OPINIÓN

Si el Barça quiere ganar títulos debe dejar de ser el Barça

El Barça, después de recibir uno de los goles del Atlético. /EFE
El Barça, después de recibir uno de los goles del Atlético. EFE

Fíjense y lo entenderán. En esa celebración está todo. Los sueños de un niño que todavía lo es y sueña despierto sin saberlo, la fuerza de todos quienes no llegaron pero quisieron, con todo, estar ahí donde Cubarsí se besaba aquello que es y será durante toda una vida; un culer que entiende lo que le ha tocado como un destino universal. Si el Barça es algo visible y palpable, es esta celebración de Cubarsí con Lamine Yamal, una complicidad que significa Masia y legado.

Una vez instalado en la élite, donde nada es lo que parece, ni los fans son simples fans, ni ganar es ganar, ni siquiera el fútbol es el fútbol, pocas cosas tienen más valor, uno de más genuino, que el simple hecho de generar sentimiento de pertenencia a algo, de hacer sentir. De tanto que se ha alejado al aficionado del verdadero tesoro, a veces olvidamos que lo que nos une a esto es la pasión, y hacía años, ya demasiados, que el culer no sentía en el estómago aquello que solo se siente una o dos veces en la vida. ¿Estoy enamorado? Quizás. Nunca es tarde, y menos cuando el Barça, tan grande como ciclotímico, se entesta en enseñarle al mundo lo bonito que es volver a creer en el amor. Aún empatando, uno siente cosas.

Flick sobre el ritmo del partido. RFEF

Los primeros minutos fueron impropios de este equipo, como si algo hubiese poseído el espíritu impecable de los de Flick invocando Barças de antaño. Errores de concentración, fallos en cadena y la sensación de que el equipo seguía anclado al 1-2 de Montjuíc de dos meses atrás, un lapso temporal que conectaba ambos partidos y que terminó por reconectarlos en los últimos minutos, dejando el Barça de sentir el juego de la forma en la que lo hacía y sucumbiendo a la profundidad de plantilla casi infinita de este Atlético, capaz de meter a muchos jugadores diferentes y valiosos, una exigencia demasiado grande para un Barça que, sin Pedri, no supo cómo pensar.

Será porque el canario es el lenguaje de este Barça. A medida que iba interviniendo y sumando pases el equipo mejoraba, creciendo en un éxtasis colectivo que amenazaba con el 5-2 definitivo. Pedri robó, acunó nuevas palabras a medida que cada contacto partía al Atleti de Simeone en dos. Sin él, y con un Barça que pensaba más en correr que en juntarse, los de Simeone empezaron a crecer y a sentir una confianza que los dementores Pedri y Lamine Yamal le habían usurpado, y es que no hay secreto que el talento no desvele, y sin ese talento presente, el rival se creció.

El Barça de Flick es tan fiel a su idea que incluso con 4-3 en el minuto 94, donde el resto irían a guardar la ropa para proteger un resultado espectacular, tiró el fuera de juego como si sus defensas tuviesen la misma frescura que en el minuto 7. Cometió el error Koundé, que resbaló al mirar la pelota y no al atacante, y el Barça murió a su manera. Es poético y loable, pero para ganar los títulos a veces hay que ser más flexible y menos tú, aunque solo sean dos minutos, para negarle al rival lo que busca. Por eso en la Supercopa o ante el Sevilla, con 10 jugadores, el Barça defendió mejor que nunca. Este Barça lo puede ganar todo y, a la vez, puede perderlo en un momento. Es un partido que sirve de espejo para lo que eres y querrás ser.