El Barça en el Bernabéu: ¿Por qué imponer vergüenza donde hay dignidad?
Hay victorias que rápidamente hay quienes se entestan en quitarles color, en vandalizar algo que es puramente deportivo. Después de que el Barça asaltase el Bernabéu sin cuatro de sus mejores jugadores, tras dos derrotas dolorosas y con muchos augurando un golpe decisivo sobre las dudas azulgranas, el triunfo de los de Xavi se lee por muchos como algo impúdico, como si en vez de ganar dejando a su rival con 0 disparos a puerta hubiese robado una chocolatina del supermercado con las miradas de la gente sobre él. ¿Por qué querer imponer vergüenza donde hay dignidad?
Algo que parece no entenderse es que una cosa es el relato y otra bien distinta el juego. Dos vasos comunicantes que laten de forma paralela pero que son, en esencia, dos mundos distintos. Lo que uno dice refuerza una identidad colectiva, un mensaje que sirve para reforzar una idiosnicrasia y atar tu presente con tu pasado. Todos hacemos esto en nuestras vidas y no hay nada más hipócrita que negarlo y vestir de desvergüenza aquello que es humano. Porque Xavi sabe que una cosa es lo que persigues y la otra las circunstancias, aquellos partidos llenos de barro en los que sobrevivir te permite luego dar un pasito más. No hay incongruencia entre defender un fútbol combinativo, una tradición concreta, y el ganar de otra forma cuando el contexto te empuja a ello.
El Barça llevaba años, demasiados ya como para llevar la cuenta, hundido en sus propias fauces. Vendía algo que ya solo era un placebo blandito de tan masticado, un discurso que se creía a pies juntillas pero que no predicaba. El Barça era un cuarentón divorciado que se narra su vida como si tuviese 20 años mientras Europa le iba destapando su verdadera realidad, la dolorosa. Hace apenas dos meses este mismo equipo abrasó a los blancos en una final de tú a tú. Escondió la pelota, disfrutó y reconectó su cuerpo con un pasado glorioso. Analizar el partido de Copa sin atender al contexto y sin ver la evolución competitiva de un equipo que hace poco se caía al primer soplo de viento es manosear el partido.
Lo de Xavi en el Bernabéu debe leerse como la imagen de un equipo que gana en el campo en el que más ha disfrutado de una forma que esta generación todavía no había presenciado, como si encontrase una pieza del puzzle perdida. Pocas cosas menos nobles en el fútbol que las de imponer al rival una forma de digerir sus éxitos y fracasos, cuestionar cada celebración y medir cada disgusto y triunfo como si a uno le perteneciese lo ajeno. Quien lee un partido como si fuese una tendencia, quien traslada contextos muy marcados a un discurso global solo quiere, en el fondo, tener la razón.
Había mucha gente que llevaba una década esperando no que su equipo ganase, sino que perdiese de esta forma para trasladar el velo de lo inmerecido al contrario, como un fardo muy pesado. Es tarea del FC Barcelona mirarlo con indiferencia.