La crudeza de la Champions se ceba con el Girona

No hay estadística que refleje mejor la Champions del Girona como que lleva más goles en propia puerta que a favor. El balón de las estrellas rodó en Montilivi y, como era de esperar, los de Míchel lo cuidaron. Pero a los pocos golpes de gracia de los catalanes, el 1-0 y el 2-2, el Feyenoord respondió con goles. Los catalanes se quedaron muy cerca de sumar puntos ante un rival que no fue superior en lo futbolístico.

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Llegaba el Girona con más ilusión que matemáticas, sin querer reparar en que un mal resultado podría complicarle la vida en Europa. No fue titular Cristhian Stuani, como en París, pero sí partieron de inicio Arnau Martínez o Iván Martín, que 'sufrieron' en su día este mismo escenario, hoy repleto de estrellas, LaLiga Hypermotion. Se lo perdían por lesión dos jerarcas, Blind y Oriol Romeu, y en el minuto tres Yangel Herrera recibió una amarilla. La Champions ilusiona pero siempre aprieta.

En el minuto cinco, Tsygankov tuvo la primera. Poco después, un centro lateral de Arnau tuvo que despejarlo la defensa neerlandesa cuando Tsygankov y Miovski se relamían a pocos metros. El Girona ganaría o perdería, pero lo haría con sus ideas. Necesitó varios minutos el Feyenoord para comprenderlo. Para entender que detrás de la cara amable que muestra el Girona, atrás se esconde un equipo que, a pesar de las dificultades con las que se está encontrando, siempre va a por la victoria.

Cuando el Feyenoord trató de tomar el mando del partido, con nada más que un par de jugadas en campo contrario, se encontró con un córner en contra. Lo lanzó Tsygankov, cabeceó Miovski y la pelota se desplomó en el área pequeña. Allí se presentó David López, citado por la Historia, para marcar el primer gol del Girona en Champions. Aunque la ilusión fue efímera. En la siguiente acción, en una falta lateral lanzada por Paixao, Yangel Herrera desvió un cabezazo de Timber y el balón acabó en la red.

El Girona no pudo aprovechar el impulso del tanto para seguir escalando en el partido. La crueldad no acabó en el gol visitante, luego Tsygankov sintió un pinchazo y tuvo que ser reemplazado por Danjuma, desplazando a Bryan Gil a la derecha. Un Montilivi calado de agua se enfrió. Gritaba Míchel desde la banda pero el Girona no lograba sacudirse el punto de letargo. En un robo en salida de balón de David López, Paixao conectó con Milambo y este batió a Gazzaniga.

Poco después de sacar de centro, el portero arriesgo demasiado a un pase a Iván Martín, Timber se adelantó y el centrocampista derribó dentro del área al capitán del Feyenoord. Gazzaniga lo remedió deteniendo el penalti de Aeda. Montilivi explotó como si de un gol se tratara. La parada fue el desfibrilador que necesitaban jugadores y afición. El partido aún tenía pulso. El Girona llegó al descanso siendo el del inicio del partido, dominante y con el respeto y el miedo olvidados.

En el descanso, Míchel se traicionó. Retocó la posición de Iván Martín, lo retrasó en salida de balón para iniciar con más certezas. Y es que la construcción desde atrás, uno de los pilares de este Girona, amenazaba con venirse abajo y enterrar las posibilidades de sumar. La ilusión seguía intacta, pero los impulsos le convertían en un equipo indescifrable. Para bien y para mal. Sin dominar, en una incursión por la banda de Van de Beek, el ex del Ajax mandó un balón al corazón del área y Hancko se lo metió en propia puerta. El VAR falló en contra: fue fuera de juego.

El Girona arriesgaba en salida, merodeaba el abismo. Su precipitación en ataque permitía al Feyenoord la posibilidad de matar el partido al contragolpe. El ritmo gironí era más propio de sentir ya el tiempo añadido que de arranque del segundo tiempo. Bryan era el motor. Por cada arranque, una punzada al Feyenoord. Y en la enésima vez que encaró, el centro se le escapó a Wellenreuther y Miovski estuvo listo. Puso la pierna y el portero lo mandó al verde. Penal para el Girona. El macedonio abrió el tiro y Wellenreuther, replicando a Gazzaniga, lo detuvo.

Quedaban algo más de 20 minutos y el Girona sentía cerca la orilla. También la portería rival. Totalmente instalados en campo contrario y con el Feyenoord ya contenido, en una jugada en solitario de Danjuma por la banda, el extremo cedió la pelota a Van de Beek y el mediapunta hizo el empate. Comenzaba un partido que duraría 15 minutos y partía con el Girona con la flecha hacia arriba. Míchel repostaba con Stuani y Asprilla.

Y en el mejor momento en el partido del Girona, hielo. En un centro lateral, Krejci no acertó a despejar y el balón acabó colándose en la portería de Gazzaniga. La crudeza de la Champions se cebó con los de Míchel. A los catalanes aún les quedaban piernas y cabeza para buscar de nuevo el empate. Asprilla lideró los ataques y Stuani tuvo el empate, de cabeza, en el 87. El guion era demasiado bonito para una Champions que está siendo excesivamente cruel. El Feyenoord no demostró ser mejor equipo, pero Europa castigó.