El día que Chipre entró en la historia de España y el PP, el PSOE e IU pidieron la dimisión de Clemente
La derrota de España en Larnaka (3-2) se convirtió en una cuestión de estado y el clamor contra el seleccionador llegó a los partidos políticos

Sábado, 5 de septiembre de 1998. Chipre entró en la historia de España. La fecha ya quedó escrita para siempre en la memoria del fútbol patrio. Esa tarde-noche, en Larnaka, la Selección perdió 3-2. Era el primer partido, clasificatorio para la Eurocopa 2000, después del fracaso del Mundial 98 -eliminados en la liguilla de grupos- y terminó siendo el último de Javier Clemente como seleccionador. Lo que sucedió desde que acabó el partido en aquel pequeño y bacheado campo, hasta el día 10, que la Federación y el técnico llegaron a un 'acuerdo bilateral' para su adiós, merece un repaso. Nunca en el fútbol español se había vivido una situación como aquella. La actual con Luis Rubiales tiene algunos puntos en común, pero no es igual.
La destitución del técnico se convirtió en una verdadera cuestión de estado. Fueron cinco días de presión que Javier Clemente soportó estoicamente, aunque sabía perfectamente que sus horas estaban contadas y, tarde o temprano, se produciría su marcha. La afición, poco propicia a expresarse cuando se trataba de la Selección, porque España era y es un país de clubes, bajó su dedo y clamó unánimemente contra el entrenador. Pero lo peor para él fue que hasta los políticos se pusieron de acuerdo para exigir a la Federación, presidida por Ángel Villar, una destitución fulminante. Lo nunca visto. PP, PSOE e IU, las tres fuerzas vivas del panorama estatal en aquel entonces, en pie de guerra con un pensamiento único.
La Ministra Aguirre entra en acción
Esperanza Aguirre, Ministra de Educación y Cultura, presionó más que nadie a su secretario de estado, Santiago Fisas, para que tratara de convencer a Villar de que el despido de Clemente era un bien común. Solo los internacionales y el propio técnico estaban convencidos de que la derrota de Chipre no había sido una vergüenza futbolística, sobre todo por cómo se produjo. Por la impotencia mostrada sobre el terreno de juego ante un equipo menor que tenía como mejor arma, correr más que los nuestros.
La cabeza del seleccionador ya había corrido peligro después del Mundial, pero Villar se enrocó en que tenía contrato en vigor y que lo de Francia había sido un accidente. Le ratificó. Clemente, eso sí, que nunca tuvo un pelo de tonto, hizo un acto de contrición. A su manera, claro. Insinuó un cambio, tanto en el aspecto futbolístico como en sus modales ante los medios de comunicación. En una entrevista a este servidor en ABC, era rotundo. "Prometo que los jugadores y yo nos vamos a partir la cara para que la afición vuelva a disfrutar e ilusionarse con nosotros. Sigo considerando que lo que nos pasó en el Mundial no fue un fracaso, pero sí no acerté puede que yo fuese el culpable, pero tengo la conciencia perfecta. Durante el verano ha habido una unanimidad de que me tenía que marchar, pero ni yo, ni los que tenían que tomar la decisión, lo hemos considerado oportuno. Yo valoré la decisión de tanto escuchar que me tenía que ir, pero he decidido de que no me voy. Yo salgo a la calle y doy la cara. Ningún medio de comunicación acabará conmigo. Mi vida ha estado llena de éxitos y de caídas y cada vez que me he caído, me he levantado".

Cinco delanteros en Larnaka
Con ese propósito de enmienda, pero pocos cambios entre los convocados, más allá del trascendente de Zubizarreta, que decidió retirarse de la Selección y del fútbol tras el Mundial y se incorporó al organigrama federativo con un cargo sin definir en ese momento, pero que pasaba por estar muy cerca de Clemente y sus jugadores. Eso sí en su estreno en tierras chipriotas fue muy claro. "No voy a ser el freno de Clemente. Le diré las cosas como siempre se las he dicho, pero no voy a ser su controlador. Entre mis funciones no están las propias del campo, sino más en la trastienda".
La Selección se fue para Nicosia pensando que era el rival y el lugar perfecto para tomar el sol y ganar los primeros puntos en un grupo relativamente sencillo camino de la siguiente Eurocopa. En la previa, la conferencia de Prensa del técnico duró ¡dos horas! y tomó una decisión un tanto extraña: no entrenarse en el escenario del partido. La alineación del técnico resultó sorprendente. Acusado casi siempre de jugar con muchos defensas, incluso colocándolos de centrocampistas, Clemente formó un once con cinco delanteros. A la vieja usanza. Cañizares, en la puerta. Salgado, Alkorta, Nadal y Sergi, en la línea defensiva; Hierro, que llevaba dos años jugando de central en el Real Madrid, como único mediocentro y Echeberría, Raúl, Morientes, Alfonso y Luis Enrique, prácticamente como atacantes, aunque Raúl y Alfonso intentaban ser interiores..
No funcionó. Dos goles, uno al final de la primera parte y otro al comienzo de la segunda pusieron el partido patas arriba más que empinado. Tampoco los cambios y la permuta de posiciones le salieron bien al técnico. Acortó distancias Raúl, pero cayó el tercero chipriota y el último tanto de Morientes ya no sirvió para nada. La locura se desató en el estadio. Los aficionados golpeaban las cabinas de la Prensa y la Radio españoles. Nos hacía burla. Se reían de nosotros. Nunca se podían imaginar lo que acababa de suceder.
"Hemos jugado con muchos delanteros, si se repitiera el encuentro jugaría con ocho defensas"
Aunque no era fácil de explicar lo acontecido, recuerdo que intenté acabar lo antes posible la crónica. Consumada la derrota, lo más interesante era saber cómo explicaban Clemente y los jugadores la humillación recibida. El técnico se aferró a un discurso y no salía de él. "No dimito, hemos perdido ante un equipo fortísimo en ataque y muy superior físicamente. Nos han ganado bien. Han sido superiores en ritmo y velocidad". Todas sus palabras sonaban a excusas que colocaban a Chipre a la altura de Francia, la última ganadora del Mundial. "Hemos jugado con muchos delanteros, si se repitiera el encuentro jugaría con ocho defensas".
Cinco días de martirio
Por parte federativa, Villar volvió a ratificar al técnico y los ejecutivos y directivos federativos comenzaron un gabinete de crisis permanente que no finalizaría hasta que cinco días después se decidiera la destitución del entrenador. El viaje de vuelta fue duro. Por las cinco horas de vuelo y porque nadie podía conciliar el sueño. Los jugadores susurraban en pequeños grupos y los periodistas no nos atrevíamos a cruzar la línea imaginaria del centro del avión, como solíamos hacer normalmente en los vuelos de regreso para intercambiar opiniones con los protagonistas.
El domingo, día 6, también fue largo. Continuaron las reacciones contra el seleccionador que habían comenzado la noche anterior. Comienzan a sonar nombres de posiciones sustitutos: Camacho, Luis Aragonés, que estaban sin club porque no habían comenzado la temporada ni con el Real Madrid ni con el Betis y también el de Serrá Ferrer, que formaba parte del cuatro técnico del Barcelona, después de sus buenas experiencias en el Mallorca y en el Betis. Hasta los políticos, a pesar de la festividad, entraron en acción. PSOE e IU pidieron públicamente a la Ministra Esperanza Aguirre que, desde su posición, interviniera en la crisis y obligara a la Federación a la destitución fulminante. La Prensa, la generalista y la deportiva, también eran un clamor. Hasta los periodistas más adictos a Clemente, pensaban que era el momento de que se marchara.
Los jugadores siempre a su lado
Las 48 horas siguientes la virulencia generalizada se recrudeció. Clemente no se escondió. Todo lo contrario. Habló con casi todos los medios que le llamaban. "Soy pequeño, pero más fuertes que las conchas. Además soy de Bilbao y más terco que una mula". Llamó, especialmente, la atención la defensa a ultranza de sus jugadores. De su guarda pretoriana y de los que parecían menos identificados con el técnico. Se sucedieron las declaraciones a su favor. No fueron ni uno, ni dos jugadores. Fueron la mayoría. No se mordieron la lengua cuando ellos normalmente no solían entrar en estas situaciones de cambios de entrenador.

Guardiola: "Es fácil darle a Javi. ¿Los políticos? Que sepan que en dos telediarios no habrá selección". Kiko: "Ahora para los políticos es fácil atacarle. Pueden ganar votos. Pone a parir al seleccionador y todo el mundo te apoya". Alkorta: "Hay rabia. Cuantas más burradas digan los periódicos, más aguantaremos con él". Fernando Hierro: "Clemente es el cabeza de turco de la Prensa. Se falta el respeto al técnico y a los jugadores". Raúl: "El entrenador está con fuerzas y quiere seguir, los jugadores estamos con él". Morientes: "Yo quiero que siga porque confía en mi. Me gusta cómo trabaja y su forma de tratarnos". Luis Enrique: "Siempre se le ha cuestionado, pero sabemos los intereses que hay en la Prensa". Abelardo. "Puede que la gente sea tonta porque se deja influenciar. Parece que perdiéramos Gibraltar"
"Ahora para los políticos es fácil atacarle. Pueden ganar votos. Pone a parir al seleccionador y todo el mundo te apoya"
Jueves 10 de septiembre. Han pasado seis años y un día desde que Clemente llegara al cargo. 62 partidos. La cuerda no soporta más tensión. Todos tiran para el mismo lado. Gerardo González, secretario general de la Federación, llama por teléfono al técnico y le pide que viaje a Madrid lo más urgentemente posible, Está sentenciado. Viaje rápido. El discurso federativo estaba preparado, pero Clemente no cedía. Hubo que convencerle y encontrar una fórmula de salida que nadie identificara como una dimisión. Se inventaron lo del 'acuerdo bilateral'. Le quedaba hasta el año 2000 de contrato y exigió cobrar todo: 175 millones de aquellas pesetas. Lo normal cuando te echan.
Clemente se marchó matando. "Ni he dimitido, ni me han echado. Ha sido una persecución de cuchillos largos, pero no me dais miedo. Ustedes no merecen que les tenga miedo. Tengo alguna llaga en la espalda, pero espero que desaparezca en cuanto vaya a pescar. Con el salitre se cura todo. Sólo he recibido puñaladas. Si de bien nacidos es agradecidos, alguno de ustedes no debiera haber nacido. A partir de ahora, borrón y cuenta nueva para algún periodista. Espero que a partir de hoy, cuando se va el malo de la película, se apoye a la selección y lleguen los buenos resultados. Quien más pierde en esta película soy yo. Han sido seis años de la leche. Poder decir lo que uno piensa vale mucho dinero. No hay dinero en el mundo que pague poder opinar de todo el mundo y decir lo que uno quiere y contarle a la cara lo que uno piensa de una gran pluma que escribe en la prensa. No he fracasado. Yo no hubiera dimitido, pero por encima de mí están mis jugadores y el equipo nacional".
Y así se cuenta la historia de una derrota que no tuvo graves consecuencias posteriores, pero que significó una de las grandes crisis del fútbol español. La Selección, con José Antonio Camacho en el banquillo, terminó clasificándose para la Eurocopa 2000. Lo que ya era inevitable es que Chipre hubiera entrado en la historia de España y todo el sainete montado con la destitución de un técnico a quien echaron los resultados, como a tantos otros.