Dino Baggio: "El mejor futbolista que vi fue Iván de la Peña, no se entiende lo que pasó"
Estrella durante los 90 y figura de infausto recuerdo para España, el otro Baggio recuerda sus inicios junto a Martín Vázquez y sus mejores años bajo las órdenes de Carlo Ancelotti.

A principios de los 90, la Nintendo ya estaba consolidada y en el mercado emergía el PC Fútbol. Con Internet mordiendo su cuota de protagonismo en un mundo que comenzaba a globalizarse, la Serie A se emitía en España a través del famoso partido de las 15:00, los domingos. Lo televisaba Canal+, y normalmente era uno entre Juve, Inter o Milán, raramente Nápoles, Lazio o Roma. El Calcio nos daba miedo porque lo veíamos lejano, exótico y en muchos casos transgresor. También porque casi todos los Balones de Oro estaban allí. Roberto Baggio, por ejemplo, lo ganó en 1993. Creaba respeto Il Divino Codino arropado por esa maglia bianconera Kappa con publicidad Danone. Intimidaba su coleta, pero sobre todo su apellido. El máximo del temor y la curiosidad incrementaban cuando se duplicaba, cuando en el televisor aparecían los Baggio, que todos pensábamos eran hermanos.
La entrevista con el otro Baggio -Dino (Camposampiero, 1971)- es necesaria para terminar de otorgar a un súper jugador los adjetivos necesarios, únicos y personalizados. Quitarle de encima estos clichés de escudero del héroe, otrora recaídos en Robin, Sancho Panza o Watson, y devolverle lo que le pertenece. Y es que, si Roberto fue un jugador de culto, grácil, anárquico y sensible… Dino emergió como uno de los mejores centrocampistas italianos de los 90, con el enorme peso y magnitud que eso conllevaba para nuestro país, aún subyugado por infinitos complejos. "No me preguntes por el fútbol de hoy, que no lo veo. No aguanto ni cinco minutos viendo nuestro campeonato. No me gusta, porque hay demasiados intereses económicos, y no se cuidan las canteras italianas. Normal que la Azzurra se resienta. Ahora mismo estoy viendo un partido de calcio femminile". Lo que pide Dino Baggio es rescatar, desempolvar, descorchar el prosecco de los noventa para no sentirse desubicado.
Te formaste en la cantera del Torino, con quien debutas en 1990. ¿Te acuerdas de Martín Vázquez?
Sí, claro. Fue su primer año. Venía del Madrid y era un enorme futbolista. De exquisita calidad, mucha clase. Se movía bien en todas las líneas del centro del campo, también de enganche o mediapunta. De él me gustaba que era completo, porque no estaba exento de fuerza física, aunque no era muy alto. Un toque de balón excepcional, mucha visión de juego, mucho estilo. También un gran tiro; le recuerdo algún gol desde larga distancia. No hablaba mucho, pero era respetuoso, un hombre fabuloso, elegante.

Ese Torino -con la imagen icónica de míster Mondonico levantando una silla por protesta- perdió la final de la UEFA contra el Ajax de Van Gaal, en 1992. Tú ya no estabas; Martín Vázquez sí. Ese Toro, con un acervo Vieri en el banquillo, eliminó al Madrid en semis. La estrella era Lentini.
Yo ya estaba en el Inter, cedido por la Juventus. El Torino mereció ganar ese título. En Italia era una de las mejores escuadras, no te olvides. Estaba construida por la base canterana del Filadelfia, entonces un vergel de talentos.
En España nos causaba un cierto efecto escuchar la Juve de los Baggio o la Italia de los Baggio. ¿Cuánto pesó para ti este apellido?
Nada, porque como bien sabes éramos diferentes y jugábamos en posiciones distintas. Sobre el físico, nada más que añadir… No nos parecíamos en nada. Además, a principios de los 90 él ya era una estrella mundial y yo estaba emergiendo. De hecho, debuté en 1989 con el Torino en Serie B. Él nació en 1967. ¿Si jugué acomplejado? No, para nada. Vivimos a 20 kilómetros, éramos y somos amigos, nos ayudábamos en todo. Y sí, no solo en España pensabais que éramos familia, sino en muchos sitios de Europa. Aquí, en nuestra zona (región Veneto), es un apellido normal. Otra cosa, y ahí os puedo entender, es cuando coincidíamos con la Nazionale o la Juve. En el fondo para mí era muy cómodo que pensaran fuéramos hermanos. ¿Te imaginas ser familia de una estrella?
Tú fuiste uno de los mejores en tu puesto durante al menos una década. Tus mejores años fueron en el Parma, donde ganasteis importantes títulos europeos. ¿Cómo era el primer Parma de Ancelotti?
Me marcho al Parma tras el Mundial. Me quería Nevio Scala sí o sí, aunque me hubiera gustado quedarme a la Juve. ¿Sabes lo que sucedió? La entidad bianconera me vendió mientras estábamos jugando la Copa del Mundo en EEUU. Yo no sabía nada, y ellos no esperaban que hicieran un torneo formidable. Llegué a Parma, aunque de salir me habría gustado ir al Milan, que también quería ficharme.
Siete años allí. 'Carletto' fue clave en tu trayectoria. ¿Cómo lo recuerdas?
Fue maravilloso todo mi ciclo, porque cada año éramos mejores. El primer año -con Scala- ganamos la UEFA, pero los hinchas no me querían porque no jugaba bien. Sin embargo, marcaba goles claves, en semis, en la final… Sí, fue raro. Creo que anoté casi 20 goles, pero estaba muy cansado por el Mundial. Allí, en Estados Unidos, sufrimos mucho físicamente, y eso lo arrastré durante toda la temporada. De hecho, recuerdo que en muchos partidos pedía el cambio al descanso. Estaba fundido. Esto, sumado al problema con la tifoseria que no me quería… Pedí marcharme. En esas llega Ancelotti…
Te pide por favor que no te vayas.
Sí, insistió mucho. Yo le confesé que deseaba marcharme al Milan. Hizo todo lo posible para evitarlo. Recuerdo que venía a mi casa a comer… Me conocía porque fue segundo de Sacchi con Italia, y me consideraba imprescindible para su plan. Hice un campeonato monstruoso: segundos en Serie A, anoté muchos goles… Para él era intocable, porque decía que le recordaba cuando jugaba. Se veía un poco en mí. Me gustaba escucharle, pero yo quería ir al Milan. Se lo decía constantemente: "Carlo, si alguna vez vas al Milan, llévame contigo".
"Ancelotti venía a mi casa a comer… Para él yo era intocable. Se lo decía constantemente: 'Si vas al Milan, llévame contigo"
Se marchó a la Juve.
Sí, exacto. Allí ya no podía volver.
Centrocampista con llegada, inteligencia, polivalencia, tácticamente perfecto, con personalidad, buen tiro y gol. Tú eras el alter ego de Ancelotti.
Una vez recuerdo que anoté un gran gol contra el Bolonia. Luego, ya en vestuarios, se acercó y me dijo: "Me reportó al pasado, al tanto que le metí al Madrid en San Siro. Sí, en Copa de Europa".
Quería preguntarte por dos jugadores de ese Parma. Uno es Faustino Asprilla, talento inacabado y maldito, díscolo pero brutal. Verón dijo hace semanas que, desgraciadamente, la anarquía, la improvisación se ha perdido en el fútbol. Hace poco Spalletti hizo un llamamiento grave: «¡Dejemos la PlayStation si queremos competir de verdad en la Euro!». Críticas por todos lados. ¿Qué está sucediendo?
Nuestra época era la del oratorio, la del balón noche y día. Hoy el cuero está en segundo plano. Basta. El fútbol está adulterado, ya no existe a lo que jugaba yo. Ya no hay valores ni identidad. No hay patriotismo, en cualquier vestuario se habla inglés… Hoy la duda es si Italia va o no al Mundial, en mi época era si lo ganaba. ¿Crees que estamos andando en la dirección correcta? Si yo jugara hoy, no me quedaría aquí. Iría al Barça, al Madrid, City, United o Bayern. Uno de esos grandes, sí, con tal de salir de aquí.
Volvamos al calcio vintage. Nos quedamos en el Tino. En Italia hay una palabra interesante: spensieratezza. Es como una libertad, un deseo de escapar de los ritmos que impone la moral, la vida. Daba la sensación, muy a la Riquelme, que parecía no importarle nada el fútbol, sin embargo le regaló amor. Lo honró como Román.
Asprilla fue un fenómeno exagerado. Mira, uno como él para bien o para mal es necesario en cualquier vestuario. Daba alegría, y eso era y es necesario. Le veías caminar con ese aire cansado, de jugador NBA… Parecía un pasota, pero cuando estaba bien marcaba la diferencia de forma casi dictatorial. Cuando su mujer estaba en Parma era fantástico, porque él se comportaba bien, no salía de discotecas, estaba con su hijo, llegaba puntual a los entrenamientos… Todos sabíamos que el partido de esa semana lo ganábamos, fuera quien fuera el rival. El problema era cuando su mujer volvía a Colombia: fiesta todos los días, impuntualidad, ya sabes.

El otro futbolista por el que te quería preguntar era Stoichkov, flop total en Parma, donde llegó con el Balón de Oro. Tenía solo 29 años.
Creo que llegó en el 95. Todo el mundo esperaba lo máximo de él. Tuvo dificultades en la adaptación. Recuerdo que a otros les costó también mucho tiempo. Platini, por ejemplo, necesitó medio año. Zidane, ídem. En el caso de Hristo, creo que volvió al Barça la temporada siguiente. No sé, quizás llegó saciado de todo y sin necesidad de demostrar nada. Quizás deberían haber fichado un joven con hambre.
"El fútbol está adulterado, ya no existe a lo que jugaba yo. Ya no hay valores ni identidad. No hay patriotismo, en cualquier vestuario se habla inglés…"
El problema es que ahí terminó para siempre. Volvió fundido. Ves hoy a Modric rendir casi a los cuarenta... ¿Le perjudicó quizás la dureza de los entrenamientos? Las secuelas del viaje a Italia para el búlgaro fueron irreversibles.
No lo sé. Es cierto que se trabajaba mucho el físico, la resistencia, y no el aspecto técnico. Poco balón. Repito que muchos extranjeros tuvieron problemas. Aquí te doy la razón: cuando abandonan nuestro campeonato y vuelven donde triunfaron no recobran esas sensaciones que les hicieron grandes. Van Basten se quejaba de esto con Sacchi. En más de una ocasión dijo que no podía con esos ritmos, pero cuando luego comprendió que la cultura del trabajo te lleva a ganar… Cambió la historia. Si técnicamente eres bueno, has aprendido tácticamente y físicamente te has convertido en un animal el resultado es la victoria. No hay dudas. Los extranjeros no lo entendían, tampoco el hecho de ajustarse a determinados esquemas dentro del campo. Yo estoy de acuerdo con dar ciertas concesiones y libertades a futbolistas geniales o habilidosos, pero desgraciadamente en mi tiempo no era posible. La figura del trequartista tenía problemas en mis tiempos.
Roberto Baggio era el ejemplo. De hecho, cuando le preguntan por Arrigo Sacchi siempre dice lo mismo: «Siguiente pregunta, por favor». De todos tus entrenadores, sólo alabó públicamente a Mazzone, ideólogo del fútbol progresista en Brescia.
Es que el módulo de entonces era el 4-4-2, sin espacio para el mediapunta. Hoy, con el 3-4-1-2 es mucho más necesario el enganche. Hoy con un mediapunta de calidad optas a ganar todo.
Ahora se entiende más lo de Mendieta, Farinós, De la Peña...
Estuve un año con Iván de la Peña en la Lazio (2001). Jamás vi un futbolista tan bueno como él. Jugaba poquísimo, y yo le preguntaba siempre: "¿Cómo coño no juegas con lo bueno que eres?". Era un fuera de serie. Cuando le veía en el Barça de Ronaldo por televisión me entusiasmaba. No me lo creía cuando coincidí con él en la Lazio. No sé qué pasó. Recuerdo que fue su segundo periodo allí, aunque creo que en la primera etapa (1998) algo más de protagonismo con Erikson sí lo tuvo. No se entiende lo de De la Peña, insisto. Es una incógnita hoy día.
¿Con Mendieta?
No sé. Tuvo muchos problemas, quizás tenía que haber seguido en España.
En la Lazio coincides con Simeone.
Magnífico jugador. Gran persona, hombre excepcional. Incansable, constante, diligente, determinado. Jugara o no estaba siempre motivado. Merece todo lo que está obteniendo. Una vez me confesaron lo que decía de mí a otros compañeros: "Mira Dino Baggio, es un jugador que no se esconde, que pide siempre el balón, asume responsabilidades, uno que lo intenta una y otra vez, aunque se equivoque. Una personalidad fuerte". Bien, pues eso era él. También Verón, trabajador incansable, solidario, humilde, con gol. Son futbolistas hoy en extinción. Te ayudaban a ganar campeonatos y mundiales.
Hablemos del Mundial de 1994. Este año es el 30º aniversario del trágico penalti de Baggio. Todos nos acordamos de la victoria por 2-1 contra España en cuartos. Roberto y tú los goleadores. Acabo de ver el tuyo, ¿no crees que Zubi -cancerbero de envergadura importante- pudo hacer algo más? Siempre destacó por una supina colocación, no tanto por los reflejos y la agilidad.
Creo que debió haberse impulsado más con las piernas para saltar y abarcar mucha puerta. El clima era asfixiante, luego la fuerza entiendo que no fuera la máxima para hacerlo. Lo cierto es que ese tiro fue extraño, porque la golpeé de exterior. Puede ser que viera partir la trayectoria porque no estaba cubierto… Quizás no preveía que el cuero se escoraba cada vez más. Por quitarle peso a Zubizarreta, subrayar que fue un tiro rarísimo. Cuando me dispongo a lanzar, el balón ya estaba girando, y además le doy de exterior haciéndolo girar aún más.
No sé, mi sensación es que Andoni se tiró pensando que el tiro era centrado. Sin embargo, la trayectoria se envenenó y aceleró el balón hasta casi rozar el palo. Cogió potencia, además. ¿Recuerdas el mítico gol de falta de Roberto Carlos? Los brasileños lo llaman tre dita (tres dedos). Él le daba mucho efecto en la salida: el balón parece que va fuera por mucho, pero luego entra. En mi caso, entraba y luego salía. Justo lo contrario. Son balones difíciles de parar. Mi tiro parecía que iba muy centrado… Si la distancia es mayor termina yendo fuera. ¿Entiendes? Esto para exonerar también a Zubi.
¿Y el gol que falló Salinas?
¡Mamma mia! Si marca el 2-1 la historia habría sido diferente. Tuvimos miedo, porque recuerdo que Costacurta se había detenido y Pagliuca llegaba tarde… Ahí pensé: "Si la toca bien nos la cuela por debajo". Increíble, pero nuestro portero -que mide 1,95- hizo un escorzo raro y consiguió parar el tiro de Julio. Ahí supe que podíamos ganar.

Faltaba el gol de Roberto.
Exacto. Robby lo hizo muy bien, pero si te fijas Abelardo se tiró para neutralizarlo y el balón le entra por detrás. Estuvo demasiado rápido. Tenía que haber ido más despacio. Increíble, pero cierto.
¿Tras el penalti fallado qué se dijo en el vestuario?
Silencio sepulcral. Creo que hicimos lo que podíamos hacer. Llegamos sin músculo al choque. Estar de pie, aguantar los noventa minutos, la prórroga… Fue ya un milagro estratosférico. Incluso tuvimos dos ocasiones. Quien hubiera marcado habría ganado el Mundial.
El partido fue horroroso.
Sí. Nosotros habíamos disputado todos los encuentros en la costa este, con humedad del 100%. Los brasileños en la costa oeste, sin humidad. Jugaron con calor seco, mucho más fácil de recuperar. Si ves Antonio Conte contra España… Ya tenía calambres en los primeros 20 minutos. Además, en aquel Mundial tuvimos varias prórrogas, mientras que ellos no. Hubo partidos que los jugamos con diez, con nueve jugadores... De Nueva York fuimos a Los Ángeles para jugar la final, sufrimos el cambio de hora, y ellos tuvieron un día más que nosotros para recuperar.
¿Qué dijo Sacchi?
El entrenamiento del día anterior a la final, a los 20 minutos nos mandó para dentro porque no podíamos con las piernas. Los masajistas dijeron que no notaban nuestra musculatura. No teníamos fuerza para más.
¿Qué rol tenía exactamente Ancelotti?
Él veía -y analizaba- los partidos de nuestros rivales, además de los nuestros. Luego elaboraba informes y se los llevaba a Sacchi. Los errores, los movimientos… Después, eso lo trabajábamos con Arrigo. A veces, Carletto nos cogía a Demetrio Albertini y a mí. Juntos trabajábamos controles y pases a mucha velocidad. Sacchi quería que todo se hiciera a dos mil por hora para que el adversario no pudiera interceptar el esférico. Había mucho trabajo técnico para los medios centro, claves para la circulación que pedían.
Italia jugaba a la brasileña.
Recuerdo Parreira… Decía que la clave para Brasil era machacar la medular italiana. Hacer que Albertini y yo no moviéramos el balón. Se la jugó blocándonos, y le salió bien. Teníamos dos brasileños siempre encima que no nos dejaban respirar. También te digo una cosa: Brasil jugó a la italiana, pero nosotros lo hicimos como quería Sacchi. Él, su fútbol, era diverso al italiano. Quería marcar goles, agredir constantemente, mover el balón… Desgraciadamente, por mérito del adversario, tuvimos que ejecutar el contragolpe. Teníamos demasiado campo, sesenta metros por delante, y eso hacía que no volviéramos para atrás. Un choque bloqueado, táctico, por eso no fue estéticamente bello.
Hace algún tiempo, al parecer, se tergiversaron unas declaraciones tuyas al poco de morir Vialli o Mihajlovic. ¿Hablaste de una presunta vinculación del Calcio con el doping? ¿Tienes algo que aclarar aquí?
No se entendió bien lo que dije. Quizás me equivoqué en la frase. En mi época decir algo así como "vamos a hacer el doping" era someterse al control antidoping. Se me entendió mal, porque al decir eso todo el mundo pensó que estaba denunciando el hecho que estábamos dopados. Era imposible haber tomado cosas raras, porque repito que cada tres días nos controlaban. Te pillaban y estabas fuera. Montaron un lío de la nada, aunque aquí en Italia somos expertos en polemizar e instrumentalizar. Los periodistas asociaron estas fatídicas muertes a temas relacionados con sustancias de este tipo. Yo no he dicho nada de Vialli ni Mihajlovic. No sé, no puedo saber nada. Sólo hablé bien de dos jugadores, dos personas excepcionales con las que jugué. Aquí han montado un lío, por eso ya no hablo con nadie ni voy más a televisión. El teléfono me sigue sonando, pero ya no respondo a casi nadie.
Para acabar, ¿qué me quieres decir de tu hermano Roberto Baggio?
Ya no vemos fútbol de hoy. Recuerdo que hace años realizó una especie de dossier especializado sobre la cantera italiana. La Federación, cuando él era presidente del sector técnico (2010-13), no le hizo ni caso. Él se marchó, y dijo que no volvería más. Se dedicó a sus aficiones (la caza, cultivar la meditación, el budismo), y dejó para siempre la esfera pública. Ese maravilloso trabajo que hizo no sé dónde está, si en España o Inglaterra. Aquí no quisieron saber nada de él, porque no interesaba. Era un programa muy articulado sobre la cantera a 360º: qué tipo de trabajo a realizar para hacer crecer a los más jóvenes hasta llegar a Serie A. No fue aprobado. ¿Te das cuenta? ¡No fue aprobado a Roberto Baggio!