FÚTBOL

"Ahora vivo en Angola y vendo madera": la vida del portero que encajó el primer gol de Cristiano

Después del primer tanto del portugués con el Al Nassr, Relevo contacta con João Ricardo, exportero del Moreirense. Con él empezó todo.

Joao Ricardo posa en su almacén de maderas de Luanda. /
Joao Ricardo posa en su almacén de maderas de Luanda.
Sergio Gómez

Sergio Gómez

João Ricardo Pereira Batalha tiene ahora 53 años. Con 32 un cruce de caminos alteró el curso de su vida. Como sucede con los cambios profundos, a aquello le dio la importancia justa, la que le atribuía siempre a las derrotas. Sin embargo, después nada fue igual. "Siempre estaré ligado a él", confiesa. Detrás de ese él, verbalizado con una nostalgia que contiene trazas de resignación, está Cristiano Ronaldo.

El vínculo entre ambos se soldó el 7 de octubre de 2002, en Alvalade. João Ricardo comenzó aquella noche con la misión de que el Moreirense, su equipo, sobreviviera al Sporting de Portugal. Y la acabó con la sensación de que había visto en primera fila el despertar de una estrella: él fue el portero al que Cristiano le marcó su primer gol como profesional. 7.424 días después, sus biografías se presentan opuestas. El niño de 17 años conquistó cinco Balones de Oro, se convirtió en leyenda en el Real Madrid y apura su carrera ahora en Arabia, donde ya ha marcado su primer gol oficial con el Al Nassr (2-2 ante el Al-Fateh). El guardameta estaba en su crepúsculo y se retiró en 2008. "Ahora vivo en Angola y vendo madera", dice antes de recordar ese partido y hacer un barrido a toda su trayectoria.

João Ricardo atiende a Relevo por teléfono desde su puesto de trabajo, una oficina ubicada en el interior de un amplio almacén en el que se acumulan tablones, placas y puertas. Está en Luanda. Él nació en Angola, tierra de su madre, pero el estallido de la guerra civil (1975) obligó a la familia a emigrar e instalarse en Portugal, país de su padre. En las calles de Leiria tuvo su primer contacto con el fútbol. Lo suyo no fue amor a primera vista. Escuchándole, se podría convenir que ni siquiera fue amor, sólo pasatiempo. "Puede quedar mal decir esto, pero mi sueño nunca fue ser futbolista. Después las cosas pasaron. Yo jugaba en la escuela, en la calle… Cuando subí de categoría júnior a sénior ya tuve opciones de ir a un equipo profesional, pero no me sentía cómodo. Había que salir de casa de los padres, tenía una vida confortable… Después de mucha insistencia, porque fui casi obligado, decidí empezar en serio", apunta.

«Los comienzos fueron muy difíciles, no me trataron bien...»

João Ricardo es un tipo risueño y no necesita embellecer el pasado para contar una versión mejorada de su carrera. Es sincero a la hora de definirse. "Siempre fui portero. Tenía algo de rapidez, algo de reflejos, pero…", reconoce. Además, tampoco era un jugador que luciera gran estatura para el puesto. Medía 1,80 metros. Un pequeño escollo que salvó gracias a sus años como jugador de baloncesto: "Me atribuyó ciertas virtudes para el puesto, como la elasticidad o la potencia en el salto".

El fútbol profesional le recibió con mala cara. Su primer año en el Académico Viseu, en 1993, reunió los peores factores para convencerse de que estaba en el camino correcto. "Fue muy difícil. Fui a una ciudad que no me decía nada, no tenía referencias del equipo… Mire, le contaré una anécdota que refleja mi situación. A mitad de temporada el equipo no ganaba a nadie y estaba en posición de descenso. Un día el entrenador juntó a los jugadores a su alrededor. Y fue uno a uno: 'Tú estás aquí porque yo te elegí, fui a buscarte'; 'Tú estás aquí por la directiva, yo no quería pero ellos sí'… Y cuando llegó a mí me dijo: 'Yo no sé quién eres ni en qué posición juegas, así que no juegas'. Fue una decepción enorme, un tránsito complicado, no me trataron bien y no estaba acostumbrado".

João Ricardo, con la selección de Angola.
João Ricardo, con la selección de Angola.

El Académico Viseu acabó descendiendo, destituyeron al entrenador y el cambio le dio la vida. El nuevo técnico, João Cavaleiro, apostó por él, jugó toda la temporada y acabaron ascendiendo. Aquel éxito le hizo quedarse cuatro temporadas más, ser convocado con la selección de Angola durante la clasificación para el Mundial de 1998 (finalmente fue Camerún la que viajó a Francia) y asfaltar su carrera hasta llegar al Moreirense en 2000. Fichó con 31 años. "En el primer año salimos campeones de Segunda. En el segundo seguí como titular y ahí fue cuando encajé el primer gol profesional de Cristiano. Luego también me haría el segundo (risas)…".

Fue el 7 de octubre de 2002, en la sexta jornada de la liga portuguesa. El Sporting de Portugal había arrancado la temporada en frío (sólo dos victorias en cinco partidos) y se enfrentaba al Moreirense, que había perdido los cuatro primeros encuentros. Nadie hablaba de Cristiano Ronaldo. El foco estaba en Mario Jardel, líder de los lisboetas, y en el joven Ricardo Quaresma, que era una sensación. No obstante, la exigida situación del Sporting llevó al entrenador, Boloni, a alinear un once muy ofensivo con los niños Quaresma y Cristiano en las bandas, además de Jardel y Kutuzov en la vanguardia. A la media hora de partido, Kutuzov marcó el 1-0. Cuatro minutos después, comenzó todo. João Ricardo no necesita ver vídeos para narrar la jugada. Se la han recordado tantas veces que forma parte de su sombra.

"Coge el balón cerca del centro del campo, arranca en velocidad, pasa entre dos o tres compañeros y llega hasta mí. Yo salgo a hacer un amago y me lanzo, pero entonces él me pica la pelota. Tanto mis compañeros como yo nos quedamos asombrados. No pudimos hacer nada. Mi reacción fue de frustración, no me gustaba recibir goles como este. Cuando un jugador coge el balón en el medio del campo ha tenido que pasar por dos o tres jugadores. Alguien podría haberle hecho una falta u otra cosa", se lamenta. El segundo gol fue un presagio de lo que sería su juego aéreo: remató de cabeza una falta lateral.

Aquel prometedor Cristiano que se descubrió ante el mundo era muy delgado, casi desgarbado en la carrera, con el '28' a la espalda y acomodado en la banda. Distinto al futbolista hercúleo en el que se convirtió. El hambre y el veneno, en cambio, siempre estuvieron dentro del frasco. "A esas alturas mostraba una actitud muy fuerte, ese lado irreverente que todavía hoy continúa. Ya gritaba por tener oportunidades. Cristiano se creía mejor que Quaresma y por eso él reclamaba también su lugar, algo típico de su carácter. Parece ahora alguien prepotente, arrogante, pero él en aquella época ya tenía ese carácter. Reclamaba su puesto, se creía con capacidad y valor para poder jugar en aquel equipo y lo demostró en aquel partido. Nunca fue rebelde sino que era muy firme en sus convicciones. Siempre quiso ser el mejor y lo consiguió. Por eso es la mayor figura de Portugal", dice João Ricardo, quien destila admiración por la estrella: "Estoy contento por ser recordado. No fue por las mejores razones, pero estaré ligado a él para siempre".

Quaresma se entrena junto a Cristiano en el Sporting.  GETTY
Quaresma se entrena junto a Cristiano en el Sporting. GETTY

Después de ese cruce de itinerarios no volvieron a enfrentarse más en la liga. En el partido de la segunda vuelta el portero no jugó (se lesionó en el hombro y ya no entró en el once) y en la siguiente temporada Cristiano ya estaba escribiendo su historia en el Manchester United de Ferguson. Sí lo hicieron en el Mundial de 2006, en el triunfo de Portugal ante Angola (1-0). Sus carreras habían tomado direcciones y velocidades distintas. El delantero llegó a Alemania consolidado y el portero, en el paro.

João Ricardo rescindió su contrato con el Moreirense en 2005 y, tras no aceptar la única propuesta importante que tenía, del Paços de Ferreira, se quedó sin equipo. Entonces, el seleccionador angoleño le instó a concentrarse para preparar la cita mundialista. El Portomosense le cedió sus instalaciones para que pudiera entrenarse dos veces al día y acabó siendo convocado con 36 años. Una temporada después, colgó los guantes.

Reencuentro, problemas en Luanda... y portazo al fútbol

"En aquel partido en Colonia no hablé con él. Antes sí que nos encontramos en un partido de estrellas organizado por Figo en el Algarve y recordamos la primera vez que nos vimos, su primer gol. Nos reímos. Él me hacía bromas, como picándome. Fue un buen momento", afirma. Ya no volvió a conversar con él aunque, como cualquier aficionado, siempre tuvo un ojo puesto en la carrera de Cristiano. El fichaje por el Al Nassr árabe le desconcertó: "No creo que fuese la aventura que él deseaba, considero que este final de carrera de él podía ser diferente, más vistoso por todo lo que ha dado al fútbol portugués y mundial".

Tampoco su relación con el balón acabó de la mejor manera. Después del Mundial de 2006, João Ricardo decidió volver a Angola para contribuir a la evolución del fútbol angoleño y fichó por el Atlético Petróleos de Luanda, donde permaneció sólo una temporada. Salió por la puerta de atrás después de un conflicto con el club y decidió retirarse. Tuvo un intento de seguir ligado al fútbol, como segundo entrenador y director técnico en el Benfica luandés y tampoco acabó bien: "La gente que dirigía el club era mezquina y perdí la esperanza que tenía de volver al deporte. Si había alguna puerta abierta, enseguida se cerró. Si no haces todo lo que los líderes quieren, parece que eres un reaccionario".

Como no pudo mantener abierta esa puerta, se dedicó a fabricarlas. "Mi padre era un experto en madera. En Portugal teníamos una empresa familiar en la que trabajé durante cinco años antes de ser profesional. Estaba allí todo el día y por la noche me entrenaba. Así que yo ya tenía conocimientos. Con la ayuda de mi hermano, que es mi socio, fundé Madifer. Comercializamos componentes para carpintería y trabajamos madera en bruto, maciza, para puertas o muebles de cocina. Trabajamos mucho con Brasil y Portugal. También a veces con España. Me voy ganando el pan", concluye desde la costa occidental de África, a 9.910 kilómetros de Cristiano. Demasiada distancia entre dos vidas que caminan juntas.