DORTMUND - REAL MADRID

La realización ocultó una lluvia de espontáneos tras el pitido inicial

Los jugadores del Dortmund se saltaron el protocolo para mandar un mensaje a su grada. Hasta cuatro aficionados interrumpieron el arranque.

El espontáneo de la final de la Champions./REUTERS
El espontáneo de la final de la Champions. REUTERS
Jorge C. Picón
Rodra P

Jorge C. Picón y Rodra P

Londres-. Es una final de Champions. Se notó en cada minuto previo en la capital de Inglaterra, inundada por los colores del Borussia Dortmund y el Real Madrid. Desde las calles hasta el estadio. La afición merengue, que siempre pide más, eligió una Fan Zone distinta a la que les asignaron. De la oficial, sin alma, ubicada junto al Big Ben, a la improvisada, cercana a Wembley. Y hasta en el arranque de partido, con dos hechos insólitos. Nada en un partido de este calibre se escapa de lo extraordinario. Los jugadores de Terzic invadieron el campo del Madrid segundos antes del arranque para animar a los suyos y nada más se pitó el comienzo cuatro aficionados invadieron el campo...

Un episodio chocante, dada la seguridad del estadio, y que la realización se encargó de ocultar. Durante los dos minutos que estuvo el partido detenido, solo se pudo ver al primer seguidor y apenas un segundo, antes de que las cámaras se alejaran de la escena y mostraran a aficionados en la grada comentar la jugada. Conviene matizar que esto siempre es así y que todo el mundo ve las mismas tomas televisivas, independientemente del país o el canal. La producción de la imagen tiene indicado no señalar a los seguidores que tienen comportamientos de este tipo, para no dar una sensación de flaqueza y despertar el efecto llamada.

Un reducto de madridistas que supo a Chamartín, unidos justo antes de la Gran Final. Por su parte, la afición alemana se desplazó con orden, a su manera, ruidosa, escoltada por la policía de Londres y formando su innegociable unidad en las gradas de Wembley. Imponen, y plasmaron su muro amarillo también en la final de Champions.

Al entrar por la puerta, lo primero que se vio desde la grada fue un recibimiento por televisión, en el que las cámaras enfocaban a Jurgen Klopp primero y después a José Mourinho. Real Madrid y Dortmund se desafiaban sin decírselo a los ojos. La final se empezó a jugar desde ahí.

La invasión de los jugadores del Dortmund al campo del Madrid. REUTERS
La invasión de los jugadores del Dortmund al campo del Madrid. REUTERS

Después, algo que no pareció de la cita. El wifi se cayó en la zona de periodistas y sembró el caos. Prensa de cada país corriendo de aquí para allá en busca de socorro. Falló la tecnología, como si quisiera reivindicar un fútbol de antes. En papel. Nada más lejos de la realidad.

El ambiente de los dos bandos, sano y ardiente, marcó los minutos previos a la música de la Champions. De nervios, ilusión y fiesta, con el concierto de Lenny Kravitz. Bellingham señaló a sus seres queridos entre el público, mientras el muro amarillo del Borussia Dortmund amenaza.

Un muro al que se acercaron los jugadores del Dortmund, de forma inédita, segundo antes de arrancar el encuentro. Fue de lo más novedoso. Pese a que el sorteo les dejó como campo propio el contrario, los once en bloque traspasaron la línea de la medular. Una imagen revolucionaria, para alentar a la grada de que no deje de animarles. Vinicius replicó, ya con el partido empezado, animando a su fondo a que cantasen sin cesar.

El partido empezó torcido, pero para la organización. Todo el empeño que pusieron en defender el estadio de posibles filtraciones y se les olvidó proteger el interior. No se llevaba ni un minuto de encuentro cuando cuatro espontáneos burlaron a los stewards para colarse dentro del campo. Uno de ellos estuvo prácticamente un minuto correteando, esquivando a jugadores y miembros de seguridad hasta que pudieron interceptarlo. Una imagen poco agradable que la realización, como suele ser habitual, no quiso compartir en televisión, que enfocó al resto de la grada durante minutos. El partido estuvo cerca de dos minutos parado, en los que no pudo verse a ninguno de los implicados para evitar el efecto llamada.