Rodrygo y Brahim dan ventaja al Madrid para la final del Metropolitano

Había miedo en el madridismo pero en realidad no. Llegaba un gran Atleti, con la mirada más valiente del 'Cholo' Simeone (o eso decían los que le conocen) y sobre todo con Julián. 'Yúlian', en modo europeo, como Julian Ross en 'Oliver y Benji'. Pero qué le vamos a contar al Real Madrid. Se plantaron en el césped con Fede Valverde lesionado y en el minuto cuatro ya demostró que a estos les da igual. 1-0 y un Bernabéu enfurecido. Enfrente estaba Julián.

Empató con un gol de dibujos animados mientras los de Ancelotti parecieron esconder las armas. El Madrid no suele fallar en los momentos decisivos pero siempre lo hace cuando se huele la sangre. Nunca son capaces de golpear, de hincar el colmillo, cuando su rival atraviesa su tramo más crítico. Como si no quisieran, como si tuvieran piedad. La piedad está prohibida en el fútbol.

Y a tiempo se acordó el Madrid, que también se defiende de las críticas como diciendo: "la vida no va sólo de nosotros". El Atleti juega, y por momentos lo hicieron bien. Hasta que Brahim se coló en el área, con un añadido infinito que le ha dado al cuadro merengue: a veces parece Messi. Su 2-1 en el minuto 55 y el portentoso choque de Tchouameni y Mendy (con dos asistencias, aún nadie sabe cómo, eso es Ferland Mendy), le dan ventaja a los blancos en la final del Metropolitano.

En el año de Mbappé el mejor atacante del Real Madrid está siendo Rodrygo. Así de serio es el asunto. El futbolista carioca mantiene un idilio no ya con el balón, sino con el fútbol. Tan virguero y sutil, como si no fuese difícil. Deshizo la zaga del Atleti a su manera, hilo a hilo, imponiéndose a Javi Galán y desbordando a Lenglet, que pareció un defensa de plastilina tras los gestos del brasileño.

Marcó gol en el minuto 4 y Brahim recogió el testigo en el 56. Con una jugada con sello propio, la del genio nacionalizado marroquí. Encontró una aguja en un pajar y ese podría ser el resumen de su juego. Birlando defensores en una baldosa, el Bernabéu se dio el gusto de disfrutar de las huellas de Leo Messi gracias a Brahim.

El Atlético de Madrid se plantó en el feudo merengue con kryptonita. Y la kryptonita se llama Julian Álvarez. Nunca perdió en el Santiago Bernabéu, ni aquella vez que jugó los segundos finales de la Libertadores con River contra Boca, aún teenager. Pero sí hoy. Es un futbolista estratosférico, que lo demostró en la acción del tanto del empate. Un gol inventado, de diestra al palolargo, imposible para Courtois.

Julián fue el faro de Simeone en cada rincón del choque, y también del curso. Esforzado, inteligente, pillo, talentoso, con instinto, goleador. Julián es tan bueno que cae bien hasta a la afición rival. Tendrá la última palabra en la final que se juega la semana que viene en su estadio.

Fede Valverde fue el protagonista de la previa del encuentro y del duelo en el verde también. Jugó sin estar al 100%, y su versión con molestias resultó ser un extra de lo que ofrece el uruguayo. "El mejor lateral derecho del mundo", dicen de él en el club. Y él en realidad es mediocentro. O vete tú a saber. Por si había temor por su estado físico, el 'Pajarito' lo zanjó de un plumazo: carrerón en el minuto uno y asistencia en el cuatro. Después, un recital.

El que no estuvo fue Kylian Mbappé. No le salió nada contra el Atleti. Ni un regate, ni un tiro, ni un 'esprín'. La tuvo en lps últimos minutos, pero ni en esas acertó. La mejor noticia para él: se tiene que resarcir en la vuelta.