REAL MADRID

Una "mina" que justifica el aguante inédito de Florentino en la operación Mbappé

Mientras Luis Enrique imagina al PSG sin el delantero, el equipo blanco entiende que estos años de idas y venidas pretendiéndole han tenido sentido.

Mbappe, durante el partido. /EFE
Mbappe, durante el partido. EFE
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Kylian Mbappé es un futbolista de cena de estado y marquesina, pero el coste político o publicitario que tendrá su salida del PSG será siempre menor que el vacío futbolístico que deja. Tiene, por supuesto, valor mercadotécnico, incidencia directa en la lista Forbes del deporte, pero por encima de todo eso está su juego, esa capacidad de romper cualquier partido o eliminatoria, como demostró con rotundidad con la Real Sociedad. En un repaso de datos: cuatro remates, tres de ellos a puerta, fue el que más ocasiones creó y el que más regates completó. El inicio y el fin de la explicación del resultado llegó desde sus botas.

Los gestores del club parisino tendrán que pensar cómo sustituyen su brillo en los carteles, pero el trabajo más ingrato es el que le toca a Luis Enrique. Lleva semanas rumiando que el futuro será sin él y que tendrán que acostumbrarse, pero las grandes pérdidas no se planifican, se sufren. Dice Mbappé que para él Luis Enrique no es un problema, pero desde luego para Luis Enrique sí lo es perder a un jugador así. Son 34 goles en otros tantos partidos esta temporada, un promedio solo imaginable en jugadores de trascendencia histórica.

Los sucesivos proyectos del PSG, con mucho dinero y estrellas, han ido naufragando en Europa cada año, pero en todos los intentos la mayor certeza competitiva ha sido la que en unos meses se caerá de la lista. Mbappé, en edad de plenitud (25), ha marcado tres de los cuatro goles a la Real Sociedad y las sensaciones están incluso por encima de la potente cifra.

Luis Enrique habla sobre Mbappé.

Ese despliegue futbolístico será lo que gane el Real Madrid, si termina llevándose el premio gordo del mercado. El culebrón ha durado años y ha mostrado al club blanco y a su presidente en una posición que no acostumbra: esperando, planeando y dándole vueltas y vueltas a la llegada de un solo jugador. Todo lo que siempre se pensó que el Madrid no hace, pues la institución está por encima de cualquier nombre, como tantas veces se repite.

Aunque eso es verdad, y no ha dejado de serlo en este proceso, también lo es que Mbappé justifica la obsesión que ha habido en el club por su fichaje. Es un experto en la gestión de la arrancada y el freno. Coge el balón, sale disparado; llega a la línea de fondo, se detiene de golpe. Es más fácil pensarlo o escribirlo que hacerlo, se necesita potencia y precisión, un físico prodigioso y la habilidad del mejor jugador del mundo. Todas esas cualidades son las que el Madrid desea y el PSG asume que va a perder.

"La de Mbappe y el Real Madrid es una unión hecha en el cielo", dice en la televisión estadounidense el histórico Glenn Hoddle. "Para mí es el mejor jugador del mundo en el último tercio, imparable, invencible, chuta con las dos piernas… esto es un equipo y necesitamos a todos", remata Luis Enrique. "Es una mina", dispara Valdano. Al-Khelaifi comenta que es el mejor del mundo y Zubimendi abunda en la misma idea: "Mbappé parece que no está, que está ausente, pero cada vez que la toca es determinante, y hoy lo ha demostrado". Todos los comentarios van en esa línea porque lo obvio es que en cada eliminatoria del PSG de estos años el camino hacia el éxito ha sido siempre Mbappé.

Luis Enrique se abraza con Mukiele. AFP
Luis Enrique se abraza con Mukiele. AFP

Por encima de todo, el fútbol

En la primera época de Florentino la conversación sobre la publicidad y la economía del club estaba casi a la altura del debate futbolístico. Se hablaba de la venta de camisetas y las giras asiáticas, valores que dan los grandes jugadores. La obsesión por Mbappé es hija de un tiempo distinto, el mareo al que ha sometido el jugador a los aficionados blancos en estos años, con esas idas y venidas, no ha sido tomado en cuenta por Florentino Pérez. Desde el principio pensó que Mbappé acercaba al equipo al gran objetivo final, ganar cuanto más mejor. Y por eso, aunque la película haya sido agitada, el objetivo de vestirle de blanco se mantuvo siempre constante.

Luis Enrique, mientras tanto, se permite sacar un rato del campo a su estrella los domingos, incluso cuando el marcador no es favorable. Se juega entonces la liga, que a estas alturas es una sucesión de partidos de fogueo, una competición que se presta a filosofar. Las probaturas se dejan hacer en Francia como una pequeña rendija al futuro, pero en la Champions no hay espacio para todo eso, cuando se viaja por Europa el parisino juega todo el rato, porque los seres humanos nos empeñamos en conocer el futuro, pero solo estamos capacitados para vivir el presente.

Las preguntas sobre el tema aburren al asturiano y aunque su hastío sea comprensible él mismo sabe el motivo de tanta curiosidad. Se fueron Messi y Neymar, antes Ibrahimovic o Cavani, pero ninguno de ellos representaba lo que es Mbappé hoy. El PSG siempre quiso, a golpe del dinero del gas, ser el mejor del mundo pero lo más cerca que han estado de eso es, precisamente, poder presumir de tener al mejor del mundo llevando las riendas. Su marcha es la de Ronaldo del Barcelona o la de Cristiano del United, es ese tipo de vacío.

Hay un aroma de despedida en cada zancada de Mbappé, aunque formen parte de la estampida constante que es su juego. Esa planificación del futuro ya llegará, mientras tanto el jugador, el rey de su ciudad y casi de su país, acerca al equipo al anhelo de los jeques y los hinchas. Porque lo que todos saben, tanto como que el tiempo post Mbappé será complicado, es que cualquier opción de ganar la Copa de Europa pasa irremediablemente por lo que pueda llegar a hacer él en el campo.