos del área. La música de este partido no sonaba tan bien como el show de Anita minutos antes de jugarse el partido, pero sin lugar a dudas era un sonido agradable para los oídos interistas. El lobo del City no parecía tan fiero.

Tanto era así que en el 20', Brozovic avisaba tímidamente de que la final no iba a ser monotemática para el City. Incluso, unos minutos después, el brasileño Ederson volvió a protagonizar una de esas acciones que hemos sufrido tantas veces los seguidores del tiqui-taca: la virtud-manía de que el guardameta no haga nunca un patapum parriba de Clemente; y es una virtud porque evidencia una firme y honesta declaración de intenciones, pero se convierte en manía cuando ese perfeccionismo acaba por arrastrarte al precipicio. El portero del City regaló en el 26' un balón a Barella, que el italiano no atinó a tirar entre los tres palos, desde tres cuartos de cancha y Ederson fuera de su marco; en la segunda mitad, volvió a pifiarla en el 57', con colaboración de Akanji (mejor jugador del Inter en ataque) y brindó a Lautaro la mejor ocasión del Inter, aunque enmendó su error con una parada.

Pero la naturaleza del fútbol se antoja imprevisible. Justo cuando el Inter se encontraba más cómodo sobre el terreno de juego, apareció un demonio llamado Erling Braut Haaland. Gundogan encontró al noruego en un pase en profundidad y éste fusiló con la zurda, pero Onana sacó una manopla milagrosa. Papeles invertidos para los porteros en ese momento, con el camerunés convertido en héroe y sin pifiarla con los pies. Fue entonces cuando el pragmatismo del Inter tornó en zozobra, como el limpiacristales de un rascacielos que deja por un momento su tarea, le da por mirar al suelo en lugar de al cristal y comienza a sentir, además de vértigo, el peor miedo de todos: el que se imagina tu cabeza. Y en la cabeza de los Darmina, Acerbi, Dimarco o Dumfries comenzaron a temblar pensando en que Grealish, De Bruyne y compañía empezaba a ponerse las pilas. Pero la lesión de De Bruyne, en el 29' (muscular por agarrotamiento como le sucedió a Alcaraz y ¡otra vez en una final de Champions!), volvió a colocar al partido donde quería el Inter; cuatro minutos después entró Foden y el City volvía a sentirse bastante incómodo.

Rodrigo llevó a la gloria al Manchester City.  AFP
Rodrigo llevó a la gloria al Manchester City. AFP

Pero esa incomodidad, la de sufrir, supo mejor que nunca. Nadie pone en duda que el Manchester City fue el mejor equipo de esta Liga de Campeones, aunque por momentos no fuera esa máquina apisonadora durante los 90 minutos. Es la madurez que alcanzó Guardiola 12 años después. Ese gol de Rodrigo viene a confirmar esa realidad que todos sabíamos, pero que el dichoso fútbol (y vida) no reconoce si no viene con esta Orejona: Pep es mucho mejor entrenador ahora, cuando valora la grata incomodidad de ganar 'sólo' por 1-0. Este título vale por todos los anteriores y los miles de millones invertidos.