Vinicius confirma su otra cara en el Real Madrid y, aunque se equivoque tanto, tiene toda la razón

Le escuchas hablar delante del micrófono y nada tiene que ver con su versión en el césped. Parece un chico formal, comedido y sereno, quién lo diría viéndole luego de corto, donde es excesivo de principio a fin y en toda la amplitud del significado. Contaba en Relevo hace pocos días Jorge C. Picón que Vinicius Junior tiene dos caras. Y en la misma sala de prensa donde se hundió hace menos de un año por culpa del racismo, mostró el reverso templado y hasta seductor desde una normalidad que le reconcilia con el mundo propio y ajeno.
Queda por ver cuál es el lado más puro. Si la careta es la que se pone para saltar al campo, la del chico bueno que creció en una favela y se transforma cuando juega, como si todos fueran una amenaza para él, poniéndose en modo el mundo o yo; o es la que se puso para salir a rueda de prensa y muestra en otros entornos, rebajando su perfil combativo para mostrarse afable, conciliador y profundamente humano y, por tanto, vulnerable.
En cualquier caso, en algo le sobra razón. "La gente se olvida de que solo tengo 24 años". El mundo del fútbol acostumbra a escudriñar a chavales que apenas han cruzado el umbral de la madurez como si fueran políticos de 50 años. No se les pasa una cuando son básicamente unos críos. Viven bajo permanente vigilancia con millones de dedos acusadores esperando un gesto. Y no es justo, porque solo son unos jóvenes creciendo bajo unas circunstancias tan favorables como perversas. Y la crítica es implacable. Cómo no se van a equivocar si además pretendemos que sean infalibles y ejemplares.
Vini, todo sea dicho, es una mina para ellos, porque se sigue enzarzando como siempre. Si no manda a una grada a segunda les recuerda el resultado. O saca brillo al parche de las 15. Por citar solo tres episodios recientes. Luego aparece con ese aplomo ante los medios y se le escucha reflexionar y parece que lleva un Modric o un Kroos dentro. "Hago muchas cosas que no debo hacer, pero en cada partido estoy mejorando y estoy más tranquilo. Así poco a poco voy a mejor. Llevo aquí mucho tiempo y aún tengo que aprender mucho y voy a seguir aprendiendo hasta el final de mi carrera". Y claro, uno ya no sabe si el Vini más real es este o el de mañana.
Lo que sí mostró en sala de prensa es que puede llegar a ser la leyenda del Madrid con la que sueña y a la que alude. Primero tiene que aceptar la oferta blanca y desechar los 1000 (ó 1500) millones de Arabia Saudí. Y luego ir corrigiendo su cara más polémica, centrándose en el juego, como le vienen pidiendo durante años entrenador y compañeros. Este lunes dio un paso en esa dirección. Antes de un derbi de fuego, fue bombero. Solo le tiró un par de dardos a los árbitros, saltando por encima de otros posibles incendios como el Balón de Oro (conciliador respecto a pelearlo en futuras ediciones) o su futuro. Ninguna sobrada ni provocación, todo lo contrario. Una rueda de prensa que hubiera firmado Benzema o Nacho, por citar dos de los últimos capitanes. Porque para serlo en un futuro, como en San Sebastián, Vini sabe lo que tiene que hacer.