OPINIÓN

Lamine Yamal es el mejor jugador del mundo

Lamine celebra su gol al Betis. /AFP
Lamine celebra su gol al Betis. AFP

Al final solo queda una verdad. Y la que nuestro fútbol nos dice cada vez con más seguridad, por pura incontinencia, es que Lamine Yamal es el mejor futbolista del planeta por mucho que nos de apuro asumir tal etiqueta, grandilocuente y con una carga simbólica enorme, con un crío de 17 años que ha irrumpido en la élite como lo hacen los movimientos que vienen para cambiar el curso de la historia. El fútbol era una cosa antes de Lamine y es otra, más bonita, tras su nacimiento. Nadie juega y siente este juego como él, nadie lo imagina en su totalidad y, aprendemos, que nadie tendrá el poder que este chico en un futuro cercano. No por algo Jamal, en árabe, es belleza.

Si el Barça solo tuviese a Lamine sería la hostia. Pero resulta que el equipo de Hansi Flick tiene en sus filas a un central de 17 años, coetáneo de Yamal, que lidera una zaga como quien se toma un café, con un sentido táctico impensable en un menor de edad, que conoce ya todos los secretos de una posición tan poco agradecida. Pero es que además el culer ve como en sus ojos ha estallado Pedri, un centrocampista que ya nació viejo en su conocimiento del juego. Como si el fútbol le debiese al aficionado azulgrana un regalo en forma de un enorme capital futbolístico por tantos años desangrándose por Europa, de fichajes inauditos y una cantera tantos años abandonada.

Hansi Flick sobre si Lamine es el mejor del mundo.

El Betis solo pudo asistir a una función en la que no tuvo voz. Habrá tiempo para comprobar qué impacto tuvo la Supercopa conquistada en Arabia en el transcurso de la temporada, pero en el corto plazo hemos asistido al que quizás ha sido el mejor partido del curso, y eso que el Barça se está acostumbrando a sumar este particular trofeo cada pocos días. Sorprendió Flick con Olmo de falso 9, y esto fue lo único que fue falso, porque el fútbol de Dani es verdadero. Cuando el Barça juntó a Gavi, Pedri, Olmo, a un recuperado De Jong y a Lamine Yamal, el partido pareció plegarse ante este ramillete de pies rápidos y precisos, de mentes afiladas que entendían que para aplastar había que tocar, que para hundir había que juntarse. Si esto es el fútbol alemán, denme dos tazas.

Nada de este juego tendría sentido si no fuese Lamine Yamal quien lo define. Si otros lo perfilan y dibujan las frases, es Yamal quien escribe siempre la última frase y elige dónde va cada signo de puntuación. Quizás el mejor talento que tiene el catalán es el de inventar, como si su fútbol tuviese lugar en una batalla de gallos eterna en la que él siempre tuviese la réplica perfecta. Desarmar a Lamine Yamal es una idea absurda. Empieza a negarse algo que en los otros es una realidad. Su talento desmiente cualquier atadura previa. Se podría decir que el Barça de Flick es lo que Lamine sueña mientras el resto piensa. Si esto fuese Origen no habría forma de robarle ninguna idea a quien con 17 años ya empieza a agotar calificativos.