SELECCIÓN ESPAÑOLA

España no sabe jugar con cara de póker... y eso es un problema

La selección de Luis Enrique disputó un partido que le es familiar y volvió a quedar desnuda ante un muy buen equipo.

Luis Enrique dando instrucciones /Getty
Luis Enrique dando instrucciones Getty
Albert Blaya

Albert Blaya

España saltó al campo con la convicción que si ellos querían, no pasaría absolutamente nada. Este fue el propósito de un equipo que juntó pases hasta la extenuación y repitió movimientos hasta que el apuntador los había memorizado todos: que no pasase nada. El problema es que España no sabe jugar con cara de póker porque sus cartas están marcadas y cuanto más finge, más claro lo tiene el rival. Cuando no quiere que pase nada, a la Selección le pasa de todo.

El resumen del Japón-España que casi deja a La Roja fuera del Mundial.

España perdió ante Japón un partido que habría perdido muchas otras veces porque como equipo es algo finito, con unos límites marcados con tiza visibles por todo el mundo. En partidos en los que se le pide ese extra, ese algo distinto propio de equipos que poseen a jugadores capaces de inventar imposibles, los de Lucho chocan contras sus limitaciones. Es un equipo brutalmente honesto en su propuesta y es así como Luis Enrique necesita que compitan, porque cualquier otra cosa les aleja de una esencia que es lo único a lo que agarrarse cuando hay golpes.

El principal punto es algo ya sabido: España no es Francia ni Brasil. Tampoco Portugal o Inglaterra. Y no tiene a Messi. Partiendo de esta base, los de Luis Enrique no tienen individualidades que por inercia le permitan doblegar partidos. Los equipos citados sí pueden jugar a que no pase nada, porque lo poco que pase caerá a su favor a poco que estén acertados. España necesita cuajar grandes minutos de fútbol e ir a por el partido de forma descarada para que suceda. Al final, la Selección es como ese alumno empollón que se sabe todos los temas a pie juntillas, pero que duda cuando sale algo en el examen que no salía en el temario. Brasil y Francia no estudian, pero siempre se lo sacan sobradamente. De ahí que Luis Enrique no puede permitir que sus alumnos se duerman.

Con 1-3 en el marcador, España se saturó. Eso fue en verano de 2021 ante Croacia. La Selección tenía a sus manos el pase a los cuartos de final en el minuto 77 con una ventaja de dos goles. En apenas cinco minutos, Croacia empató. España pasó, pero fue un serio aviso. Ante Japón, la herida volvió a abrirse. En un abrir y cerrar de ojos, los nipones dieron la vuelta a un partido que parecía sumido en un profundo letargo, y ahí, a diferencia del día de Croacia, España no le supo dar la vuelta. ¿Por qué?

En esencia, España carece de rachas de fútbol que nazcan desde el desorden. Y en el fútbol, ese desorden puntual es necesario. Es un equipo tan milimetrado y bien orquestado, que a veces se excede en su rigidez. Y hay momentos en los que el partido pide romper premisas, saltarse patrones e ir a lo imprevisible. Ahí, España se queda corta. Luis Enrique ha llevado tan lejos a este equipo, que es como si existiera algo que atara a los jugadores a la hora de tomar la iniciativa. Pedri lo intentó pero el partido le llevó por caminos que le alejaron de la portería rival y, al final, España se quedó sin rebeldía.

La rigidez posicional lleva a futbolistas de idiosincrasia más lúdica a encorsetarse. Nico Williams y Balde son ejemplos claros, dos jugadores que han priorizado el control y el pase de seguridad al asumir riesgos cuando recibían. Y en un deporte que va de errores y aciertos, España estuvo más pendiente de no fallar que de acertar, y por el camino terminó quedándose sin nada.

Marruecos planteará preguntas parecidas al ser un equipo que no tiene nada que perder y sí mucho que ganar, trasladando la responsabilidad a España. Tocará ver si los de Luis Enrique salen con cara de póker o, si por contra, salen a cara descubierta aunque ya todos sepan qué cartas esconden. Lo que les ha llevado hasta aquí es que, aún sabiendo qué baraja tienen, suelen saberlas jugar mejor que el resto.