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El Betis y la final que se juega en dos ciudades... y con la mente en las penumbras del pasado: "Vivirlo con mi padre es un sueño"

Aficionados verdiblancos se abren con Relevo en un día especial para varias generaciones. Será la más emotiva que se recuerde.

El Betis tras la última jornada de liga./RBB
El Betis tras la última jornada de liga. RBB
José Manuel Rodríguez

José Manuel Rodríguez

Cuando se dice que el Betis no es un club más... es porque no lo es. Cualquiera que haya tenido la suerte de vivir un partido, o siquiera una previa, cerquita de Heliópolis, el barrio de la alegría, lo sabe. Es consciente. Allí han sufrido mucho. Se ha llorado. De rabia. De impotencia. De temor a cosas inimaginables para una afición centenaria. Y ahora se cuentan las horas para ver la primera final europea, que se verá con los ojos y se tocará con el corazón. "Es un hito histórico", cuenta José Manuel, aficionado verdiblanco, a Relevo.

Él ha vivido todo. A sus 23 años puso rumbo a Polonia con cientos de recuerdos, la mayoría malos, en su cabeza. Ha visto al Betis en Segunda, ha aguantado la mofa constante del otro equipo de la ciudad, gigante europeo en este siglo. Pero todo ha merecido la pena. Cuando suene el silbato del bosnio Irfan Peljto, mirará a su lado y no podrá evitar la sonrisa. "Voy con mi padre. Me va a hacer muchísima ilusión porque es el que me ha metido el Betis en las venas. Llevo desde los cinco años yendo al estadio con él. Ya viví la final de la Copa del Rey con él, y vivir ahora una final europea en Polonia con él es lo más satisfactorio que podía pasarme".

Y es que, como también cuenta Paula a Relevo, "el Betis es familia". "Tenemos la suerte de poder verlo con la única persona de la que nos acordaríamos". No miento cuando afirmo que es la final más emocional que pueden ver este año. Es la Conference, la tercera competición europea, pero es un club especial. De sentimiento. De amor. De, también, odio por aquellos que mancharon un escudo que jamás debió salpicarse. Pero esos tiempos han acabado.

El viaje ha sido una travesía. Pero da exactamente igual. Era un día para estar. José Manuel entrará en el Municipal de Breslavia con su padre al lado. Un premio a toda una vida siguiendo al Betis. "Vamos cada fin de semana al campo. Lo hemos estado apoyando en las malas, y ahora en estos momentos hay que estar para darle el último empujón al equipo. Que crean que están jugando en casa. Aunque estén a más de 2.000 kilómetros del Villamarín, queremos que ruja como lo hace en Heliópolis".

Y rugirá. Pero no sólo Breslavia, que ya está inundada de 15.000 béticos locos por la Conference. No. También lo hará en el Benito Villamarín. La despedida soñada al estadio que lo vio todo. La casa de los verdiblancos estará llena para seguir la gran final a través de pantallas. Van a llenar dos campos de fútbol. Vuelvo a decirlo: no miento cuando afirmo que es la final más emocional que pueden ver.

"Más que nervios... es una ilusión enorme", cuenta Paula. Es indescriptible lo que se siente por las calles de Sevilla. A miles de kilómetros, pero sintiendo muy cerca a los suyos. La final que se jugará en dos estadios. Con la confianza de un equipo comandado por Isco Alarcón. Con los nervios de la primera vez. Pero con la fuerza que da un pasado complicado. "Es un orgullo muy grande. De ver al equipo durante tantísimos años sufriendo, en Segunda y peleando por no descender. Viendo cómo ha crecido poco a poco el club hasta llegar a una final... es un hito histórico".

Porque esta noche, a las 21:00 horas (Movistar Plus+ y M+ Liga de Campeones), el Betis de Manuel Pellegrini no saltará solo al césped de Breslavia. Lo hará con más de diez mil gargantas rugiendo. Pero también con el aliento de decenas de miles de verdiblancos que empujarán desde el Benito Villamarín. La final que se juega en dos ciudades. Conectadas por el vaso comunicante del amor a un escudo centenario. De unos colores que su afición se encargó de mantener intactos. Recordarán aquellos partidos en Salamanca o en Burgos. Por los destierros a Huelva o Málaga. Por toda una vida de sufrimiento. Por tocar la gloria... y llorar, esta vez sí, de felicidad. Disfrútenla.