En el Real Madrid se han especializado en negar la evidencia

Confundimos demasiadas palabras con la verdad hasta que ésta se presenta, te da la mano y te desnuda. El desalojo del Real Madrid de su casa, que es la Champions, descubre algunas realidades, puras y crudas, que señalan a este equipo. Para aproximarse a la hazaña se necesita una serie de accidentes favorables, como la iluminación propia, el miedo ajeno y/o un cameo arbitral. No hubo suficiente inspiración blanca ni pánico inglés. Sólo el colegiado se coló en el plano y resultó desastroso. Comparto esa corriente que dice que el VAR ha llegado para convertir a un mal árbitro en cobarde. Por ahí, por las dos confusiones en los penaltis, se le empezó a ir la fe a los blancos. Aunque, a decir verdad, no sé si de verdad creyeron firmemente en lo imposible.
El madridismo moderno ansiaba su milagro, porque le faltaban remontadas con épica ochentera y le sobraban recuerdos. En la era moderna el Bernabéu vivió aquella vuelta al calcetín ante el Wolfsburgo, pero fue deshacer un 2-0. También vibró con la Champions de 2022 pero, aun con un ímpetu asombroso, las pendientes tenían un porcentaje menor en inclinación. Y llamó a todos los espíritus para agarrarse al Clavo Ardiendo de la Liga 2006-2007, pero fue un ejercicio de rebeldía continuo, jornada a jornada hasta la victoria final. Lo de este miércoles, en cambio, aspiraba a emparentarse con el serial enloquecido de la Quinta del Buitre, con la resistencia a la derrota que Di Stéfano inoculó al club, con los fenómenos paranormales. No ocurrió. La conexión con la historia sólo se vio en el decorado porque la subversión en los vídeos y en la grada no tuvo prolongación sobre el verde, donde, salvo Courtois, todo fue un simulacro.
De las tres 'ces' que popularizó Carlos Alcaraz, y que hizo suyas Ancelotti en su discurso del martes, al Madrid le faltó la más importante, la cabeza. La 'efe' de fútbol se la llevó Kroos, que era una de esas personas obsesionadas con mantener la casa en orden. El de Ancelotti es un equipo sin temple ni recursos, más allá del centro lateral (35) que no halla un Joselu que cace soluciones, de fogonazos individuales y de un portero que no puede convertir más agua en vino. Tiene a Vinicius, a Mbappé, a Bellingham, a Rodrygo, a Valverde. Pero esta noche, como en casi toda la temporada, tuvo bien poco. Ni orden ni concierto. Ni juego ni estructura. Ni certezas ni carácter. Y cuando el rival es un equipo como el Arsenal, bien pensado y sacrificado, donde todos trabajan y saben cómo tienen que trabajar, al rey se le ve en cueros.
La eliminación ante los de Arteta, además, derivó en otras derrotas paralelas de igual importancia. Mbappé se movió mucho y mal; Vinicius, siempre vigilado, parece haberse quedado en su enfurruñamiento con los organizadores del Balón de Oro; Rodrygo lleva días desaparecido; Bellingham se equivocó demasiado porque cuando uno está quemado por tapar más vías de agua de las lógicas sobreviene la ansiedad y la claridad se escapa por la gatera; la defensa hace tiempo que se quedó sin ella.... Curioso es el caso del francés, que vino como guinda para que el campeón renovara reinado y se marcha de Europa, de nuevo, con la cresta gacha, el tobillo dañado y algún silbido acusatorio. Demasiadas fallas para mantenerse en pie.
La eliminación duele en la afición, pero en el fondo no extraña. En el Madrid se han especializado en negar la evidencia y no han hecho nada para remediarlo. Ver a Lucas Vázquez y Alaba como laterales en el día D, por ejemplo, vuelven sin remedio la mirada a la confección (mala) de una plantilla rota por las lesiones y que tampoco se quiso renovar cuando se abrió la ventana. Quizás por confiar en salir (otra vez) sin quemaduras de los malabares con antorchas; quizás por una política de ahorro económico. Ancelotti advirtió en su día los nubarrones, pero de nada le sirvió alzar la voz. Ahora es el que sale más herido del descalabro. Así es el fútbol. Así es la vida.
Tragó con la ausencia de fichajes (y los pidió) y también con los gustos estéticos del palco, pues entendió que tenía que hacer hueco en el equipo titular a los cuatro fantásticos a pesar de que ese movimiento de placas tectónicas se llevara por delante su venerado equilibrio. En primer lugar por no tener un relevo de Kroos como Kroos manda, y en segundo porque era consciente de la renuencia a remangarse en defensa de dos de las cuatro estrellas de ataque. Lo aceptó como hombre de club y se ve en abril fuera de la Champions, claramente cuestionado y con dudas sobre si su mensaje sigue convenciendo a un grupo confundido. Falta la Liga (empinada), la Copa y el Mundial de Clubes. Por ahí le queda alguna bala al italiano, ejemplar en modales, trayectoria e impacto en la historia del club, pero el Madrid es amnésico. Y Carlo lo sabe. Sólo hubo que escucharle en la conferencia de prensa posterior a la caída para comprobarlo.
Y, por último, si algo ha quedado claro en la eliminatoria es que esta plantilla carece de un líder capaz de enchufar, uno por uno, a cada miembro del vestuario e impregnar las paredes con un grado de excitación tal que, llegado el día del combate, nadie dude de lograr la gesta. La lesión de Carvajal, que comparte genes con Camacho y Raúl, tuvo daños colaterales.
Con las cinco flechas del Arsenal clavadas en la espalda, el Madrid se queda en la cuneta. Como dijo Valdano minutos después de la decepción blanca, honor a este equipo que ha convertido en noticia no llegar a la final de la Copa de Europa. Pero después del agradecimiento, toca identificar los problemas y aclarar tanto lo que está por venir como lo que está por irse, con nombres y apellidos.