OPINIÓN

Raphinha ante la obsesión de un Dios

Flick se abraza a Pedri durante el partido. /AFP
Flick se abraza a Pedri durante el partido. AFP

La obsesión de un Dios, quién sabe cuál, se ve en la mirada de Raphinha que ya no es Raphinha, si no otra cosa, un ente superior que nos habla desde el futuro y nos dice con gestos y acciones, porque no habla, que la Champions League ya le pertenece sin pertenecerle todavía, una obsesión que se ve en quién tiene el poder para decidir y aparecer cuando el resto tiemblan. Si el Barça de Flick tuviese cuerpo sería el de Raphinha o quién sea que es el brasileño inflado de una confianza inhumana.

Y la Champions League, que estaba dormida desde mayo, despertó para decirle el Barça que volvía a estar allí, en ese punto ciego en el que el cataclismo cósmico y la ilusión se mezclan para dar lugar a un sentimiento que solo nace en primavera, como la alergia al polen, y que lleva al jugador a sitios irreconocibles. Cubarsí, pulcro y tímido, cometió un error que remite a Match Point, la maravillosa película de Woody Allen, una situación de cara o cruz que la Champions paga con plomo a quién todavía no tiene edad ni memoria. Hace unos meses el Barça vio cómo el PSG le remontaba una ventaja de ¡2! goles cuando Araújo salió del choque y el culer entendió aquello como lógico desde el momento de la expulsión. Flick ha aniquilado la duda, que ya no existe. Todo es fe.

Flick, orgulloso de los suyos.

Se fue Cubarsí pero entró Araújo, al que el fútbol le debía una redención. Su partido ante el Benfica escenificó todas las virtudes del uruguayo, aquellas por las que el Bayern quería pagar mucho dinero y por las que el Barça confía. Titánico en el barro, imponiendo su cuerpo ante cualquier amenaza, combatiendo en una trinchera que Pavlidis creía dominada para demostrarle al Barça el valor que tiene. ¿Cuántos aspirantes a la Copa de Europa sacan desde el banquillo un central así?

En medio de la tormenta y cuando el rival más ahogaba, Pedri emergió como la aspirina cuando tienes resaca. Daba igual la inferioridad que marcaba el partido porque el canario era capaz de absorber a todos los rivales para decirle al rival que ellos podían ser 11 y el Barça 10 pero que cuando él la tocase eso se invertiría hasta hacer ver, por momentos, que era el Barça quien tenía a un jugador extra. Su superlativo talento no puede eclosionar unos pulmones de fondista que le permiten correr por todo el verde ayudando y socorriendo a los suyos y conduciendo para herir al rival. Si Raphinha es la fe, Pedri es la razón. Uno lo ve y sabe, como se saben las cosas más importantes en esta vida, que tiene la verdad cerca.

La euforia suele ser mala compañera. Pero quién la va a a silenciar después de tantos batacazos, de tanta hostia recibida, de tantos partidos europeos que parecían matanzas ya escritas previamente. El Barça se quedó con 10 con una hora por jugar y no solo no se derrumbó; ganó. Flick ha devorado los miedos y ha construido una espiral de confianza que se retroalimenta ante la dificultad, de ahí que el Barça haya sobrevivido (y ganado) ante Real Madrid, Sevilla y Benfica fuera de casa con uno menos. Ya no hay miedo en sus ojos, ahora hay obsesión por demostrar que todo aquello no fue en vano; que para ganar antes había que haber perdido mucho.