El dependiente de Cortefiel que auxilió a una estrella del Celta y se metió en su círculo privado: "Celebraba el sabbat con Míchel Salgado, Karpin y Mostovoi"
Carlos Sánchez apareció como un milagro en la vida de Haim Revivo cuando llegó a Vigo, en 1996. Todo comenzó con unos pantalones...

Más que una anécdota que propició una amistad, lo que a continuación se expondrá bien pudo ser una de esas historias que nacen en la cabeza angustiada de un guionista y acaban en película de sobremesa. El argumento sería el siguiente. El dependiente de una tienda de moda inicia su jornada laboral como acostumbra. El día no pinta muy distinto a los ya vividos antes, entre camisas, cintas métricas y trajes. Sin grandes emociones que merezcan ser contadas a la familia. Pero una mañana del verano de 1996 ocurre algo inesperado que le cambiará la vida. A su establecimiento entra la gran estrella extranjera que ha fichado el equipo de fútbol de la ciudad. Una serie de circunstancias provocan que el trabajador textil acabe convirtiéndose en ángel de la guarda de un futbolista que cristalizó en leyenda. Hoy, 30 años después, están separados por 5.800 kilómetros de distancia y mantienen atados sus lazos. Así se escribiría, con trazo grueso, la sinopsis de lo que le sucedió a Carlos Sánchez con Haim Revivo, el crack israelí, una de las mejores zurdas que ha derretido a Balaídos. Ahora, lo desmenuza en Relevo.
"Yo soy del Celta de toda la vida, de pequeñito era socio y acompañaba a mi padre a los partidos. Entonces, imagínate lo que para mí fue aquel día", se arranca Carlos, con el mismo entusiasmo que derrochan los cuentacuentos, antes de detallar casi en una escaleta cómo sucedió la escena que le abrió las puertas para conocer el lado más privado del fútbol: "Trabajaba en el Cortefiel que estaba en la calle Príncipe, la vía más céntrica de Vigo. Era una tienda de unas dimensiones importantes y referente en la ciudad y en toda Galicia. Y una mañana veo que entra Haim Revivo. Le acababa de fichar el Celta. Supe quién era de haberlo visto en pretemporada. Me acuerdo incluso de la hora. Fue hacia la una y media del mediodía. Entró, se dirigió a la zona de los pantalones y yo, al reconocerlo, me acerqué y lo saludé. Vi que le costaba comunicarse porque era recién llegado, no conocía a nadie y no sabía el idioma. Y yo con el inglés me manejaba. Le pregunté por la talla que necesitaba, se probó los pantalones y, como era la hora del cierre, me dijo que le apartara todo lo que había visto, que por la tarde volvería para verlo con más calma. Regresó en la apertura, a las cuatro y media, compró más artículos, incluso le hice la tarjeta de fidelización. Al irse me dio su número de teléfono. "Llámame y te dejo dos entradas para el partido del domingo", me dijo. Y a partir de ahí...".
A partir de ahí, la relación fue conectando como los dientes de un engranaje. Porque cuando uno llega a un país desconocido, necesita lazarillos. Carlos se convirtió en el de Revivo. Le allanó caminos, le asesoró en asuntos bancarios, médicos, gastronómicos. "Fue como si viera a un ángel", reconoció hace poco el israelí en un podcast de su país. Cuando le preguntan por sus inicios en Vigo, siempre le tiene en la boca. "Temía cómo iba a vivir en España, sobre todo por no conocer el idioma, aparte de que tenía un hijo de dos meses. Llegaba por primera vez al país y creí que iba a ser más difícil. Pero la gente me ayudó y me lo puso fácil. Horacio Gómez, el presidente, me dejó el coche de su hija y conocí a un amigo, Carlos Sánchez, que me ayudó a comunicarme. Casi nadie sabía inglés", manifestó a La Voz de Galicia en una entrevista en 2016.

"Lo acompañaba siempre, tanto a él como a su mujer Sagit, y a su hijo. Por ejemplo, cuando el Celta viajaba, mi pareja y yo nos íbamos a su casa y nos quedábamos a dormir con ellos para que no estuvieran solos. Me convertí casi en una especie de guía en todo. Y lo hice sin intención de entrar en un círculo tan íntimo. No se me pasaba por la imaginación que de aquello surgiera esta amistad tan fuerte. Yo sólo quise ayudarle con el tema del castellano porque en Vigo casi nadie hablaba inglés y era una barrera importantísima. Él, por su parte, tal vez viera en mí a alguien de confianza", rememora.
"Al poco de fichar entró en la tienda buscando unos pantalones. Vi que le costaba comunicarse, no sabía el idioma y yo con el inglés me manejaba. A partir de ahí me convertí casi en su guía"
Y en un pestañeo, Carlos se vio dentro del círculo más reservado de uno de los mejores futbolistas de la historia del Celta, acudiendo a su casa casi una vez a la semana para compartir mesa y mantel. Tal era la naturaleza del vínculo, que Revivo le invitó en más de una ocasión a celebrar junto a su familia el sabbat, la fiesta del viernes marcada en la tradición judía. No es frecuente que se abra este tipo de eventos a personas que no profesan la misma religión, pero Revivo lo hizo. "No tengo por qué mentir", sale al paso para borrar sospechas. "No es que estuviera con él todos los días, pero bueno, a lo mejor él salía de entrenar y se pasaba por Cortefiel, nos íbamos a comer o a cenar. El viernes para ellos es muy especial y también me invitaba. Coincidía con su mujer, su familia, y a medida que él iba teniendo relación con los compañeros de vestuario, pues también con ellos. Invitaba a Karpin, Míchel Salgado, Mostovoi, Patxi Salinas... Y cenábamos todos juntos".
En aquel Celta, al que algunos llegaron a apodar La máquina, primero con Irureta y después con Víctor Fernández en el banquillo, convivían rusos, españoles, brasileños, franceses, bosnios. Un crisol de culturas y religiones que maridaban a la perfección gracias a una tolerancia constante a las costumbres. "En esas cenas sólo había que respetar el ritual que ellos hacen. Era muy curioso. Yo ya tenía un poco de experiencia, pero cuando llegaron los Karpin o Salgado, al principio imagínate (risas). Se sorprendían por esa manera peculiar de preparar la cena. Nos colocábamos la kipá, ese gorro pequeño que marca el respeto de los hombres a Dios. Luego se rezaba una oración, se repartía el pan, bebía un sorbo de vino cada componente de la mesa y a partir de ahí se desarrollaba con normalidad. Sagit era una cocinera maravillosa y preparaba unas comidas... Me encantaba su hummus", profundiza Carlos.
"Cuando apareció Carlos fue como si viera a un ángel"
Revivo cumplía a rajatabla con todos los hábitos judíos. No se salía de los márgenes. En el recuerdo está aquel Celta-Betis de 1996 al que cambiaron el horario por ese motivo. Tenía que cumplir con el Yom Kipur o Día del Perdón, penitencia judía que le obligaba a guardar 25 horas de recogimiento. Y éste comenzaba a las 19:30, media hora antes del encuentro. El delantero contaba con una cláusula en su contrato por la cual el club estaba obligado a respetar esta práctica. Pero el partido contra el Betis estaba fijado para las 20:00, con Revivo como titular. El Celta llevó a cabo intensas gestiones para congeniar la práctica futbolística con la religiosa. Hasta consultó a un rabino de Madrid. La solución fue adelantar el partido a las 18:00...
El relato de Carlos suena a aventuras de un tiempo dorado para los nostálgicos del fútbol de los noventa, en el que no existían asesores de imagen, diques comunicacionales y el trato con la estrella era casi de piel con piel. Es el fútbol de los que odian el fútbol moderno, el que permitía a un futbolista subirse la camiseta para celebrar un gol y que dejara a la vista de todos una dedicatoria amorosa, fraternal o de agradecimiento. Como lo que hizo el propio Revivo en un Celta-Barça. El israelí marcó un tanto en el triunfo vigués (3-1) y se levantó la celeste. "Lo + Revigo", rezaba el mensaje. Un texto y una prenda ideada por Carlos Sánchez.
"Junto con mi hermano fundé la peña Lo + ReVigo, haciendo el juego de palabras con su nombre y la sección de El Día Después de Canal+ (Lo Replus). Y se me ocurrió hacerle esa camiseta para el partido ante el Barça, le puse la bandera de Vigo y todo en el dibujo. Se la entregué para que le diera suerte y mira por dónde. Yo estaba en el palco junto al seleccionador de Israel, que había ido esa tarde a Balaídos. Marcó de cabeza, se levantó la camiseta, se giró donde estábamos nosotros y nos señaló. Aún me emociono al recordarlo", dice. La peña, por cierto, se extinguió en el mismo minuto que Revivo dejó el Celta para jugar en el Fenerbahçe turco.
La salida del israelí cortó a la agrupación pero no el cordón umbilical que mantiene conectado a Carlos con el Celta. Aún conserva el contacto con los jugadores de aquel equipo dorado que se divirtió en la Copa de la UEFA ("Haim, Karpin, Giovanella… cada vez que vienen intentamos vernos") y hasta colaboró con el club. Lo hizo en 2023 con Crocquer, la firma de moda en la que trabaja ahora y es uno de los pilares. El año pasado, con motivo del centenario, vistió al equipo y fue como si cerrara un círculo: "Supuso un reencuentro muy bonito, después de tantos años del cambio de empresa, acabar en el Celta fue como una señal del destino, volver a estar rodeado de gente del vestuario. Ahora me viene a la cabeza Iago Aspas. Cuando se le tomó medidas, era un espectáculo; decía que está guapo con lo que le pongan".
Su relación con Míchel y el 'fichaje' como espía del Rayo
El filme de Carlos Sánchez con el Celta y Revivo, como ven, ha sido entretenido. Pero aún habría tiempo para grabar una segunda parte que, como en algunas sagas, viajaría al inicio de todo, al primer contacto de este amante de la moda con un futbolista.
1992. José Miguel González Martín del Campo, Míchel. La Quinta del Buitre daba sus últimos coletazos de gloria en el Real Madrid pero había dejado una estela de brillo y veneración que enganchó a mucha chavalería ansiosa de aire fresco. El integrante con el 8 en la espalda y una derecha de quilates llamó la atención de un joven Carlos Sánchez, enfermo del Celta pero gustoso del buen fútbol: "Me parecía un tío con una calidad desbordante, una clase espectacular. Yo, por entonces, tenía la ilusión de conocerle. Y coincidió que en agosto del 92 vino a jugar un trofeo Ciudad de Vigo. Me acerqué al hotel y le dejé una tarjeta mía. Pues horas después apareció por la tienda. Imagínate mis compañeras (risas). Nos saludamos y le dije que si nos podíamos sacar luego unas fotos con mi pareja y el niño. Accedió de mil amores y a partir de ahí mantuvimos contacto. Su padre me mandó una camiseta, cuando me desplazaba a Madrid siempre me daba entradas, un día que estaba yo en Israel con Revivo nos vimos en un partido de la Selección cuando él era comentarista de Televisión Española…".
En 1992 conoció a Míchel, mantuvieron la amistad y en 2005 acabó haciéndole informes de equipos gallegos para su Rayo
Hasta ahí, todo entra dentro de los cauces de la normalidad, que dirían los clásicos. Pero, como han podido leer, en la vida de este hombre siempre hay algún giro inesperado. Con Míchel también sucedió. Cuando el madridista comenzó como entrenador en el Rayo Vallecano, entonces en Segunda B (2005-06), le tocó en una eliminatoria de Copa del Rey contra el Rápido de Bouzas. "Como es un equipo de Vigo, yo le mandé un mensaje diciéndole que si quería le daba una pincelada sobre el equipo, porque lo tenía muy a mano. Al llegar a la ciudad, quedamos a tomar un café, estuvimos charlando y le hice un pequeño informe", revela. El Rayo superó la eliminatoria y a Carlos se le abrió una nueva vía laboral: "Míchel me llama un día y me dice: 'Estuve hablando en el club. Como en la Liga nos ha tocado el grupo de Galicia, que tenemos cuatro o cinco rivales por tu zona, no sé si te interesa que colabores haciéndonos informes de los equipos rivales'. ¡Cómo voy a decir que no a esto! Accedí. Les mandé información del Celta B, del Pontevedra, del Ourense... ", invoca.
Míchel, sin embargo, no logró el objetivo del ascenso. Se marchó del Rayo y fue asfaltando una carrera en los banquillos que, de momento, tiene su última parada en el Al-Qadsiah de Arabia Saudí. En todo este tiempo, como le pasó con Revivo, Carlos Sánchez custodió esta amistad. Así era el fútbol de antes, con menos trabas, más auténtico. Donde una tarjeta te acercaba al ídolo, donde el ídolo se acercaba a ti a pedirte unos pantalones.