OPINIÓN

Los 'cholitos' traicionan al Cholo en el parque de Javi Guerra

Witsel, Oblak, Grbic, Griezmann, Riquelme, Saúl y Mario Hermoso, tras la derrota en Mestalla. /AFP
Witsel, Oblak, Grbic, Griezmann, Riquelme, Saúl y Mario Hermoso, tras la derrota en Mestalla. AFP

Pura visualización. Es imaginario, pero puede que esté sucediendo en el vestuario del Atlético en Mestalla al mismo tiempo que este texto comienza a tomar vida o, a más tardar, sucederá en el reencuentro del entrenador y sus jugadores en el Cerro del Espino cuando todos estén más calmados. Sigamos con la visualización. Han pasado apenas diez minutos del final del partido. Las camisetas verdes -¿cómo se puede pasar del rojiblanco a ese color tan indeterminado?- están muchas arrebujadas por el suelo y alguno no quiere salir de la ducha para no cruzarse la mirada con su técnico.

Los 'cholitos' deambulan con la mirada pérdida. El Cholo anda encabritado. Ese equipo, el que acaba de hacer el ridículo, no es un equipo suyo. No puede serlo. Ni por asomo. A un equipo de 'cholitos' de verdad no le pueden hacer el primer gol -Azpilicueta mira y Savic duerme-. Y ya no digamos el segundo donde quedaron retratados más de cuatro jugadores por su falta de actitud, por no meter el pie fuerte, por irse al suelo por el vuelo de una mariposa... Y qué se puede decir del tercero, donde Javi Guerra parecía un torero dando muletazos a diestro y siniestro ante la pasividad de Hermoso y Witsel y la inocencia de Javi Galán en la acción anterior.

En el Atlético de la última década, cuando llegaba un gatillazo como este de Mestalla, lo más fácil siempre era apuntar a la pizarra de Simeone. Qué si los vuelve loco con tanto cambio de sistema y de posición; que sí sus planteamientos son muy defensivos; que si desprecia el balón en favor de los espacios... Aunque en esta ocasión seguro que tuvo su parte alícuota de responsabilidad, posiblemente, haya llegado ya el momento de que el punto de mira no siempre apunte al mismo foco y afecte también a ese puñado de jugadores que sí, que son capaces de hacerle 'siete' al Rayo porque se adelantan en el marcador y juegan cuesta abajo, pero que cuando son ellos los que reciben el castigo y el campo se empina, no son capaces de ni siquiera competir.

Un día malo lo tiene cualquiera. Y dos. Y tres. Pero si se quiere competir por todo lo que se juega, no se puede defender como Savic, Witsel y Hermoso. Ni intentar ganar la posesión al ritmo de Lemar y Llorente -Barrios por lo menos no se escondió nunca-. Ni llegar arriba con cierto peligro cuando tu mejor hombre, Griezmann, desesperado porque no le llegan balones, se mete en el círculo central y se aleja 40 metros del área contraria. Al Cholo, en esta ocasión, solo se puede imputar que no acertó con los 'carrileros'. Si ya te falta Carrasco, además para siempre- no des descanso a un Molina pletórico para probar con Azpilicueta y Riquelme. Resultado: nulo juego exterior. Ni fue la primera vez, ni será la última. Es el Atlético.

Pero el partido de Mestalla tiene otra vertiente, la ofrecida por los 'niños' de Baraja y sobre todo por un jugador, Javi Guerra, que ya se antoja 'pelotero' de los buenos, como diría Cruyff. No solo fue su gol, una obra de arte por sus movimientos y dominio del espacio y el tiempo, fue por sus 95 minutos de alta intensidad. Internacional sub-21 de nuevo cuño, habrá que comenzar a seguirle los pasos. Anda sobrado de talento.

Por cómo se mueve, por su planta, puede ser mediocentro, como le coloca Baraja al lado de Pepelu. O interior de ambos carriles. '8' y '10'. Tiene detalles de Gabri Veiga cuando controla, recorta y se perfila. Cabeza alta. Dominio del cuerpo y de su altura (1.87). En su despliegue aporta remate. Un cañón en su derecha. Dos goles en lo que va de curso, aunque él puede seguir viviendo del que le marcó al Valladolid en el pasado y sirvió para la salvación de su equipo.

A falta de estrellas, entre las que se van y las que no vienen, habrá que comenzar a saborear lo que tenemos y con sus 20 años se intuye que de Javi Guerra tiene carrera por delante. De momento ha convertido a Mestalla en su parque particular donde se juega a lo que él dice. Él disfruta y los demás también.