COPA LIBERTADORES

Boca y Riquelme quieren cerrar el círculo mientras Marcelo buscará su gloria particular

El próximo 4 de noviembre Boca visitará Maracaná para jugar su 12ª final de Copa Libertadores contra un Fluminense que se quiere estrenar en su casa.

Pol Fernández, autor del último gol de Boca en los penaltis. /EFE
Pol Fernández, autor del último gol de Boca en los penaltis. EFE
Marcos Durán

Marcos Durán

La historia de Boca en Brasil ha tenido un nuevo capítulo. Otra vez contra Palmeiras, como en el año 2000, con el 2001, como en el 2018. El equipo argentino le ganó por cuarta vez una serie directa a los brasileños, que cada vez que ven la camiseta azul y oro, tiemblan. Ayer, en el Allianz Parque de Sao Paulo, de césped artificial y con todo en contra, Boca demostró por qué es uno de los equipos más grandes del continente, por qué llegó a 12 finales de Copa Libertadores y por qué está a un partido de ganar la séptima Copa de su historia e igualar a Independiente.

¿Hay alguna razón empírico-futbolística? Sí, las habrá. Pero las razones para entender un Boca finalista de la Copa Libertadores en 2023 van más allá de eso. Porque Boca llega a la final del Maracaná tras seis empates en seis partidos, ganando las tres series por penales (en Sudamérica no se juegan prórrogas en estas fases) y con un héroe indiscutible, Sergio 'Chiquito' Romero.

Entender al Boca finalista viendo al Boca que juega el campeonato doméstico es imposible. Son dos equipos distintos, uno en el fútbol argentino y otro cuando juega recorriendo el continente. ¿Boca es justo finalista? Sí, por supuesto. Porque en los seis partidos que jugó, solo fue inferior en pasajes del partido en Montevideo contra Nacional, mientras que contra Racing y Palmeiras jugó mejor que ellos. Sí, jugó mejor, aunque eso no quiere decir que Boca juegue lindo, porque no es así.

En Brasil, Palmeiras respetó a Boca, que ya en la ida de La Bombonera había demostrado que podía haber sacado ventaja. El 4-4-2 planteado por Almirón fue bueno, aunque el técnico después se equivocó no solo una vez y el equipo lo pudo haber pagado. Cavani y Merentiel, los delanteros uruguayos del Xeneize, eran los primeros defensas del equipo y fueron los que cocinaron el gol de Boca. El exjugador del Valencia remató un centro raso del exjugador de Palmeiras, que demostraba que quería revancha ante su público.

A partir del gol, Boca siguió a lo suyo: defendía pero seguía atacando jugando de contra. Palmeiras no sabía cómo hacer para crear peligro. El segundo tiempo comenzó igual pero llegó una decisión de Almirón que cambia el rumbo del encuentro. Abel Ferreira ya había dado ingreso a Endrick, que jugaba por la derecha y el técnico argentino metió a Valdez (otro central) para quitar a Merentiel: automáticamente Boca dio tres pasos atrás y minutos después, Marcos Rojo se fue expulsado por doble amarilla.

Ahí empezaba otro partido y el exentrenador del Elche metía al último central que tenía en el banquillo para quitar a uno de sus mejores jugadores, Valentín Barco. Ahora sí el plan era defender todo, pero quedaban 30 minutos más el descuento. Boca lo pudo hacer, aguantó, con la figura de Sergio Romero agigantada, que paró todo menos el disparo de Piquerez. Entonces llegaron los penaltis y se volvió a convertir en héroe, parando dos, el primero tras el error de Cavani, para sostener a su equipo. 12 penaltis parados de 23 ejecutados desde que llegó a Boca, más del 50%, números totalmente locos para un guardameta. Y Boca, entonces, volvió a conquistar Brasil.

Romero celebra uno de los penaltis parados.  EFE
Romero celebra uno de los penaltis parados. EFE

Brasil, segunda parte; Fluminense, segunda oportunidad

Pero si el club quiere ganar la séptima Copa Libertadores y finalizar con su obsesión, lo tendrá que hacer de visitante contra Fluminense. Sí, en Río de Janeiro, en una final a partido único contra uno de los equipos que hace de local en el Maracaná. El destino es caprichoso y así se ha dado.

Será la segunda final de Copa Libertadores para Fluminense. La primera fue en el año 2008 tras ganarle, casualmente, a Boca en semifinales. En aquella definición, perdió en penaltis contra el Liga de Quito de Bauza también en el Maracaná. El próximo 4 de noviembre jugará su segunda final y querrá ganar la máxima competición internacional por primera vez en su carrera, algo que le serviría para enfrentarse cara a cara a su máximo rival, Flamengo.

En ese Fluminense hay un futbolista muy especial: Marcelo. El exjugador del Real Madrid lo ha ganado todo con su club, varias Champions League, varias ligas, mundiales de clubes, Copa del Rey, todo, todo, todo. Pero le falta la Copa Libertadores y rechazó ofertas de Arabia Saudí o de Estados Unidos para esto, para conseguir la gloria eterna. Acompañado por otros como Felipe Melo (que merecería artículo aparte), André, Ganso, Keno, Kennedy o Germán Cano, el equipo dirigido por Fernando Diniz (que además tendrá que pensar en las Eliminatorias con Brasil), es el máximo favorito para la final del próximo 4 de noviembre.

Riquelme quiere cerrar el círculo

Juan Román Riquelme es el jugador más importante de la historia de Boca, de eso no hay dudas. Fue campeón de Argentina, América y del Mundo, capitaneando en muchas ocasiones al club, dándole asistencias y goles importantes. Desde hacer varios años, es parte de la directiva y ejerce como vicepresidente y encargado del Consejo del Fútbol.

Los jugadores celebrando en el Allianz Parque.  EFE
Los jugadores celebrando en el Allianz Parque. EFE

Ahora, cuatro años después de su llegada (y con elecciones en las que se podría presentar a presidente a la vuelta de la esquina), quiere volver a darle la gloria a su gente con una nueva Copa Libertadores. Los hinchas cantan: "La Copa Libertadores es mi obsesión...". Este canto no es en vano y Riquelme lo sabe. Como futbolista, lo consiguió. Como directivo, lo quiere conseguir. Entrar en la historia está a 90 minutos, una posible prórroga (en la final sí hay) y los penaltis si los hubiera. Boca sueña, Riquelme también.